Como era costumbre en Franco, había salido a trotar como todas las mañanas junto a su hermano Giovanni, y mientras corrían uno al lado del otro, el más joven empezó a hablar.
—Parece que papá no está muy contento con tu separación de Sarah —musitó mientras bebía de un botellín un poco de agua.
—Para nada, ayer me dio el sermón de costumbre —comunicó—, me hizo un sinnúmero de cuestionamientos, sé que intentaba que yo en algún momento dudara de mi decisión, pero no lo hice.
Giovanni inhaló aire.
—No lo hiciste, ¿por qué el orgullo no te deja ver más allá? O ¿Por qué Susan te importa mucho?
Franco detuvo su trote, inspiró profundo.
—¿Alguna vez te has enamorado?
—Jamás —contestó Giovanni con firmeza—, yo no estoy dispuesto a que me impongan una novia, como te pasó a ti, yo voy a
