Capítulo 2: ¡Necesito encontrarte!

1301 Words
Franco Rossi, caminó con paso firme por los pasillos de la compañía era un hombre de treinta años, ocupaba el cargo de vicepresidente comercial, ansiaba ser el presidente de Rossi&Mancini, y asociados ahora que su padre se había retirado, pero su gran rival, su primo Lorenzo Mancini también ansiaba ese puesto. El hombre en cuestión estaba casado, tenía dos hijos, y era el candidato idóneo, pero Franco no iba a permitir eso, desde niño había luchado por ser él quien manejara las empresas de la familia. —Señor Rossi a las once tiene la junta con los nuevos accionistas, y tiene una llamada desde Roma, es su padre —informó la asistente. —Que todo esté en orden en la sala de juntas —solicitó, alzó la bocina para recibir la llamada de su papá. —Hola, hijo ¿cómo va todo en América? —Bien padre, en dos horas firmaré el nuevo contrato con los socios americanos —informó—, pierde cuidado. —Eso no me preocupa, te entrené muy bien, lo que me interesa más es morir sin verte siendo el presidente de la corporación —expresó. —¿Le pediste matrimonio a Sarah? ¿Cómo resultaron las cosas? —cuestionó. Franco resopló, rodó los ojos, apretó los dientes con tanta fuerza que la mandíbula le dolió, no tuvo el valor de confesarle a su padre que ella lo había rechazado, pero tampoco podía darse el lujo de quedarse sin novia, necesitaba una con urgencia, y recordó los motivos por los cuales ella le dijo que no. (***) —¿¡Qué!? ¿Por qué? ¿Hay otro en tu vida? —cuestionó respirando agitado, cuando había alcanzado a Sarah en el pasillo. Sarah apretó los labios. —El problema eres tú, yo quiero un esposo que comparta tiempo conmigo, y tú eres una máquina que vive solo para trabajar —mencionó, por primera vez se armó de valor para decirle las cosas—, crees que no sé qué quién me envía rosas cuando nos peleamos es tu asistente, quién organiza estas cenas es ella, los regalos de aniversario los escoge ella, porque tú no tienes tiempo para eso —reclamó. Franco gruñó, se llevó una de sus manos a la cabeza, su verdosa y penetrante mirada se enfocó en la mujer. —Muchas desearían estar en tu lugar —espetó. —Quizás —contestó Sarah—, hemos terminado nuestra relación, no era necesario armar este show para pedirme matrimonio, solamente porque la compañía quiere nombrar de presidente a un hombre con una vida estable —recriminó—, el día que me case será por amor, no por conveniencia. Adiós Franco Rossi. Franco se había quedado estático, respirando agitado, con las pupilas dilatadas, a él nadie le decía que no, y necesitaba un compromiso urgente, caso contrario los accionistas nombrarían como presidente a su primo, y eso no lo iba a permitir, apretó sus puños, había vuelto al salón y bebido algunas copas, y regresado a la suite del hotel. —Papá, sabes bien que no voy a perder ese cargo —enfatizó regresando al presente. Se quedó en silencio, recordando a la bella mujer con la cual pasó la noche anterior, suspiró profundo, lo cierto es que no podía dejar de pensar en esa joven. —¿Sigues ahí? —preguntó su padre. —Sí papá, quizás te doy una sorpresa uno de estos días y te anuncio mi boda. —Quiera Dios que así sea —dijo el hombre en su idioma natal el italiano. Colgó. Franco sacó su móvil, no era un pervertido, no solía ni grabarse, ni fotografiarse teniendo relaciones, pero aquella marca en forma de flor en la espalda de esa mujer cautivó sus sentidos, y le había sacado una foto, entonces llamó a su asistente, ella era una mujer muy discreta, su mano derecha. —Dígame señor. Franco le dio órdenes precisas a su asistente y se alistó para continuar con el trabajo. «Debo encontrarte» **** Susan llegó a casa, bajó del taxi, vuelta un completo caos, tenía el maquillaje corrido, el cabello enmarañado. Se sorprendió al mirar en el jardín varias patrullas, entonces entró corriendo a la mansión. —¿Qué ocurre? —cuestionó, miró a su madre llorando en un sillón, a su padre esposado. —¡Tayler! —exclamó. —¿Qué pasa? —Se acercó a él. El hombre con la palma la detuvo. —¡No te me acerques, zorra! —rugió iracundo, su mirada era distinta, turbia, oscura—, la policía se va a llevar a tu padre preso por malversación de fondos. —Ladeó los labios. —¡Soy inocente! —gritó el señor Jones. Susan corrió hacia donde estaba su papá, lo abrazó. —¡No se lo lleven! —vociferó aferrada al cuerpo del señor—, mi padre es un hombre intachable. —Quítate Susan, no obstruyas la justicia —ordenó Tayler. Susan lo miró con profunda ira, se aproximó a él. —¿Cómo puedes quedarte ahí sin hacer nada? ¡Ese hombre al que se está llevando la policía, ha sido un padre para ti! ¡Haz algo! ¡Eres abogado! La mirada de Tayler se oscureció por completo, sus músculos de todo su cuerpo se tensaron. —No moveré un dedo por ese hombre, nunca lo he visto como mi padre —vociferó y la observó con ira—, tu familia es la culpable de la ruina de la mía, y llegó el momento de hacer justicia. Susan sintió que la sangre se le fue a los pies, palideció por completo, su corazón se estrujó, no podía creer que aquel niño al cual sus padres criaron como suyo, estuviera todo este tiempo fraguando una venganza. —¡Eres un infeliz! —musitó Susan lo golpeó en el pecho. Tayler la agarró de las manos la arrastró al despacho. —Ahora que estamos solos —rugió, miró a Susan con desprecio—, puedo ofrecerte un trato —propuso la observó con las pupilas dilatadas—, ya que eres una zorra, y te gusta acostarte con cualquiera, si quieres salvar a tu padre, conviértete en mi amante. Susan palideció, abrió sus ojos con amplitud, negó con la cabeza, sintió el estómago revolotear con repulsión. —¡Jamás! ¡Estuvimos ciegos estos años, pero no más Tayler! —bramó—, haré que mi padre demuestre su inocencia —enfatizó con firmeza. Tayler carcajeó, su risa llena de ironía retumbó en las paredes del despacho. —¿Con qué dinero Susan? —cuestionó bufando en tono de burla—. Están en la ruina, toda la fortuna de tus padres, es ahora mía. Susan apretó con fuerza los dientes, y estampó su palma en la mejilla de Tayler. —¡Recuperaré mi fortuna, lo juro! —sentenció y salió corriendo del despacho, corrió a su alcoba, se quitó el vestido, se metió a la ducha, y de inmediato se cambió de ropa, entonces escuchó que en la planta baja su madre sollozaba, frunció el ceño, y bajó de inmediato. —¿Qué está pasando? —preguntó. Y miró a Tayler dando vueltas por el salón. —Tu madre que insiste en que haga algo por tu papá, pero ya le dije que la única que puede ayudarlos eres tú, convirtiéndote en mi amante, podía haberte dado el título de esposa, pero… eso es demasiado para ti. —Infeliz, poco hombre —musitó Susan, lo fulminó con la mirada. —¡Hazlo por tu padre Susan! La joven miró a su madre abriendo sus ojos con sorpresa, sabía que estaba desesperada, pero jamás pensó que le pediría algo así. —Nunca —gritó Susan, salió corriendo de la casa, y empezó a caminar sin rumbo fijo.
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