¿Qué hiciste?

1408 Words
Ezra besaba mis piernas e iba subiendo por estas, al principio estaba tensa por lo que pudiera pasar, pero sus caricias hacían que mi cuerpo se relajara y se sintiera extrañamente liviano. Sus labios estaban haciendo maravillas en mi piel. Se puso de pie y se sentó a mi lado, apartó mi cabello y comenzó a besar mi cuello mientras tocaba mis senos. Comencé a soltar suaves gemidos, sus manos eran cálidas y me recorrían con delicadeza. Colocó sus manos sobre mi pecho y tumbó mi cuerpo en la cama. Me gustaba aquella mirada que me daba. Me sentía en total confianza. — Eres una mujer muy hermosa, por favor no estes nerviosa. Te trataré con mucha delicadeza para que no sientas mucho dolor con tu primera vez. — su voz cálida susurraba en mi oído, aquel hombre para mí era un ángel. Me ayudé a subirme un poco más con mis manos. Ezra comenzó a besar mi vientre y después, cuando metió uno de mis senos en su boca, mis piernas temblaron y el placer comenzó a hacer efecto en mi. — Ezra… — susurré, sus caricias me estaban enloqueciendo. Pasaba las manos por sus brazos y por su pelo rubio ondulado, aquellos ojos azules me observaban tiernamente. — Shh pequeña… me tomaré todo el tiempo necesario para conocer tu cuerpo. Tenemos toda la noche y toda una vida juntos. — Mi esposo me tocaba con esmero, cada centímetro de mi cuerpo era recorrido por el. Así lo hizo, besó mis labios unos segundos y luego comenzó a besar todo mi cuerpo, desde mis pies, hasta mi cuello. Su cuerpo era tan atractivo, sus fuertes brazos me cambiaban de lugar con mucha facilidad y sus piernas separaron las mías. Ahora me miraba. Sentía mis mejillas calentarse, y aunque sus manos ya no me estaban tocando, mi boca seguía jadeante. — Creo que ya estás lista. — miré hacia abajo, su enorme erección apuntaba en mi dirección, hundí mi cabeza en la almohada intentando relajarme. ¿Que era lo que me había dicho Desiré que hiciera? Ahora no lo recordaba. — Tienes que relajarte, así no te dolerá. — Está bien. — Ezra volvió a besar mi cuello tranquilizándome un poco, sentí su m*****o colocarse en mi entrada. ¿Que era lo que tenía que hacer? ¿Que era? Estaba nerviosa, mis ojos miraban en todos lados, menos a Ezra. ¡Me iba a descubrir! ¡No podía hacer esto! Mi pecho comenzó a subir y bajar, Ezra ya estaba deslizándose. Ya no había el anestésico del placer en mi cuerpo, todo lo que sentía eran nervios y miedo. La situación estaba siendo muy incómoda y embarazosa para mi. El peso de su cuerpo me comenzaba a parecer molesto y todo lo que quería era poner de pie y huir. Debía de contarle la verdad. Esto estaba mal, no quería mentirle, engañarlo. No se lo merecía y nuestra noche de bodas merecía más que esto. Él merecía recibir todo de mi, no una Mary Ann temblorosa de miedo, por algo que ocultaba. Espera… ¡Se estaba deslizando en mi interior! Había entrado con facilidad, un poco de resistencia pero con facilidad. Lo que significa que… se iba a dar cuenta. Podía sentir su pene dentro de mi, no era la misma sensación que anoche, era mejor, diferente y todo mi cuerpo era consciente de ello. Levanté la vista con lágrimas en los ojos, ya no aguantaba los nervios. Ezra se había detenido y me miraba. Unas gotas cayeron sobre mi pecho, no eran las mías, eran de Ezra. Salió de mi interior y retiró su cuerpo de encima mío. Encendió las luces y se sentó en la cama, dándome la espalda. Él lo sabía. — ¿Que hiciste?— Fue lo que salió de sus labios con voz queda y yo me hacía la misma pregunta. ¿Por qué? Lo había arruinado, por emborracharme aquel día, por hacer la fiesta de despedida, por no tener fuerzas para defenderme, por no haber gritado, por ser mujer, por ser yo. Dos años de espera para casarnos, tirados a la basura. Y al final me llego a la mente lo que me había dicho Amanda. Cuando las personas culpaban a las víctimas por ser violadas, ¿como no me iba a culpar Ezra, si en aquel momento me estaba culpando hasta yo misma por lo sucedido? ¿Era mi culpa? Me sentía culpable. — No es lo que crees. — logré decir en un hilo de voz. — Yo también me había guardado para ti, desde aquel momento en que quedamos comprometidos, mi cuerpo también lo hizo. — sentí mi piel erizarse al escuchar la voz rota de Ezra. — Estaba muy emocionado con nuestra boda a pesar de ser planeada por mi padre, te conocí aquel día y simplemente acepté el hecho de que teníamos que casarnos. Te comencé a querer, Mary Ann, incluso en la distancia. — Yo también lo hice, de verdad. No había estado con nadie más, pero ayer en la despedida de soltera que me organizaron mis amigas, estaba muy ebria y me sentía mareada, alguien me sacó del lugar y me entró a un coche, me violó. — la voz se me desgarró al decirle la última palabra.— Debes de creerme, Ezra. ¿Por qué te diría que era virgen si no lo era? — ¿Esperas que crea esa vil mentira? — Es la verdad. — dije débilmente. Pero no tenía caso, no me creería. — Si es así, ¿quien lo hizo? ¿Quien fue? — No lo sé, no vi ningún rostro.— Y allí estaba, no tenía pruebas de nada. — Mary Ann — Ezra se puso de pie y buscó con su mirada su maleta, se arrodilló ante ella y la abrió, sacó de su interior una camisa de mangas cortas y un pantalón gris largo. Comenzó a vestirse. — Te emborrachaste y Dios sabe que cosas más, tuviste sexo con el primero que te hizo reír y quien sabe con cuantos otros, eso suponiendo que realmente eras virgen. Ahora, me viste la cara de tonto. Por eso estabas tan nerviosa, tenías miedo que me diera cuenta. Vaya. — tomó su celular que estaba en el pantalón que tenía antes y también sacó su billetera. Yo estaba todavía en la cama, tapando mi cuerpo con las sábanas, cubriendo mi vergüenza. — Ahora quieres que te crea esa mentira tan poco elaborada. Me ofendes que me consideres alguien tan tonto. Se dirigió a la puerta y salió. Estaba pasando lo que yo me temía. No podía ser peor, Ezra lo había notado y ahora creía que yo lo había engañado. Mi verdad no tenía forma de ser creída. Quité la sábana que cubría mi cuerpo y me fui a la ducha. Estábamos en un hotel en las afueras de la ciudad, aquí no conocíamos a nadie y Ezra de todos modos no vivía en el país, tampoco el conocía a nadie. Mañana a primera hora tomaríamos un vuelo a Tahití, allí era donde Ezra vivía y por lo tanto, también yo. Se estaba encargando de desarrollar los dos hoteles que tenía su padre en aquella isla, pues desde algunos años, a pesar de su corta edad, era quien llevaba el negocio familiar. Pero esos solo eran los planes antes de que pasara lo que pasó. Ahora, no sabía qué ocurriría. Tenía que salir a buscarlo e intentar hablar con el, estaba herido, pero yo sabía que el hombre dulce y gentil del que yo estaba enamorada, comprendería la situación. Me puse un vestido blanco que acaba de sacar de mi maleta, se suponía que era para cuando saliéramos a dar un paseo en la noche, pero ya no había ningún plan, todo estaba patas arriba. Busqué a Ezra en la recepción, no estaba, anduve varios restaurantes que habían en el interior del hotel y todos los bares. No encontraba a Ezra. ¿Habría salido del hotel? No podía ir a buscarlo fuera sin tener la mínima idea de donde había ido. Además, ya era muy tarde. Tomé el ascensor y volví a la habitación. Cuando abrí la puerta, Ezra estaba acostado. Entré en silencio y observé su rostro. Parecía dormido. Cambié mi ropa por un pijama y me acosté también. Solo quedaba esperar a qué iba a pasar el día siguiente. Pero esa espera me angustiaba.
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