La boda.

1876 Words
Cuando desperté en mi cama del campus de la universidad a las ocho de la mañana, había pensado que sólo era un sueño, sin embargo, la sangre pegada a mis piernas decía todo lo contrario. El temor me invadió, me llegaba todo a la mente menos un rostro, un nombre o una voz. Solo aquella mirada, como si esa persona me odiara. Parecía conocerme o solo era cosa mía. Doblé mi cuerpo llorando horrorizada. Había sido violada el día de mi despedida de soltera y por raro que pareciera solo pensaba en mi boda y en Ezra. ¿Que pasaría ahora? Yo le había la confirmado que era virgen, desde luego ya no lo era. Alguien habían invadido mi cuerpo dejándome tan deshecha y adolorida, casi sintiendo asco de mi propio cuerpo, porque ya no sentía que era solo mío, aquel hombre se había adueñado de él ya noche anterior. Volví a mirar la sangre pegada a mis piernas, quite mi ropa y me fui al baño, mirándome al espejo. Sus labios habían estado por mi cuello, eso lo recordaba muy bien. No sabía que era lo que había metido a mi boca, pero me había dejado casi inconsciente. ¡Maldito cerdo! El agua no quitaba aquella sensación, cerraba los ojos y sentía sus manos aprisionando mi muñeca y sacándome de la disco. No podía evitar seguir llorando. No podía contárselo a nadie. ¿Quien me creería? Borracha, tal vez drogada, sin un nombre o una cara. Mi historia no era creíble. Pero estaba arruinada. ¿Que pasaría cuando Ezra se diera cuenta que no era virgen? La boda sería un fracaso y mi matrimonio también, probablemente quedaría en la calle y arruinada para siempre, como la zorra que perdió la virginidad justo el día antes de su boda. ¡No podía creerlo! No sabía quién había sido aquel hombre, pero desde el fondo de mi corazón lo odiaba, lo odiaba con todas mis fuerzas hasta más no poder. — ¡Mary Ann! — era la voz de Desiré. No podía dejar que me viera en este estado. — Mary, estamos aquí. Es hora del maquillaje. Tenemos que ir a casa de los Durhan. Eché mucha agua por mi cara. Salí de la ducha y volví a mirarme al espejo. Tenía los ojos algo enrojecidos y un poco hinchados. Me vestí y salí del baño a recibirlas. — ¡Aquí estas! Vaya borrachera de pegaste anoche, tuvimos que traerte a casa. — ¿Ustedes me trajeron? — pregunté, no tenía idea de cómo había llegado aquí. — Claro, ¿quien si no? Estabas tirada en uno de los sofás de la disco. Dormías profundamente. Solo que no dormía, acababa de ser violada y nadie lo sabía. — ¿Estas bien? Te ves muy pálida. Las manos comenzaron a temblarme y caí al suelo. Ya no lo soportaba mas, tenia ese dolor en mi pecho, esa impotencia y el enorme deseo de seguir llorando y así lo había hecho. — ¿Pero que pasa, Mary? — Desiré tomó mi mano y quiso incorporarme, pero yo me negué. — Solo estas nerviosa, es normal. Eres muy joven. Todo saldrá bien. No sabía si podía confiar en ellas para decirle aquello, pero no tenía nadie más y si lo callaba, al final iba a explorar. — Anoche… estaba muy mareada, no las encontraba y habían demasiadas personas, alguien sujetó mi mano sacándome con prisa de la disco. Me llevó fuera, intenté pedir ayuda, me sujeté a algo pero nada sirvió. Realmente estaba muy mareada. Pocos segundos después un carro se detuvo y el me obligó a entrar en el. Aún siento sus manos o sus labios en mi cuello. — Arañé mi cuello haciéndome daño, intentando quitarme aquella horrible sensación de mi. — Mary… — Mary Ann… lo siento mucho. No teníamos idea. — No vi un rostro, no escuché ninguna voz. No sé nada. ¡No sé nada! — las tres llorábamos en la pequeña habitación. — No se que haré, ya no soy virgen, hoy es mi boda y mi futuro esposo me odiará. Tal vez solo deba decir la verdad. — ¡No! — gritó Amanda. — No puedes hacer eso, ¿que será de ti? Has estado esperando este momento por dos largos años. Amas a Ezra, si dices la verdad lo vas a perder, no tenemos prueba de nada. Creerá que solo fue una excusa, que te emborrachaste y te acostaste con alguien más. — Pero si no lo dice, esta noche el se dará cuenta. No es algo que pueda ocultar. — … O tal vez si. Una vez escuché que una chica solo lo había hecho unas pocas veces y en una ocasión intentó fingir que era virgen. Apretó fuertemente cuando el hombre se disponía a entrar y fingió mucho dolor. El nunca se dio cuenta de que no lo era. Y Mary es reciente, aún podría seguir como si fuera virgen. Solo tiene que poner de su parte. — ¿Te crees capaz de hacerlo? Solo tienes que apretar como si fuera a apretar el trasero, tú interior se va a contraer y puede que él no se de cuente. — No lo se, chicas. Aprecio mucho esto pero quizás sea mejor decir la verdad. — ¡Despierta, Mary Ann! Esto es el mundo real, no dices eso y la gente te cree así por así. Lo primero que piensan es “¿que hacía una joven decente borracha hasta no saber quién era?” Lo siguiente que dirán es que eres la culpable o que a lo mejor lo provocaste, que quizás dijiste sí y última hora dijiste no. En estos casos, las víctimas suelen ponerlas como las culpables. No te destruyas de esa manera. Mira todos los casos que vemos en la televisión de violaciones, nos ponen como las culpables y el violador resulta ser la víctima y solo dicen que queremos dañarles la vida a un pobre hombre. ¿Es lo que quieres para ti? Porque yo no deseo que seas humillada de esa manera. — No se si pueda hacerlo. — oculté mi cabeza en su hombro, sollozando sin parar. — No me siento capaz. — Es hora de que te vuelvas una mujer valiente. Tú puedes con esto. — Tu puedes, Mary Ann. En aquel momento tuve que tomar una decisión, de eso dependía continuar con mi boda o confesar la verdad. Y yo decidí continuar con la boda. Todo iba muy rápido. Alguien maquillaba mi cara, otra arreglaba mi cabello y dos manos ponían en condiciones y pies y mis manos. Antes de la boda tenía un almuerzo a solas con Ezra. Aunque estaba llena de emoción, también tenía aquel otro asunto que no podía dejar de lado. Una vez lista, un coche me pasó a recoger. Los últimos retoques me lo darían antes de la boda. Se celebraba en la mansión que los Durhan tenían en el país. Los únicos rostros conocidos que asistirían de mi parte serían Desiré y Amanda. Caminé con nerviosismo hacia aquel restaurante en la playa. Tenía dos largos años sin verlo personalmente que sentía que las piernas me fallaban. En pocas horas estaríamos casados y mi única esperanza era que todo saliera bien esta noche. Se paró de la silla para recibirme. Aquel beso en los labios me tomó desprevenida. No creí que fuera a comportarse tan cercano después de tanto tiempo. — ¿Nerviosa? — preguntó, abriendo la silla que estaba frente a él para que yo me sentara. — Mucho. — Admití, a tal punto que sentía que iba a perder los nervios. — Por eso he pedido que nos viéramos antes. Este es un día especial y quiero que tú también lo sientas de ese modo, tal vez estés triste porque tus padres no estarán, pero quiero decirte que mi familia te recibe con los brazos abiertos. Quiero que disfrutes de este día, por favor. — Es muy considerado de tu parte. — Serás mi esposa en unas horas, mi trabajo desde ya es cuidarte y velar porque no pierdas tu sonrisa, nunca lo olvides. — se inclinó por encima de la mesa y me volvió a besar. — Intentaré relajarme. — Estas hermosa esta mañana. Era tan dulce, así lo recordaba desde nuestro primer encuentro y aquellos gestos fueron los que hicieron que me enamorara de aquel hermoso hombre que apenas había visto unas pocas veces, aunque manteníamos el contacto. Tenía miedo de defraudarlo y que terminara odiándome, no quería que se sintiera engañado. De mis ojos comenzaron a brotar las lagrimas, era un momento especial pero yo solo le sentía triste. Él se paró de su asiento y vino a mi lado. — Lo siento, no quiero arruinar el momento. — Tranquila, Mary Ann. Te comprendo perfectamente. Es un poco repentino, nos hemos visto muy poco y tal vez tengas miedo de casarte de esta forma tan apresurada. ¿Quieres que cancelemos todo? — ¡No! Estoy bien, son los nervios. He esperado este momento por dos años y ahora los nervios me traicionan. — Demos un paseo por la playa, el aire fresco te sentará bien. — Si. — su mano me ayudó a ponerme de pie. Caminábamos por la orilla descalzos, sus fuertes manos me sostenían mientras el agua lamía nuestros pies. Él hacía que todo pareciera perfecto y me hacía sentir que iba a salir bien. Tenía el impulso de contarle todo pero guardé silencio, tenia la esperanza de que si algo pasaba, Ezra comprendiera la situación. El vestido blanco se arrastraba un poco, la maquilladora había tapado el arañado que me había hecho en el cuello y todo estaba bien. La mirada de Ezra al final del camino me impulsaba a seguir adelante, olvidándome de todas las personas que tenía a ambos lados mirándome. La música de fondo sonaba suave,en la parte adelante estaba el padre de Ezra y mis amigas, también sus abuelos. Por suerte, habían menos personas de las que había imaginado. Tomé su mano para subir el pequeño escalón y empezó la ceremonia. Después del “Si, acepto.” Colocamos los anillos y nos besamos. Podía ver la felicidad en los ojos de Ezra y aquel beso me demostró que si podía funcionar. Me había dado cuenta desde el primer momento en que lo había visto que Ezra era el hombre perfecto, su delicadeza, su sonrisa, su amabilidad y cada parte de él. Deseaba ser su esposa y ahora ya estábamos casados. Casados. — La nueva señora Durhan. — estábamos en la fiesta y el señor Durhan había tomado el micrófono. — Hace ya algunos años que es parte de esta familia, ahora lo es oficialmente. Démosle un aplauso a los recién casados. Ezra me invitó a bailar una pieza. Todo era perfecto, mis amigas, mi nueva familia, mi dulce esposo y la vida que nos esperaba juntos. Cuando la fiesta terminó, los nervios volvieron a visitarme. Ahora empezaba nuestra noche de bodas. Sentada en la cama de nuestra habitación de hotel, luego de tomar baño, vi a Ezra salir de él. Su cuerpo desnudo caminaba hacia mi. Se arrodilló a mis pies y comenzó a besarlos. Solo rogaba para que todo saliera bien.
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