Un largo viaje.

1234 Words
Cuando me desperté, Ezra ya estaba vestido y con su maleta en las manos. —El coche ya está abajo. Tienes cinco minutos para estar lista. — se quedó allí de pie mientras yo corría de un lado a otro vistiéndome y recogiendo mis cosas. — Han pasado los cinco minutos. — abrió la puerta y la salió. Me metí al baño corriendo y recogí mi larga cabellera. Parecía una loca, toda despeinada y mal vestida. Tomé la maleta y seguí a Ezra que aún se veía en el pasillo antes de tomar el ascensor. — Caminas muy rápido. — le dije, pero él ignoró mis palabras. Bajamos en silencio por el ascensor y entramos de igual modo al coche. Cuando estábamos en el aeropuerto, yo lo seguía con prisa, él no se detenía ni por un segundo a esperarme. Nos sentamos en frente de la puerta de embarque a esperar quince minutos que faltaban para comenzar a entrar al avión. — ¿Quieres algo de comer? — me preguntó. Era lo segundo que decía en toda la mañana. — Estoy bien. — mi estómago se negaba a recibir ni tan si quiera agua. — Son más de treinta horas de vuelo y tres escalas. ¿Segura que no quieres comer nada?— volvió a preguntar, pareciéndose un poco al Ezra atento que yo entendía que era. — Quedan pocos minutos, no podría darme tiempo a comer nada. — ¿Y en el avión? — No, no como durante un vuelo. Ya será en la primera escala. — Como quieras. — y volvió a ignorarme. Cuando llegó la hora de embarcar, tomó mi maleta y se adelantó, nuestros asientos eran en primera clase pero mientras yo iba al mío, Ezra se quedó hablando con una de las azafatas y al cabo de unos minutos, le asignaron otro asiento. No se como me sentía. ¿Como una mierda? ¿Así iba a ser ahora? Me acomodé en el asiento y esperé a que el avión despegara. Fueron seis horas de vuelo, donde Ezra se había puesto sus auriculares y había hecho de cuenta que viajaba solo. En la primera escala, teníamos que esperar dos horas hasta el siguiente vuelo a tomar. Tenía tanta hambre, que la barriga no dejaba de rugirme, amenazando con comerse mis órganos. — ¿Que te parece este lugar? He comido algunas veces aquí en algunas escalas. Dentro del aeropuerto tampoco habían muchas opciones a elegir, y en aquel momento hasta un sándwich era un manjar para mi. — Me parece un buen lugar. — dije, sin poner mucho interés a lo que él decía o más bien, fingiendo no poner interés a lo que él decía. Si él me ignoraba, yo lo haría de igual modo. Nos dieron una mesa, mientras miraba Ezra la carta, yo me quedé observando el lugar. — ¿No vas a pedir nada? ¿Quieres otro tipo de comida? — Se me ha quitado el apetito. — dije seria. — ¿Como es que no tienes apetito? ¿Comiste algo en el avión? — No, pero no tengo apetito. — Llevas más de ocho horas sin comer, es más de medio día y aún no comes nada. ¿Te sientes bien? — Estoy bien, tu tranquilo, pide tu comida. — Tienes que comer. — puso el menú sobre la mesa y observó mi rostro. Ahora ya me estaba prestando atención, ya no me ignoraba. — Dime qué quieres y te lo conseguiré. — ¿Lo que sea? — allí era donde quería llegar. — Lo que sea. — ¿Cualquier cosa? — volví a preguntar, para asegurarme de que él aceptara. — Cualquier cosa que quieras. — confirmó. — Quiero que durante los próximos dos vuelos, te sientes a mi lado. Solo así comeré bocado de algo. Aquel rostro serio me miró sin creer lo que yo decía, ladeó la cabeza y soltó una sonrisa. — Eres buena. — me ofreció el menú. — pide tu comida. — No, no has dicho nada. — Te dije que te daría cualquier cosa, si eso es lo que quieres para que puedas comer algo, está bien. — Gracias Ezra. Menos mal que había aceptado, porque ya la cabeza me había empezado a dar vueltas del hambre y el olor que emanaba aquel restaurante no ayudaba mucho. En aquel vuelo, Ezra cumplió su palabra y se sentó a mi lado, aunque practicando nuevamente el arte de ignorarme. Sin embargo, serían casi nueve horas. ¿Estaría en silencio todo el tiempo? Se puso una película y se olvidó de mi. Yo hice lo mismo pero me dormí. El cuerpo me comenzó a moverse de un lado a otro, chocando con los reposabrazos del asiento, abrí los ojos asustada por el movimiento, la luz del cinturón estaban encendidas y las azafatas se movían de un lado a otro, verificando que todos tenían sus cinturones. Miré a Ezra, quien parecía apacible pero su mano sujetaba con tantas fuerzas el reposabrazos, que sus nudillos estaban blancos. Todo el avión temblaba, quizás solo eran turbulencias, quizás no, sujeté la mano de él, cerré los ojos un momento, no me tranquilizaba para nada ver las azafatas ir de un lado a otro. De pronto, el avión bajó de manera muy exagerada y las máscaras de oxígeno cayeron frente a nosotros. Ezra tomó la que estaba frente a mi al ver que yo no me movía y me la colocó de manera rápida. Tomó la suya e hizo lo mismo. Ahora era yo la que estaba entrando en pánico, el avión seguía moviéndose de forma exagerada, ya no se veían a las azafatas pasar, no era posible que nadie estuviera de pie. De pronto, las turbulencias se fueron reduciendo de manera drástica, hasta que todo estuvo estable. Mi mente estaba en blanco, había una voz dirigiéndose a nosotros a través del altavoz. Decían algo, hablaba un hombre pero yo no era capaz de entender nada, a pesar de que lo dijo en varios idiomas. Ezra tocó mi mano y me apartó la máscara de oxígeno que yo sostenía con tanta firmeza contra mi rostro. Ya todo había pasado. Recosté la cabeza hacia atrás y agradecí a Dios. Después de unos minutos, el avión comenzó a descender de manera normal. — ¿Hemos llegado? — pregunté, notando lo nerviosa que me encontraba. — Vamos hacer un aterrizaje de emergencia. Nos llevarán a un hotel y nos recogerán mañana a las seis de la mañana. — Lo siento, no pude escuchar nada de lo que decía. — ¿Quieres un poco de agua? — No lo se, quiero pisar tierra firme y aferrarme a ella. — Ya estamos aterrizando, pronto te sentirás mejor.— me calmó con voz suave. El avión aterrizó sin ningún problema, hasta que mis pies no pisaron tierra firme, no me sentí aliviada. Un autobús nos llevó a todos al mismo hotel y se encargaría de recogermos al día siguiente. Después de tomar una ducha, me bebí una pastilla para el dolor de cabeza, saqué mi pijama y me entré a la cama luego de poner una alarma media hora antes de que nos recogiera el autobús. Escuché a Ezra bañarse, vino y se acostó a mi lado. Cuando me estaba quedando dormida, sentí unas manos que se posaron en mi cintura. Dormí tranquila al saber que Ezra estaba volviendo a la normalidad.
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