Las luces de la disco iban cambiando de color sin parar, la música estaba horrendamente alta y había demasiada gente. Amanda y Desi me llevaban agarrada de las manos. Nos habían abierto paso y todos gritaban:
— ¡La novia! ¡La novia! — por lo menos había media universidad aquí. Era algo vergonzoso. Me guiaron por un estrecho pasillo que daba a una habitación y detrás de este había un cristal desde donde todos podían mirarme. Había una silla en medio de la habitación, yo debía sentarme allí.
— Hay demasiada gente. — Me quejé con ellas. — No me gusta.
— Es tu despedida de soltera, solo concéntrate en disfrutar. No sabes cuando nos volverás a ver después de mañana o si podrás hacer esto nuevamente con nosotras.
— Tranquila, Mary. Solo son juegos. Te servirán para tu primera noche con tu esposo. Pero primero lo primero. — un camarero entró con una bandeja de bebidas. — Para relajarnos. — dijo Amanda. Sosteniendo una copa y levantándola para brindar.
— Brindemos. — Me animó Desi.
Tomé una copa y me la bebí hasta el fondo.
Al segundo, mi cuerpo comenzó a sentirse raro y me recorría una extraña energía por todo el cuerpo, ademas del amargo en mi boca.
Quizás sólo tenía mucho alcohol.
— ¡Otra, otra, otra! — gritaban todos a coro detrás del cristal. Mis amigas tomaron otra copa y yo no tuve más remedio que hacer lo mismo.
Después de ese segundo trago, mis amigas salieron y se pusieron en primera fila detrás del cristal. Yo no tenía idea de que seguía a continuación, solo que esto estaba organizado por mis amigas y habían demasiados espectadores como para mi gusto.
Las luces de la habitación se apagaron y se llenó de humo, unas luces de colores alumbraron el suelo y varios chicos entraron por la puerta, uno vestido con un sexi traje de bombero, otro de policía y uno de profesor.
Los gritos traspasaban el cristal y las chicas estaban vueltas locas. El oficial traía su macana y fue el primero en acercarse mientras los otros dos bailaban sensualmente a mi alrededor. La pasó por mi cuello y por mis senos, cuando bajó por mis piernas yo lo detuve, tomó mi mano y me puso de pie, quitó las esposas que colgaban en su cintura y me las colocó. Eran de plástico.
Siguió recorriendo mi cuerpo con la macana y le dio un suave golpe a mi trasero. Me devolvió a la silla y se colocó frente a mi, bailándome. Su siguiente movimiento fue sacar un preservativo del borde de su ropa interior, lo sujetó con su boca y me quitó las esposas.
— Tienes que ponérmelo. — me dijo. Abrí los ojos llena de sorpresa. No lo haría. — No a mi pene, pequeña. A la macana. — Subió un pie en la silla, quedando entre mis piernas, quitó un cobertor que tenía la macana y esta quedó con una forma de pene. Ahora lo entendía. Me dio el preservativo ya abierto y yo procedí a ponerlo.
Todos los juegos fueron de ese tipo s****l, como enseñándome. Eso era lo que me querían dejar dicho mis amigas.
Después de todo yo no sabía nada.
Pero el espectáculo había acabado y ahora llegaba la verdadera fiesta.
El cristal se abrió y muchas personas entraron a la habitación. Mis amigas bailaban junto a mi y las copas no dejaban de venir una detrás de otra.
Poco a poco, fui perdiendo la noción del tiempo y también de lo que hacía. Estaba demasiado mareada, no veía a mis amigas.
Dejé de tomar los tragos y me concentré en buscarlas, no me había dado cuenta cuando se alejaron de mi o cuando me alejé yo de ella. Apenas podía ver, casi todo estaba borroso y daba muchas vueltas. Unas manos me sujetaron, haciéndome caminar, iba tropezándome con todo, incluso con mis pies, pero aquellas manos no me dejaban caer.
Pero, ¿a donde me llevaba?
¿Quien era?
De aquel hombre solo podía ver su espalda, caminaba delante mío sin dejarme ver su rostro. Sabía que no tenía que ir con el, pero mi cuerpo era jalado por su mano y no tenía fuerzas como para resistirme, solo avanzar.
Estábamos fuera de la disco.
¡Ayuda!
¿Donde estaban mis amigas?
Intenté mantenerme consciente, la cabeza me daba vueltas, los oídos me pitaban y tenía una horrible náusea. Caminábamos con prisa por la acera ; miré hacia los lados buscando con la mirada alguien que pudiera socorrerme. Con mi mano suelta me agarré a un cartel pero este siguió tirando de mi.
Nos detuvimos.
Un coche se paró frente a nosotros, el desconocido abrió la puerta, fui la primera en entrar empujada por el, después él entró. Pero no podía ver su rostro. Se tornaba borroso. Su cara fue a quedar en mi cuello, echando a un lado mi larga cabellera negra. Repartía besos por el, mientras mis manos intentaban alejarlo, estaba sin fuerzas, las manos las levantaba y volvían a caer. El coche se puso en marcha, dejándome aún más mareada. Una especie de ventana se subió dejándonos en privado, el chofer no podía vernos. Sus manos fueron a mis piernas, deslizándose por ellas, subió mi vestido. Yo había comenzado a llorar pero no tenía fuerzas ni para emitir algún sonido. Su cuerpo estaba sobre mí y yo ya estaba desnuda.
¿Que podía hacer si no tenía fuerzas ni para hablar?
Tenía la piel erizada y llena de miedo. Sacó algo de su bolsillo antes de desnudarse y después lo puso en mi boca, obligándome a tragarlo.
Miré sus ojos para al menos quedarme con ellos, que viera mi mirada de asco y de miedo, que supiera que cada parte de mi lo rechazaba y que no obtendría más de lo que estaba tomando a la fuerza.
Se desnudó.
Pero mi consciencia se fue yendo poco a poco. Solo podía sentir la presión de su m*****o invadiendo mi cuerpo virgen y algo caliente deslizándose por mis piernas.