Anabella, una mujer llena de sueños, siempre había sido muy estudiosa, se quedó en casa de su madre, toda la tarde, junto a Priscila su dama de compañía, después de almorzar él sabroso almuerzo qué le había preparado, Gloria la cocinera, bajó a la heladeria. —Hola, señorita Anabella. ¿Cómo le va? Ella con su bastón, recorría aquel lugar qué conocía de memoria, cuándo era chica se lo pasaba jugando en la parte de atrás, mientras sus padres trabajaban sin descanso. —Bien, ¿Me preparas un helado de tres sabores? Erika trabajaba para sus padres desde hacía muchos años. —Señorita, ahí tiene él helado, está igual de siempre. —Muchas gracias, seguro ahora mi rostro marca la diferencia. Anabella se sentó junto a las mesas de la heladería, justo entró un niño pidiendo, su aspecto era desarre