Sus labios se acercaron a los míos, rozándolos, sentía su respiración mezclarse con la mía mientras mi corazón retumbaba en mi pecho a punto de estallar, sujetaba su cintura con mi mano derecha mientras la otra acariciaba su cuello. Abrí los ojos para verla, pero los de ella permanecían cerrados con los labios entreabiertos. Alejandra suponía para mí todo aquello a lo que yo me había resignado a no tener otra vez, amor hacia otra persona. Desde la primera vez que la vi entrar en mi oficina, sentí que aquella joven me pondría contra la espada y la pared. Sus parecidos eran demasiados obvios. Mis intentos por alejarla, negando aquello que sin motivo alguno crecía en mi, solo la estaba lastimando. Y yo lo sabía, aunque no me importaba mucho. Si daba un paso hacia ella solo la hería y huía,