VIII

2679 Words
Había pasado toda la noche llorando, pero no lograba entender porqué, lo cierto es que no soportaba la actitud de mi jefe. Un día era bueno y amable, pero al día siguiente yo solo era una inútil a la que podía pisotear. Quería que se decidiera, no podía comportarse como un amigo y luego como un ogro. Yo solo estaba muy confundida, pero sus raros comportamientos me sacaban de quicio. El sábado en la tarde visitaría a mi abuela, pasé a comprarle varias cosas que sabia que a ella le encantaban. Y un hermoso y grande ramo de flores, sus favoritas eran las camelias blancas. Olían de maravilla. - ¡Abuelita! - sentía tanta alegría de verla, nunca me acostumbraría a estar sin ella. Su cálido abrazo con el que me recibió quitó todas y cada una de mis penas. Ella también tenía una enorme sonrisa al verme. - Te extrañé mucho. - Y yo a ti, mi tesoro. Gracias por las flores, huelen muy rico. - dijo cuando se las entregué - Hola. - saludé al enfermero Pete que iba pasando a nuestro lado. - Vayamos a dar un paseo por el jardín. - a mi abuela le encantaban los paseos y este lugar era especial porque tenía un enorme jardín con muchas flores, podías escuchar el canto de las aves mientras paseabas y te dabas un baño de sol. Había una enorme fuente en el centro del patio con unas esculturas muy hermosas , el sonido del agua era muy tranquilizador . - Necesito saber cómo te va en el nuevo trabajo. - No tan bien. - a ella no le ponía mentir, ella conocía cada parte de mí y al mínimo atisbo de mentira, enseguida se daba cuenta. - Mi jefe es un mandón. - ¿Y es guapo? - Esa es la peor parte, es muy guapo. - Bueno, tú eres muy tolerante, pero cuando ves que ya no puedes aguantarlo, simplemente renuncia. Aún eres muy joven como para estar soportando esas cosas. - Pero no es tan malo como crees, a veces siento que solo es una máscara, no sé qué día la traerá puesta , pero esa no es su verdadera personalidad. Tal vez es su forma de protegerse de los demás. - ¿ De qué forma te proteges tu ? - No lo sé, creo que no tengo ningún mecanismo de defensa. - Si que lo tienes, y yo lo he visto en varias ocasiones. - ¿Ah, si? Pues yo no me he dado cuenta de él. - Siempre que te asustas , evitas a las personas, colocas una muralla frente a ti impenetrable. Por eso no tienes amigos, te da miedo ser traicionada de nuevo. Aún esa muralla sigue en pie. - Pero abuela, tengo una amiga que se llama Katrina y todas las chicas de la oficina se llevan muy bien conmigo, incluso hay un chico nuevo que creo que ya es mi amigo. - ¿Y es guapo ? - No importa si es guapo o no, pero este es muy guapo. ¿Cuál es tu interés en los chicos guapos ? - Yo no estaré aquí para siempre, mi única preocupación es que te quedes sola, si algo me haría feliz sería que al yo cerrar los ojos tú tengas a un buen hombre a tu lado o al menos unos buenos amigos. - Cuando tu mueras, yo moriré contigo. - ¡No digas esas cosas! - Te amo demasiado, no puedo imaginarme sin ti, y lo sabes. - le di un fuerte abrazo a mi abuelita. - Bueno, no pretenderás pasarte todo el día aquí. - sacó un papel de su bolsillo y me lo entregó. - Ahí está la lista de la compra, se que no estás comiendo bien; te ves más delgada. Compra cada una de esas cosas, necesitas alimentarte. Mi teléfono vibro en mi bolsillo, vi en la pantalla el nombre de Katrina. - Abue dame un segundo, es mi amiga de la oficina. - Me alejé unos pasos de ella y contesté la llamada. - Katrina, ¿que tal ? - Hola, Alejandra. Lamento llamarte en fin de semana. ¿Estas muy ocupada ? - Estoy con mi abuela. ¿Que pasa ? - Misael me ha llamado para preguntar por los vinos, los necesita para mañana, con uno no le basta. - Oh, me había olvidado. Saldré en un rato a comprarlos, te aviso para quedar cuando los tenga. - Esta bien, tu envíame un mensaje y nos vemos. Tengo que entregarlos hoy. - Yo te aviso. - colgué. Habían pasado semanas y yo aún no reponía los vinos. - Abuela tendré que irme antes, tengo que comprar unos vinos que mi jefe usó y yo aún no los he repuesto. - Por favor, primero haz la compra y luego ve por los vinos. - Eso haré, te lo prometo. - le di un beso de despedida y me marché. Tomé un taxi, si, un taxi. Ahora que ya había recibido mi primer sueldo me sentía algo rica y en abundancia, que desde luego no lo era ni de cerca. Pero tenía una muy buena paga y mi jefe solo se había descontado cien euros de los trajes. Entré al súper y tomé cada una de las cosas de la lista, busqué y busqué hasta que las obtuve todas, como había prometido, después tomé otro taxi de camino a casa. - Alejandra, no me había dicho que tenías novio. Loly debe de estar muy feliz. ¿Ya le has dado la notica? - ¿ por que de todas las persona que vivían en este edificio tenía que encontrarme con ella? Sabía que había visto a el señor Meyers salir sin camisa de mi casa y de seguro también lo había visto entrar la otra noche, a ella no se le escapaba nada. Permanecía junto al ascensor y subió conmigo para seguir platicando. - No lo vi muy bien, pero era muy guapo. ¿Cuál es su nombre? - No es mi novio. - le contesté de forma grosera, tenía que detenerla antes de que esparciera el chisme por todo el edifico. - Somos compañeros de trabajo. - Ah, ya entiendo. Duermes con tu compañero de trabajo. ¿ No fue lo mismo que hiciste en el otro trabajo? - No tengo que darte explicaciones para que luego las vayas esparciendo a todos, deja de espiarme. - Solo lo vi casualmente. Entiendo si quieres mantener tu relación en secreto. Yo te guardaré el secreto. Bajé muy enojada del ascensor con todas las bolsas, abrí la puerta de mi casa y al cerrarla pegué un portazo. No era mi novio, solo un jefe como nunca antes había tenido y como nunca espero tener en un futuro. ¿Por qué me enojaba al pensar en el? Cambié los jeans que traía puesto por unos shorts color rosa, me puse una camiseta holgada y las converse vieja que guardaba desde hace años y que no quería tirar. Tomé mi mochila pequeña, metí las cosas que necesitaba y salí. Me iba haciendo la idea de que tendría que caminar de un lado a otro pues no sería fácil conseguir los vinos. Pasé una última vez por el baño para atar mi pelo, solo recogí la mitad en una coleta y dejé la otra libre. En internet busqué una lista de las tiendas de vinos que quedaban a mi alrededor, habían al menos diez a las cuales podría ir caminando. - Buenas tardes, ¿me podría decir si tiene el vino AurumRed? - Lo siento, señorita. Normalmente cuando suelen llegar ya están vendidos. - ¿Y no sabe en qué otro lugar puedo conseguir al menos tres botellas? - No, lo siento. Y así pase de una tienda de vino a otra. Por suerte me había puesto ropa cómoda pues de mi lista aún faltaban tres tiendas de vinos por recorrer. “Te las conseguiré hasta debajo del agua si es necesario” esas habían sido las palabras que le había dicho a Katrina y para empezar y yo no sabía nadar y debajo del agua tampoco no había ninguna tienda de vino. - Disculpe, dígame que tiene el vino AurumRed, por favor. - esta era la última tienda por visitar. - En este momento no tenemos. Pero puede encargar para el mes entrando. ¿Le interesa? - No, muchas gracias. Lo necesitaba para hoy. - Me temo que eso puede resultarle imposible. Entré a una cafetería que quedaba justo al frente de la tienda y pedí un batido, eran casi las cuatro de la tarde y yo aún no había almorzado. Mientras tomaba mi refrescante batido le escribí un breve correo a mi jefe explicándole la situación y diciéndole que ya había ido a muchas tiendas y no encontraba el vino. La ruidosa calle estaba llena de gente, a pesar de ser una peatonal cruzaban de vez en cuando un coche que otros; los niños corrían de un lado a otro y también caminaban muchas parejas y grupos de amigos. Sentí deseos de ser alguna de aquellas personas, tal vez la que iba de la mano de su novio, la que corría a jugar con sus bebés o simplemente la que reía alegremente con sus amigos, incluso me conformaba con ser el niño que corría detrás de sus padres. ¿Por qué yo no estaba en ninguna de estas situaciones? Mi vida era muy aburrida y miserable. Había intentado cambiar varias veces esta sensación pero siempre volvía a aparecer, como si no fueran suficientes mis esfuerzos, mis intentos por encajar . Pero quejarme no solucionaba nada. Tome mi celular de la mesa al sonar, era el número personal de señor Meyers. - Buenas tardes señor Meyers, lamento molestarlo un sábado. - ¿Donde estas ? - Frente a una tienda de vino. - El nombre. - Vinos Degustar. - Espérame ahí, llego en 10 minutos. - y colgó. Tal vez decir hola o adiós le costaba mucho. Terminé mi batido y me fui a parar frente a la tienda de vinos para que le fuese más fácil verme. ¿Pero para qué venía ? ¿Me ayudaría a encontrar el vino o tal vez traería al menos uno con el ? No tenía idea y el tampoco había dado detalles. Una moto negra se detuvo frente a mi, un hombre cuyo rostro no veía por el casco n***o que llevaba puesto, tenía unos vaqueros y una chaqueta de motociclista me miraba , lo miré un segundo y después seguí atenta para cuando mi jefe llegara. - Veo que no me reconoces. - me dijo aquel hombre mientras se quitaba el casco. - Yo tampoco te reconocía por el atuendo. - señalándome con su mano y refiriéndose a la ropa de diario que yo llevaba puesta. - Señor Meyers, es usted. - me acerqué todavía un poco intimidada. - Lamento molestarlo hoy sábado, seguro que estaba muy ocupado. - Vamos, sube . Iremos a un par de lugares a ver que conseguimos. - tomó un casco de detrás de la moto y me lo ofreció. - Póntelo, vendrás conmigo. - Pero... me da un poco de miedo. - Entonces tendrás que confiar en mi. Sujétate de mis hombros, coloca el pie aquí y entonces impulsa tu cuerpo para subirte. Es muy sencillo. - Esta bien. - me puse el casco, coloqué mis dos manos sobre sus hombros, apoyé el pie y me impulsé colocando el otro pie hacia el otro lado de la moto, entonces me senté, ya estaba subida . Cuando el señor Meyers encendió nuevamente la moto, hizo un ruido muy llamativo, parecían algunas especies de rugidos. Nos pusimos en marcha. - ¡Por favor vaya despacio ! - ¡Sujétate bien de mi! Y no me hizo caso, conducía por lo menos a 90 kilómetros por horas o eso me pareció a mi. Por unos diez minutos más o menos recorrimos parte de la ciudad, él conocía otra tienda de vinos. - ¿Es aquí, señor Meyers ? - Pregunté cuando nos detuvimos. - Si, espera aquí un segundo. - ¡No, no, no! No me dejé aquí sola. - el se bajó de la moto y se quitó el casco, dejándome sobre ella solo a mi. Tenía miedo de que la moto se fuera de lado conmigo sobre ella. - No se va a caer, solo no te muevas mucho. - me quedé lo más tranquila que pude para no mover la moto y caerme con ella. El señor Meyers salió sin nada en las manos, otra tienda en la que no estaba el tan buscando vino. - ¿Por qué lo has dejado para última hora ? Eso no lo encontraremos hoy. Esta era la última tienda donde podría haber, el joven ha llamado a la otra tienda que yo tenía en mente y resulta que no hay. - No sabía que fuera un vino tan escaso. - Vamos, tengo otra idea. - me hice un poco para atrás mientras él cruzaba su pierna y se subía en la moto, se colocó nuevamente el casco y nos pusimos en marcha. El camino que habíamos tomado no era hacia la ciudad, al contrario, estábamos saliendo del centro de la ciudad y todo lo que se veía ahora era muy verde, a ambos lados había mucha naturaleza, libre de los enormes rascacielos y todos los coches contaminantes, el camino se comenzó a tornar cada vez más solitario hasta que solo quedábamos nosotros, él aumentó más la velocidad y yo me agarré a él con más fuerza. Al cabo de pocos minutos nos detuvimos frente a una enorme mansión que abarcaba casi toda la zona. Él sacó otra llave de su bolsillo, presionó el botón y la puerta comenzó a abrirse. Entramos. Pero esta parecía la parte de atrás, pues una vez que entramos había jardín y una enorme y hermosa piscina, barbacoa y otros juguetes más. Me bajé de la moto con sumo cuidado mientras él lo hacía de un solo paso. - Espérame aquí, enseguida salgo. Me quité el casco y lo puse sobre la moto, también me quité la mochila para recostarme a la pared, mis piernas se sentían algo flojas, tal vez por la velocidad. Miré la casa curioseando todo. ¿Era la casa de mi jefe? Tal vez no, de ser suya no había entrado por la parte de atrás, pero tenía una llave, lo más seguro era que fuera de él. Comencé a caminar alrededor de la piscina, había un lindo cisne inflable moviéndose en las limpias aguas, podía oír los chorros de agua cuando salían hacia la piscina. A mi lado derecho había una enorme casita de perro, asomé mi cabeza y un enorme perro salió de ella y comenzó a ladrarme mientras avanzaba con pasos lentos hacia mi, mostraba los dientes mientras le salía baba. Comencé a retroceder cuidadosamente sin saber que otra cosa hacer. Las piernas comenzaron a temblarme avisándome que no me serían muy útil si yo decidía correr, aparté la vista un momento para ver si el señor Meyers venía, pero solo estaba yo y aquel enorme perro que me creía una intrusa, que en cierto modo lo era, por ir a husmear. Cuando volví a posar la mirada en el perro, este se lanzó sobre mi, retrocedí como pude con el miedo que tenía y los nervios dominándome, sentía el agua fría mojar todo mi cuerpo mientras caía a la piscina, soltando un grito al momento. Mi cuerpo se iba hundiendo con rapidez y el agua entraba por mi boca y mi nariz, empecé a mover las manos y las piernas como una loca, pero nada pasaba, seguía hundiéndome. Recordé que había un cisne flotando en la piscina pero yo todo lo veía borroso, empecé a mover más mis manos por si conseguía tocar el cisne pero el aire se me agotaba, mis pulmones ya no resistían y entonces comencé a tragar agua en serio mientras mi mente se iba perdiendo en el azul de aquella piscina.
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