VII

3953 Words
- Sarah. - repetí su nombre comprendiendo parte de la situación. - ¿Eran parejas? Eso fue lo que dijo Nerea. - Si, pero ella murió en un accidente de tránsito. - Creo que ya debo ir a ver cómo está la situación. - No quería parecer que yo indagaba sobre la vida privada de mi jefe. - Espera, déjame taparte un poco con algo de base. - No te preocupes, bajará muy rápido la hinchazón. - sequé las lagrimas que habían empezado a salir antes de que Katrina las viera. Tomé el bolso para ya salí del baño. - Muchas gracias, Katrina. Espero que no te metas en problemas por mi. - No te preocupes, sé cuidarme bien. Arrastraba mis pasos de camino a mi escritorio, me sentía demasiado avergonzada para mirar a alguien a la cara. Tal vez tenía que disculparme con todos, con mi jefe, con Misael y con su hermana. Yo no pintaba nada en ese rollo familiar y ahora que lo pensaba con la cabeza fría, mi reacción estuvo muy mal. Llegué a mi escritorio mirando hacia el suelo, sin el valor de mirar al interior de la oficina. - ¡Alejandra! - gritó mi nombre, con furia salió su voz fuerte a través del diminuto altavoz. Sentí ganas de volver a llorar pero me las contuve, quizás era mejor evitar todo el reproche y simplemente renunciar. Cada día en aquella oficina suponía un reto para mi, y no llevaba ni una semana. Había golpeado a la cuñada de mi jefe y ahora no tenía palabras para decir. Miré con miedo hacia la oficina mientras mordía mi labio inferior con fuerza , la mejilla me ardía bastante pero me complacía la sensación que había quedado en mi mano luego de tirar de su cabello. Me puse de pie para entrar a la oficina. - Dígame, señor Meyers.- me temblaba la voz pero solo porque quería echarme a llorar. Avanzó hacia mí con rapidez, se detuvo a escasos centímetros y comenzó a inspeccionar mi mejilla. Su mano derecha rozó mi cara un poco dubitativo. - ¿Estas bien? - me preguntó, con un tono totalmente diferente al de algunos segundos antes . Tomó mis hombros y me inspeccionó para ver si tenía alguna otra herida. Y dio con mi brazo, aquel que el guardaespaldas había sostenido con tanta fuerza, yo tampoco me había percatado de lo rojo que estaba. El levantó mi camisa para ver el moretón. - ¡Ay! - grité cuando lo tocó. - Me duele. - Se ve mal, tal vez tenga que verte un médico. - ¡No! Nada de médicos, solo tiene que pasar unas horas y estará como nuevo, se ve muy mal porque mi brazo es muy delgado. - Tómate el día libre, es más , no vengas hasta que no te quede el brazo libre de cualquier rastro. - Pero... - Es una orden, toma tus cosas y vete ahora mismo. - su voz volvió a ser firme y autoritaria. Salí de la oficina y tomé mi bolso, me sentía el cuerpo pesado, mi mente estaba agotada y todas las lagrimas que iba reteniendo de pronto me presionaban para salir. Sin más fuerzas para confinarlas, mis mejillas se fueron mojando con cada paso que daba, me di prisa y llegué al ascensor para que nadie me viera llorar. Tomé un taxi para ya irme a casa. Tal vez me lo merecía. Otra vez llegué a casa y estaba sola, sin la cálida sonrisa de mi abuela, era justo en este momento cuando la necesitaba. Me senté en la cama mientras me desvestía, tomé me celular y lo apagué, no quería saber nada de nadie, aunque nadie quería saber de mi. Me acosté, con la intención de recuperar el sueño que no había tenido anoche. Un sonido sordo pero pausado me despertó sobresaltada, miré hacia todos lados asustada y entonces volví a escuchar el retumbar de la puerta. Alguien tocaba incesantemente mi puerta. Tomé el albornoz y me cubrí, encendí mi celular mientras me apresuraba a la puerta, eran las 12 de la madrugada. No tenía ni idea de quién podría ser. Caminé de puntillas para que no se enterasen que yo estaba ahí y miré a través de la mirilla pero la persona estaba de espalda, esperé otra vez a que volviera a tocar para ver su rostro y era nada más y nada menos que el señor Meyers. Iba vestido con una camiseta blanca y unas bermudas de igual color, sostenía algo en su mano izquierda pero yo no sabía qué. - ¿Quien es? - pregunté de todos modos. - Soy yo, Daven. - Señor Meyers, es muy tarde. ¿Se encuentra bien ? ¿Otra vez está ebrio? - Te he llamado toda la noche para ver cómo seguías. Quería asegurarme de que estabas bien. - Muchas gracias por preocuparse, me encuentro bien. - ¿Puedo pasar? - ¿pasar? ¿A estas horas? ¿Otra vez solos? Miré mi cuerpo cubierto por el albornoz, no podía dejar que me viera así. - Deme un minuto a que me vista. - Esta bien, espero aquí. Busqué en mis cajones un pijama decente y me vestí, ordené los cojines del sofá y después abrí la puerta. - Pase. - Te he traído algo de cenar. ¿Estabas dormida? También hay en la bolsa una pomada, te ayudará con el moretón. - No debió tomarse tantas molestias. Gracias por la cena. El señor Meyers tomó asiento en el sillón, yo me senté frente a él abriendo la bolsa y sacando la comida, eran unos fideos chinos. - No sabía qué podría gustarte. - Esto esta perfecto. - comí con prisa dándome cuenta del hambre que tenía y agradecí mentalmente al señor Meyers por haberme traído la cena. - Estaba muy rico. - No vayas hasta el lunes, quiero que tu brazo sane bien. - tomó la pomada que yo había puesto sobre la mesa del sofá. - Extiende tu brazo. - yo obedecí al instante. El levantó la manga de mi pijama y comenzó a poner la crema. Se sentía fría. - ¿Te duele? - Solo tengo un poco de molestia. - ¿Puedo preguntarte algo? - Si, supongo. - ¿Que fue lo que te dijo Nerea que reaccionaste así ? Solo lo escuchaste tu. - Bastarda, zorra bastarda. De todo lo que me dijo esa fue la única parte que me afectó, actué irracionalmente en ese momento, seguro que le he causado otros problemas. - Si hubieras sabiendo quién era Nerea, ¿Hubieras reaccionado de igual manera? - Sin importar quien sea ella, me insultó y ahora toda la oficina cree cosas que no son, incluido el señor López - Pero si dormimos juntos. - Si, usted durmió a un lado de la cama y yo de otro. Ella no se refería a “dormir”. - ¿Entonces a que se refería? - su pregunta podría parecer inocente, como si no supiera lo que gritó Nerea a todo el mundo, el solo quería que yo lo dijera. - Ya sabe, que usted y yo... - sentía mis mejillas calentarse mientras inconscientemente imaginaba la escena, el señor Meyers sobre mi, poseyendo mi cuerpo. - ¡Lo has imaginado! - y entonces yo había quedado expuesta. - ¡Noo! ¡Claro que no! Los dos nos estábamos riendo a carcajadas en plena madrugada. Era la primera vez que lo veía reír tanto. - ¿No quieres preguntar sobre Sarah? - ¿Usted quiere contarme ? - Ella era la hermana menor de quién entonces era mi mejor amigo, Misael. Debo decir que desde que Sarah y yo nos vimos fue amor a primera vista, era demasiado hermosa y carismática, tenía la sonrisa más hermosa que haya visto jamas, su cabello se parecía al tuyo y se le esparcía por toda la espalda y su cara la adornaba un gracioso flequillo. Empezamos a salir de una vez, pero Sarah tenía problemas con el alcohol, una vez que empezaba ya no podía parar. Nerea y yo la convencimos para que buscara ayuda de profesionales y así lo hizo, tuvieron que internarla para que el tratamiento fuera más efectivo, a la semana siguiente ya ella no podía aguantar más y con la ayuda de Misael ella dejó la clínica. Dos días después tuvo un accidente de coche por conducir ebria. Con ella murieron dos personas más que iban en el coche cuando se estrelló contra un árbol. Sorbía mi nariz mientras secaba las lagrimas, podía ver en sus palabras y en la manera en que hablaba de ella que el señor Meyers la amó de verdad. Me sentía muy triste por el, por la forma en que ella murió. - Lo siento mucho. - tomé unas servilletas de la bolsa donde había venido la comida y sacudí mi nariz. - Debió de ser muy triste para usted. - Lo fue, Sarah fue mi primer amor de verdad y perderla de esa manera fue muy doloroso. - Ahora entiendo, usted culpa a Misael por lo que pasó. - Él tiene responsabilidad. El proceso del tratamiento era ese, había que apoyarla para que lo terminara, no dejarla salir y que volviera a lo que hacía. Él tiene mucha culpa y siempre la tendrá. - yo no estaba de acuerdo con eso que decía mi jefe, pero no iba a contradecirlo, me gustaba verlo desahogarse y a veces nos sentimos mejor cuando le echamos la culpa a alguien más, solo que Misael sufría también por sentirse responsable de lo que había pasado. El silencio se volvió incómodo después de un minuto, miré la hora y eran casi las dos de la madrugada, por suerte no tendría que trabajar al otro día. Pero él sí. - Debería de ir a descansar, ya es muy tarde. - Tienes razón. No vemos el lunes. - Hasta el lunes. Y el lunes llegó antes de lo esperado. Hacía un día espectacular, mi rostro estaba bien, mi brazo había sanado y ya por fin tenía algo que hacer, ir a trabajar. La vida ociosa no me sentaba bien. De camino en el autobús platiqué alegremente con una linda señora y cuando iba en el taxi me tocó un hombre muy amable con el cual también platiqué. Tomé aire y di el primer paso hacia la empresa. Era un día muy alegre para ser lunes. Salí del ascensor en mi piso correspondiente, no sabía porqué pero caminaba con una enorme sonrisa en el rostro. - Buenos días, Katrina. - me detuve en su escritorio para saludarla. - Esta tarde, cuando salga de trabajar, iré a comprar tu vino, como te dije antes, lo buscaré debajo del aguan si es necesario. - Buenos días, Alejandra. Estas de vuelta. - Me sonrió, pero su sonrisa era nerviosa y algo apagada, diferente a la Katrina alegre y sociable que yo conocía. - Hay nuevas noticas en el piso. - ¿Ha pasado algo malo mientras no estuve? ¿No creerás que es cierto que dormí con mi jefe? Porque eso es totalmente falso, si apenas nos hemos visto una semana. No sé qué habrá creído Nerea pero es totalmente falso. - Y te creo. - me tranquilizó ella. - Se que es falso, todas las chicas también saben que no es verdad. Pero eso ya es noticia vieja. - Uff, me alegro. Pensé que tendría que soportar el chismorreo y los comentarios fuera de lugar, aunque estaba preparada para eso. - Es algo peor, Nerea ahora es parte de la empresa. - ¡¿Que?!- grité, siendo indiscreta, pero era temprano de la mañana y ninguno de los jefes estaba en la oficina. - Por favor, dime que eso no es cierto. - Eso no es lo peor, estará en nuestro piso, justo al lado de Daven. Serán vecinas. Han remodelado la oficina que estaba vacía, por lo que tal vez empezará el día de hoy. - Estoy acabada, me va a pisotear viva. - Lo hará. - Katrina salió de detrás de su escritorio para darme un abrazo. - Ella ha sido la que ha comprado casi fraudulentamente parte de las acciones de la empresa, lo peor de todo y por eso se que va a por ti, es que ella es accionista mayoritaria en la empresa Import Companies. - ¡Dios mío! Tal vez el camino más fácil sea renunciar. ¿Crees que deba disculparme? - No se si eso cambiaría algo. Pero buena suerte. - La necesitaré. - Lo bello, hermoso y precioso de este lunes estaba arruinado, aquella noticia le había quitado todo rastro de luz a mi día. Ya no era un gran lunes. Otro día más arrastrando los pies hacia mi escritorio. Ordené mis cosas y me senté, miré hacia el lado derecho del pasillo y efectivamente había un nuevo escritorio frente a la oficina que antes estaba vacía. Pero no tenía ninguna secretaria. La puerta de la oficina de mi jefe se abrió, dejando salir al señor Meyers, yo estaba tan absorta en mis pensamientos que ni si quiera había notado que el señor Meyers había llegado antes que yo. - Buenos días, Alejandra. Supongo que tienes esa cara porque ya sabes la noticia. - Supone bien, señor Meyers. - Prepárate, tenemos una junta en quince minutos, pero esta vez es en la empresa. Aún no has estado en la sala de reuniones, es diferente a la anterior, hay más charlas, más polémicas, nos gritamos unos a otros y asisten todos los accionistas. Es un caos. - Estaré lista. ¿Quiere tomar su café? - Si, tuve una larga noche. Él entró de vuelta a su oficina y yo le preparé un café, después de unos minutos él salió y yo lo seguí con el portátil en manos para ir a la reunión. Fuimos los primeros en llegar, después uno a uno fueron llegando todas las personas. Nuevamente yo era la única secretaria allí. - Buenos días, Alejandra. - El señor López, como ahora le volvería a decir de ahora en adelante, se acercó a mi para saludarme. - Supe que te ausentaste unos días al trabajo. ¿Te encuentras bien? - Buenos días, señor López. Me encuentro perfectamente. - le dije con una sonrisa forzada, yo me encontraba algo nerviosa pues ya me iba imaginando cuál sería el tema central de aquella reunión. Por último entró Nerea, pero no entró sola; un hombre muy joven, tal vez de mi edad como mínimo, la seguía también con un portátil en la mano. - Buenos días, espero que no hayan esperado mucho. - dijo al entrar. Vi muchos rostro sonreír cuando Nerea hizo su entrada. Tomó asiento en la única silla que quedaba libre, su secretario se quedó parado detrás de ella, a mi lado había una silla vacía y cuando su mirada y la mía se encontraron, yo le señalé la silla para que la tomase, él se acercó en silencio y antes de llevársela me agradeció con la mirada. Cuando levanté el rostro, Nerea me miraba de forma pétrea mientras cruzaba sus manos sobre la mesa, yo le sostuve la mirada un poco indiferente. - Creo que ya muchos saben porqué estamos aquí. - comenzó a hablar mi jefe, todos prestábamos atención. - La señorita López se integra, casi de manera forzada, a nuestra empresa. Pueden agradecérselo al señor Evans. - Por las acciones que usted autorizó vender. - dijo un hombre al final de la mesa y todos comenzaron a murmurar a la vez. - Si, he admitido mi error, tal vez es gracias a mí que ahora ella se encuentra aquí . Prosigo, ella será desde hoy la nueva directora de marketing. Otra vez comenzaron todos a murmurar. Durante dos horas cada vez que mi jefe hacía una pausa al hablar, parecía que todo se convertía en un gallinero. Cuando la reunión terminó, mi cabeza estaba a punto de reventar de tanto alboroto. Nos fuimos en silencio hasta la oficina. - Señor Meyers. - Le llamé antes de que entrara a su oficina. - Dentro de una hora tiene una cita con la consejera. - Cuando ella venga hazla pasar. - Después de eso tiene otra cita media hora más tarde con el asesor financiero. - ¡Cancélala! No recibo más de una cita en un solo día. ¿Todavía no sabes ese tipo de cosas? - Disculpe, señor Meyers. No volverá a ocurrir. - Eso espero. No sabía porqué un escalofrío había recorrido mi cuerpo al oírlo hablarme así, si era como siempre lo hacía con cada una de mis equivocaciones. Me senté en mi escritorio y busqué el número de Billy, el asesor financiero y le programé su cita para otro día que no había nadie más programado. Me di cuenta que la única forma de Nerea llegar a su oficina era pasar por el frente de mi escritorio y ahora ella estaba a punto de hacer eso. Pero esta vez me ignoró. Su secretario que iba detrás me sonrió al pasar, después vi como él se acomodaba en su escritorio, a varios metros del mío. Esperé algún enfrentamiento durante el día con Nerea, pero nada pasó, aún así no pude relajarme mientras los días iban pasando con suma lentitud. El señor Meyers cada día a mi hora de salida volvía con una mujer diferente, a veces en la mañana se aparecía muy temprano y se dormía en su sofá. Cada día lo notaba un poco más deprimido. Sus cambios de humor eran muy frecuentes y la mayor parte del tiempo la pagaba conmigo. Pero al fin el fin de mes había llegado y ese día era viernes, el último viernes del mes. Ya podíamos despedir a Abril, un mes muy tedioso para mi. Durante el almuerzo las chicas y yo habíamos organizado todo para nuestro día de fiesta, aún no sabía de qué se trataba todo pero al parecer siempre era muy divertido. El nombre de mi secretario vecino era Mike, Katrina y yo lo habíamos invitado a la fiesta, pero no sabíamos si el iba asistir. Tomé mis cosas para salir del trabajo, ya las demás chicas se habían ido y y solo quedábamos Mike y yo. - ¿Nos vemos esta noche? - le pregunté, ya de pie para salir. - También es mi primera vez, podría ser divertido. - Intentaré ir, pero no prometo nada. De pie frente a mi armario, sin la más mínima idea de que ponerme, los minutos iban pasando y la luz del día cada vez era más tenue , pronto sería la hora. Pero mi mente estaba en blanco, en momentos así me gustaba saber que iba a vestir el otro para yo ir acorde, pero no me atrevía a llamar a Katrina. No sabía si ir con jeans, tal vez unos shorts o simplemente un vestido, tenía que decidirme antes de maquillarme. Sin más que hacer, saqué unos pantalones blancos de mezclillas, una blusa de mangas largas estampada en color n***o y mis botines. Después de vestirme me fui al espejo para maquillarme y peinarme. Dejé mi cabello suelto, sujetando el mechón delantero hacia el lado izquierdo de mi rostro, pero de modo que este cayera a un lado sin estar sujeta del todo. Me coloqué un poco de labial, tomé mi billetera y verifiqué el p**o del mes que ya había llegado a mi cuenta bancaria. Lista. Tomé un taxi directo al lugar pues Katrina me había escrito que ya casi todos habían llegado. Era un bar un tanto llamativo, tenía muchas luces en su entrada y no paraban de entrar personas. Una vez que estuve dentro comencé a buscar a las chicas con la mirada y entonces vi a Katrina. Iba vestida muy hermosa, tenía su cabellera suelta y sus labios estaban de un rojo mate, lucía un hermoso vestido n***o ceñido al cuerpo mientras lucía sus hermosas y seductoras piernas. - ¡Te hemos estado esperando! - le dijo cuando me les uní. Saludeé a las demás chicas y me senté con ellas. - Misael estaba buscando bebidas, hoy han venido más personas de lo habitual, solemos ser menos. - Ya, esto se ve divertido. - pero yo no sabía lo que era la diversión, yo no hacía este tipo de cosas, pero era cierto que estaba deseando que llegara este día para saber cómo se divertían mis compañeros, pero ahora me sentía muy fuera de lugar. - ¡Miren! -gritó una de las chicas, había que gritar para poder oírnos unas a otras. -¡Es Mike y viene acompañado! Mike Johnson y Nerea López caminaban entre la gente como dioses griegos y si que lo eran; el estilo y el porte que tenían en cada paso que daban, uno sincronizado con el otro, la elegancia de su vestimenta y aquel rostro tan perfecto que tenía cada uno, eran muy hermosos y todas éramos consciente de ello, pero más atrás venía alguien más que todos se detenían a mirar, su mirada perdida lo hacía ver más interesante, la cabellera que se estaba dejando crecer golpeaba su frente con cada paso que él daba, sonrió al ver como acaparaba toda la atención. ¿Por qué mi jefe tema que ser tan guapo y a la vez tan malvado? Recordé como había sido mi última semana en el trabajo y ya no pude verle lo atractivo, solo a alguien mandón y exigente que no era capaz de expresar lo que quería, le complacía más verme fallar al intentar adivinarlo. - ¡Están aquí! - Misael se acercó a mi y me dio un beso rápido en la mejilla, me entregó una bebida en la mano y después siguió repartiendo. - ¡Daven, no sabía si vendrías! Mi atuendo no iba para nada con el de ellos, iban muy elegantes y yo iba demasiado casual. Tomé mi bebida de un trago y la coloqué en la mesa, después le susurré al oído a Katrina que iba a ir un segundo al baño pero que después me iría. Cuando salí del baño ya el señor Meyers estaba liado con una chica que parecía una súper modelo de alguna portaba importante , me despedí de las chicas y de Misael, y entonces salí. Caminaba de un lado a otro esperando encontrar un taxi, tampoco es que fuera tan tarde de la noche pero no pasaba ni uno. - Vamos, te voy a llevar. - para mi sorpresa el señor Meyers estaba parado detrás. - Muchas gracias señor Meyers pero prefiero esperar un taxi. - Ya tienes varios minutos ahí, no espero que vaya a venir un taxi pronto. - No tengo prisa, puedo esperar. - Vamos, yo te llevo. - tomó mi muñeca y tiró de mi mientras caminaba. - No, en serio esperaré un taxi. - contesté soltándome de su agarre. - No es seguro que te quedes sola aquí fuera. Esperaré contigo. - ¿No debería estar allí dentro divirtiéndose como todos los demás? Estoy bien, lo digo en serio, pronto pasará un taxi. - Me sentiría mejor si te llevo a tu casa. - ¿Sentirse mejor? ¿Como se siente todos los días cada vez que me grita por cualquier cosa? No finja que somos amigos, porque no es así. Usted es el jefe, el señor Meyers y yo soy la empleada, la secretaria Alejandra. - tal vez me había pasado un poco al decir aquellas cosas, pero me sentía cansada de su actitud, no podía tratarme como una basura y luego mostrarse preocupado. En ese momento un taxi se detuvo frente a mi y yo me subí, no miré ni por segunda al señor Meyers que dejaba atrás.
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