Una vez que entramos al hotel, un empleado de allí nos guió hasta una enorme sala privada ya preparada para la reunión. En el centro tenía una larga mesa y en ella habían sentadas unas doce personas. Entré justo detrás del señor Meyers y cuando estuvimos dentro todos se pudieron de pie. Él tomó el asiento que estaba en la cabeza de la mesa y me hizo seña para que me sentara a su lado izquierdo de la mesa; al lado derecho estaba el señor López. Nos sonreímos al encontrarse nuestras miradas.
- Buenos días, lamento la tardanza. Tuvimos un contratiempo en el camino. - Y yo era ese contratiempo. Era mi primera vez en un lugar como este, realmente nunca había ido a una junta y no sabía cuál era mi papel allí. ¿Solo mi presencia? Alguien se acercó a mi jefe y le dio un pequeño portátil antes de empezar , este lo tomó y me lo entregó a mi. Cuando lo abrí ya estaba abierta una página para yo anotar los puntos importantes a tratar en dicha reunión, se parecía mucho al sistema de la empresa, podría hasta jurar que eran iguales. La reunión había empezado y todos hablaban con mucha rapidez, aunque esperando su turno. Se trataban temas de contabilidad, publicidad, diseño y hasta de remodelación de la empresa. Mi jefe los escuchaba muy atento a todos. Después de más de una hora la reunión se dio por terminada y el señor Meyers nos invitó a pasar a desayunar dentro del hotel. Todos aceptaron como si no pudieran evitarlo.
Caminamos fuera de la sala siguiendo a mi jefe. Él nos guió hasta otro salón privado donde había preparado un buffet de desayuno. Cada uno se dividió por la habitación como si ya supieran que hacer, yo me quedé de pie en una esquina mientras todos iban tomando asiento y formando sus pequeños grupos. Ya el señor Meyers estaba sentado y rodeado de personas. Noté que me miró con cara molesta.
Guardé el portátil en mi bolso y fui a tomar una bandeja para elegir el desayuno. Al parecer solo faltaba yo.
- Te ves un poco fuera de lugar. - me di la vuelta para ver al señor López quien también tenía una bandeja y tomaba su desayuno.
- Buenos días, señor López. Es mi primera vez haciendo esto, la verdad es que me siento fuera de lugar. No había visto nunca ninguna de estas caras; excepto la de usted y de mi jefe.
- Podemos sentarnos juntos, así no desayunas sola.
- No, no hace falta. Vaya y desayune con sus amigos.
- Ninguno son mis amigos. Podemos desayunar juntos, si no te molesta.
- En eso caso, está bien. - Nos sentamos en una de las mesas que aún quedaban vacías y desayunamos en silencio.
- ¿Como fue tu primer día? Cuando entraste hoy por la puerta no te reconocí a la primera. Pensé que era otra persona.
- Si, este... - me sentía un poco avergonzada. Hasta yo había notado que mi apariencia había mejorado mucho dentro de aquel traje caro. - Es por el nuevo uniforme. Parezco otra persona.
- ¡Que agradable platica! - El señor Meyers se había sentado a mi lado y sonreía. ¡Sonreía! Pero su sonrisa me daba miedo, era como una mueca deforme lo que expresaba su cara, parecía más a una amenaza que a una sonrisa. - Veo que ya conoces Misael.
- Daven. - la cara del señor López se puso seria cuando mi jefe se sentó con nosotros. Al pronunciar su nombre se notaba el desprecio en su voz. ¿Acaso no se llevaban bien? El ambiente se había puesto un poco tenso y yo estaba totalmente fuera de lugar.
- Voy a retirar mi bandeja - dije al ver lo incómodo de la situación. Me puse de pie para llevarla hasta donde se ponían las bandejas.
- Ya tenemos que irnos, Alejandra. - también mi jefe se puso de pie y ya caminaba hacia la salida.
Solté la bandeja con prisa y me fui a seguirlo, no sin antes darme la vuelta y decirle adiós al señor López logrando agitar mi mano libre, él hizo lo mismo. Lo alcancé cuando iba justo saliendo del hotel, sus pisadas eran enormes. Enseguida alguien nos trajo el coche y salimos de allí.
Había un silencio incómodo, sus manos apretaban el volante mientras mirada con fijeza al frente.
Saqué el portátil de mi bolso, este no era mío.
- Le dejaré aquí atrás el portátil.
- Es el portátil para reuniones. Esta sincronizado con el ordenador de la oficina, también vale para cuando tengas trabajos extras o cuando tengamos que viajar. Todo lo que hagas ahí también se guardará en el otro y viceversa.
- Vaya, que útil. Si no lo necesito se puede quedar en la oficina.
- ¿Que pasa si te llamo a media noche para ver cuáles serán mis juntas más próximas o un fin de semana porque he olvidado mis reuniones siguientes?
- ¿Me llamaría a media noche?
- Te falta mucha experiencia en este tipo de cosas.
- Me la llevaré a casa. - dije, algo resignada.
Llegamos a la oficina, había mucho silencio en todo el piso. Sería porque faltaban los jefes.
El señor Meyers entró a su oficina y yo me quedé en mi escritorio. Me puse a repasar todo lo que había anotado durante aquella reunión.
- Cuando lo tengas listo, tráemelo.
Se refería a todos los apuntes. Terminé de revisar mis notas y corregir algunas puntos , me paré frente a la puerta esperando a que él me autorizase entrar.
- Aquí están. - coloqué el portátil frente a él, sobre el escritorio. Me di la vuelta y salí de la oficina.
La hora del almuerzo llegó más rápido de lo que esperaba y me reuní con las que ahora serían mis nuevas amigas, o al menos mis nuevas compañeras de trabajo.
- Estas hermosa. Debes de decirme donde te compraste ese traje. ¡Necesito uno igual!
- Hola, Katrina. Es algo nuevo, justo de hoy. Me costará un montón de tiempo pagarlos. No quise ni mirar las facturas. - me puse a pensar donde había dejado las bolsas con el resto de las compras, resulta que estaban en el auto de mi jefe. - Por cierto, Katrina ¿por qué no estabas en la reunión de hoy? De hecho no había ninguna otra secretaria.
- Ese tipo de reuniones son de improvisto, solo avisan en el último momento y como habrás visto solo se presenta la secretaria del CEO.
- Wow, ya entiendo. La verdad es que era algo misterioso.
- ¿Que te pareció? El señor López también estaba allí.
- Si, era la única cara conocida además de mi jefe. - recordé el raro encuentro que habían tenido esos dos y se me ocurrió preguntar. - No quiero parecer muy entrometida, pero me pareció ver un poco de tensión entre ellos dos.
- ¿No lo sabes? - Dijo otra de la chicas, no recordaba su nombre. - ¡Claro que no lo sabes! Eres nueva. Ellos dos no se llevan muy bien, aunque todo eso era diferente hace algunos años. Eran los mejores amigos. Katrina, deberías de contarle tu. Te sabes mejor la historia, después de todo eres la más antigua aquí.
- Es una historia larga, te la contaré en otro momento.
- No, no hace falta. No creo tampoco que deba saberla. Será algo personal entre ellos dos. Katrina se notaba incómoda con aquel tema, no volvería a mencionarlo otra vez.
Después de aquella rara charla cada una volvió a su área de trabajo.
El señor Meyers había dejado unos informes sobre mi escritorio con mi portátil , me quedaba mucho trabajo para aquella tarde. Después de todo si que me venía bien el pequeño portátil. Si no terminaba algo aquí en el trabajo, lo podía adelantar en la casa.
Cualquier persona se preocuparía por su vida social, pero yo no tenía una. No después de aquel incidente, donde mis amigos eran mis compañeros de trabajo y cada uno ignoró o se hizo de la vista gorda de lo que me estaba pasando.
Yo no tenía amigos.
Tampoco me hacían falta.
Durante una hora estaba muy centraba en el trabajo que tenía al frente. Leer todos esos documentos y a la vez asegurarme de que estaban en orden, era mucho trabajo. Eso me había impedido darme cuenta de la mujer que estaba frente a mi, a punto de entrar a la oficina del señor Meyers .
Reaccioné con tiempo poniéndome de pie de un salto y evitando que esta entrara a la oficina sin avisar. La tomé por el brazo y me puse frente a la puerta impidiéndole el paso.
No me podía creer la persona que estaba frente de mi.
Marina, la chica de la tienda que nos había atendido esta mañana. Pero estaba diferente. Sin aquel uniforme lucía unas fabulosas curvas que se reflejaban con aquel hermoso vestido violeta. Su escote llamaba la atención incluso de mi mirada. No pude evitar ver sus senos brotar de su pecho como si quisieran tragarme.
- He venido a ver a Daven. - sonrío al ver mi cara de asombro. Solté su brazo y me fui detrás de mi escritorio.
- Déjame avisarle que estás aquí. Si entras sin avisar yo podría ser despedida.
- De acuerdo. Esperaré. - también su tono de voz se había vuelto más arrogante.
- Señor Meyers, Marina se encuentra aquí, pero no tiene cita ni nada. - dije con aparente incomodidad. Aunque no sabía por qué, a lo mejor por la expresión con la que ella me miraba.
- Hazla pasar. - miré a través del cristal mientras él lo decía con voz melosa. Me puse de pie para abrirle la puerta de la oficina, por lo visto eso era lo que ella esperaba que yo hiciera.
Cuando me senté de vuelta a mi escritorio ya ellos estaban besándose. ¿Acaso no podía bajar las cortinas? ¿Tenía que armar un espectáculo? ¿Que pasaba con la rubia de la otra noche?
Ya empezaba a notar el ritmo de vida o más bien el estilo de vida que llevaba mi jefe y el que me esperaba en mi ámbito laboral .
Seguí leyendo los documentos que tenía frente a mi, la pila de papeles no parecía bajar. Solo quedaban tres horas para mi salida del trabajo. Debía de apurarme o hoy sería el primer día que me llevaría trabajo a casa.
Continué con un documento tras otro hasta que solo quedaba uno. El señor Meyers había autorizado la venta del 5% de las acciones de la empresa. Pero parecía muy sospechoso. El documento no ponía detalles, solo especificaba la venta. Este era un documento que él debía revisar nuevamente.
Demasiado sospechoso.
Lo volví a leer y a analizar y resulta que ya contaba con la firma y con el sello del señor Meyers, también pude notar que solo era una copia. No era el original.
Miré hacia el interior de la oficina.
El señor Meyers y la señorita Marina se habían trasladado hacia el sofá, ella estaba recostada mientras él se alzaba sobre ella, en aquel momento una mano de él se estaba deslizando por debajo de su vestido mientras se besaban. Los ojos del señor Meyers se abrieron sin cortar el beso y me miraban.
Siguió con su mano debajo del vestido, la espalda de Marina se arqueaba mientras besaba desenfrenadamente los labios del señor Meyers. Su mirada lasciva aún me fulminaba.
Sus lenguas se unían fuera de sus bocas y ella empezaba a tocar su entrepierna.
¿Por qué yo aún seguía mirando?
Mi pecho empezó a retumbar mientras sentía mi cuerpo muy caliente. ¿Hacía calor?
Me obligué a apartar la mirada, respiré profundo y me puse de pie para ir al baño. Tomé mi celular y salí como pude de detrás de mi escritorio.
Cuando llegué al baño desabroché un poco mi camisa para que mi pecho tomara aire, todo de mi estaba muy caliente, la ropa me estaba dando calor. Necesitaba tomar agua.
Miré mi rostro un poco pálido. Saqué de mi bolsillo el labial que siempre llevaba para los retoques de emergencia y retoqué mis labios. Poco a poco mi cara fue tomando nuevamente color.
Salí del baño y me fui a mi área de trabajo.
Todavía quedaba una larga hora.
Puse el documento sospechoso a un lado y me puse hacer cualquier otra cosa en el ordenador. Era necesario no levantar la vista, no podía verlo otra vez, no podía encontrarme con su mirada insidiosa.
No podía sentir ganas de ser yo la chica que estaba debajo de él.
¡Al fin! Había llegado la hora de mi salida, pero el señor Meyers tenía que ver este documento hoy sin falta. Tampoco es que pudiera interrumpirlo. Eso si sería algo malo.
Recogí mis cosas, lista para salir.
Lo esperaría en la sala de espera de nuestro piso. Desde allí se veía claramente quien entraba y quien salía.
Tomé el documento en mis manos y justo cuando salía de detrás del escritorio miré inconsciente hacia la oficina. El señor Meyers tenía dentro de su boca uno de los pezones de Marina, ella sujetaba su cabeza para que no se apartase.
Salí casi corriendo antes de que él notara que yo estaba nuevamente mirando.