Mi día temido había llegado, no podía faltar al trabajo, ¿que excusa podía poner? Apenas era mi segundo día y no tenía la más mínima gana de ir; mi cuerpo se sentía pesado. Los latidos de mi corazón retumbaban en mi pecho, con cada pisada que daba hacia el largo pasillo, sentía como mis nervios me traicionaban.
¿Que debía hacer?
¿Era yo la que debía sentirse avergonzada?
¿ Tenía que disculparme?
Después de todo fui yo quien entró sin avisar a su oficina, luego de intentar espiar. Sonaba muy feo pero eso era lo que había hecho.
Pasé al lado de Katrina sin decirle una palabra, mi mirada estaba fija en el suelo mientras apretaba mi bolso con excesiva fuerza haciéndome sentir un cosquilleo en la palma de mi mano .
Cuando llegué a mi escritorio , miré a su oficina y me quedé inmóvil. El señor Meyers estaba sentado sobre el escritorio como si me estuviera esperando.
Faltaba media hora para su llegada, las reglas nunca indicaron que él llegaba antes. ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué hoy? ¿Era coincidencia?
Se dio la vuelta y vi como su dedo índice presionaba un botón y decía algo.
La voz salió a través de mi escritorio fuerte y claro.
- Secretaria, ven a mi oficina.
Un temblor recorrió todo mi cuerpo, le ordené a mis piernas que se movieran, pero estas no me hicieron caso; al ver que yo no entraba, el señor Meyers se dio la vuelta y empezó a mirarme con esa expresión que al parecer era típica de él.
Levantó su dedo índice de su mano derecha y me hizo una señal, pude leer en sus labios las siguientes palabras:
“Ven aquí, ahora mismo”
Casi pude escuchar su voz a través del cristal.
Me escondí detrás de mi escritorio sin saber que hacer.
¿Que me esperaba dentro de esa oficina?
¿Me iba a despedir? ¿Me diría cosas feas por lo que pasó ayer?
Solté mi bolso y encendí el ordenador. Rápidamente preparé el café y me aseguré de ponerle azúcar. Lo tomé con ambas manos para que no se me cayera por los nervios.
Mi único plan era entrar a esa oficina y suplicar por no ser despedida. ¿A caso tenía otra opción?
- Buenos días, señor Meyers. - le saludé, tanteando la situación. - Aquí tiene su café. - extendí las manos para entregarle el café, pero este lo miró como si no entendiera nada.
- Yo no bebo café a esta hora. No es la hora de mi café.
¿Pero que rayos?
Este hombre tenía que venir con un manual más detallado, uno único para personas tontas como yo. No entendía nada de él y eso me sacaba de quicio.
¿Por qué a mi...?
¿Qué estaba haciendo mal?
- Pero yo pensé que...
- Ya se lo que pensaste, pero he llegado antes y no es la hora de mi café. Te dije ayer que lo tenías que tener para cuando yo llegase, hoy yo he llegado primero, pero no es hora de mi café.
- Entonces, dígame señor Meyers, ¿que necesita? - pregunté con mi vista fija hacia el suelo.
Sus piernas me recordaban a la noche anterior, cuando caí ante él y su pantalón estaba por el suelo y sus piernas estaban desnudas.
Definitivamente era un mal momento para pensar en cosas absurdas. Esto me costaría mi empleo, de eso estaba casi segura.
- He venido más temprano hoy para pedirte una disculpa. - Fue tan grande mi asombro que casi dejé derramar todo el café en la oficina. ¿No era yo la que debía la disculpa por estar espiando ? - Se que sufriste acoso en tu antiguo trabajo, me inquietaba que la situación de anoche la pudieras mal entender. - caminó alrededor de mí con las manos en los bolsillos, eso hacía más incómoda la situación.
- Yo soy quien debo disculparme. Olvide mis llaves en el escritorio y me pareció ver a alguien dentro. Tontamente pensé que no era usted y que tal vez alguien husmeaba en la oficina. Por eso me asomé. No quise espiarlo, no era esa mi intención.
- Se que esa no era tu intención. Espero que hayamos arreglado el malentendido.
- Desde luego que si. - pero ¿por qué había sujetado mi cintura de aquella forma? ¿Por qué soltó mi cabello y puso esa expresión en su rostro? Podría jurar que le había visto una sonrisa en la cara, una sonrisa muy perversa. - Vendré en un rato con su café.
- Hoy no tomaré café aquí. Hay una junta de imprevisto con unos posibles socios y con accionistas y quiero que me acompañes, es decir, es parte del trabajo.
- Si, señor Meyers. ¿A que hora es la reunión?
- Dentro de una hora, también he venido antes porque tenemos que pasar a comprarte un uniforme decente . - me miró de arriba abajo despreciando con su mirada mi atuendo . - No puedes presentarte a ninguna junta con ese estilo, al menos no conmigo. Pareces una empleada de oficinas públicas, o peor.
Realmente debía sentirme ofendida por lo que estaba diciendo, pero no lo estaba. Sabía que mi ropa era la peor, más después de ver cómo iban vestidas todas las demás secretarias. Pretendía comprarme alguna mejor ropa con mi primer sueldo, pero para eso tenía que pasar todo un mes. Debo admitir que no me mortificaba en lo más mínimo.
- Estoy de acuerdo con usted, pero no puedo aceptar a menos que eso vaya descontado de mi primer sueldo.
¿Se estaba riendo? ¿Por qué lo hacía? ¿Era de mi que se reía o de lo que yo acaba de decir?
- El atuendo que necesitas vale más que tu primer sueldo.
- En ese caso, no puedo aceptar. Puedo conseguir una ropa mejor que esta y a mejor precio, algo que se vea mejor. - ¡Mentira! Solo conseguiría lo mismo, tenía el dinero justo para llegar a fin de mes, pero no podía aceptar que me comprara ropa, y menos tan cara. Pero era cierto que yo no estaba vestida a la altura del prestigio de la empresa.
- Veo que eres muy insistente, puedo ir descontándotelo de tu sueldo poco a poco. Ahora, no tenemos tiempo que perder. Coge tus cosas y salgamos ya. La hora se acerca.
- Si, señor Meyers. - Salí de la oficina de mi jefe y tomé mi bolso, después lo esperé frente a la puerta de su oficina. Vi como buscaba en sus cajones y luego salía.
- Vamos. - caminaba muy deprisa. Sus pisadas eran enormes, nos subimos al ascensor en silencio. Había marcado el parqueo subterráneo. ¿Nos íbamos en su coche o nos llevaría un chofer? No tenía idea de cómo funcionaban las cosas de aquí en adelante. Todo era terreno inexplorado para mi. - ¿Sabes conducir?
- Si, señor Meyers. Tengo licencia.
- Bien, entonces tú conduces. Yo te diré la dirección. - Sacó una llave del bolsillo de su chaqueta y presionó un botón de ella. Las luces de un Tesla Roadster gris nos iluminaron la cara. ¿Pretendía que yo condujera semejante carro?
- Señor, nunca he conducido un Tesla.
- No es diferente a los otros coches, tiene timón, freno y acelerador. Es todo lo que necesitas.
- ¿No tenemos chofer para ir a estas cosas?
- No me apetece ir con chofer el día de hoy. - puso las llaves en mis manos y se introdujo en el coche del lado del copiloto. - Vamos, date prisa. No tenemos toda la mañana.
- Si, señor Meyers. - Caminé deprisa y abrí la puerta del piloto, miré en el interior antes de sentarme.
El señor Meyer ya se había acomodado, me miraba a la espera de que yo subiera también. Coloqué mi bolso en el asiento trasero y procedí a subirme. Hacía mucho tiempo que no conducía y ahora tenía que conducir semejante coche. Miré con atención las partes importantes que debía saber donde estaban, una vez que arreglé el retrovisor a mi tamaño y coloqué el asiento bien, encendí el motor. No hizo el mínimo ruido. Las luces del tablero se encendieron, procedí a poner el coche en marcha. - ¿ Cual es la dirección de donde vamos? - Pregunte una vez que salí del parqueo.
- Te iré guiando, no te preocupes. En dos esquinas gira a la derecha.
Mi vista en todo momento estaba fija al frente mientras él me iba guiando todo el camino. Al cabo de unos quince minutos llegamos.
No lo podía creer pero hice un aparcamiento lateral casi prefecto. Su presencia era inquietante pero mi concentración era aún más grande.
- Es aquí, ¿entramos? - pregunté, antes de bajarnos del coche.
- Adelántate. Tengo que hacer primero una llamada.
Me adentré en la tienda que solo eran trajes de oficina y de ese estilo, empecé a mirar algunos modelos. Todos eran divinos pero los precios me asustaban.
- Buenos días, señorita. ¿Puedo ayudarla en algo? - una hermosa joven de pelo rojizo y hermosa mirada se me acercó mientras yo miraba los trajes.
- He venido por un traje, pero los que veo son muy ostentosos.
- También son muy caros, pero los valen. Puedo mostrarle los últimos que nos han llegado desde nuestro taller, aunque también podemos ver los que estaban en oferta, son de la temporada pasada.
- Me parece muy bien, veamos primero las ofertas. - en se momento el señor Meyers entró a la tiendo, la chica se dio la vuelta para ver la persona que había entrado y de inmediato fue a atenderlo dejándome allí parada. Se quedaron hablando mientras mientras yo fui a ver las ofertas. Realmente habían trajes muy lindos pero eran de invierno, demasiada tela gruesa; serían demasiado calientes para la oficina. ¡Con razón estaban en oferta!
- ¡Alejandra! - era su voz, gritaba mi nombre desde el otro lado del pasillo. Salí corriendo hacia donde estaba el. El señor Meyers miraba unos trajes junto a la chica que me había atendido antes. - Acércate. ¿Donde estabas?
- Estaba viendo las ofertas. - le contesté.
- ¿Ofertas? - su cara hizo una mueca. - No necesitamos ver las ofertas. ¿Que prefieres? - Su mano desecha sostenía un traje de pantalón y el otro sostenía un traje de falda.
- Las chicas de la oficina usan faltas, creo que prefiero ir igual que todas. La falsa está bien.
- Esta bien. Coge tu talla y te espero en los vestidores. - se fue junto a la chica, pude observar que hablaban muy animados.
Miré algunos colores y diseños y tomé dos tallas diferentes de cada uno.
El señor Meyers y la chica me esperaban sentados frente a los vestidores. Les pasé por el lado y me entré al vestidor que estaba frente a ellos. Primero me probé el azul marino, dejando el traje n***o para último. Me los probé con la misma camisa que tenía debajo. No necesitaba comprar ninguna otra . Después de todo iba debajo del traje.
Salí para mostrar como me quedaba el traje.
El señor Meyers hizo un gesto con el dedo para que yo le diera la vuelta y así lo hice.
- Creo que le queda muy holgado. - le dijo la chica luego de mirarme.
- Estoy de acuerdo contigo , Marina. Y la falda es muy larga. ¿Podrías traerle una talla menos y unas camisas?
- Enseguida se regreso.
Yo regresé dentro y me quité aquel traje. Esperé unos minutos hasta que la chica, o más bien Marina, como él la había llamado antes, me trajo un nuevo traje y varias camisas.
Empecé a vestirme con lo que ella había traído. La camisa era muy hermosa aunque el traje realmente era más ajustado que el otro. La falda me quedaba justo encima de mis rodillas , pero ese no era el problema. Tenía una enorme apertura en la parte trasera, que me daba más movilidad pero también dejaba al descubierto mis piernas.
Salí con un poco de timidez para mostrarles el resultado.
- Te queda perfecto. Prepárale dos más, uno caqui y otro n***o. También añádele unas cuatro camisas. Tráeme unas tijeras para retirarle las etiquetas, este ya se lo lleva puesto. - El señor Meyers fue hasta mi y me arregló el cuello de la camisa. - ¡Espera! Estos zapatos son horribles. ¿Quien usa zapatos cerrados? Parecen de señoras.
- Prefiero que sean zapatos cerrados. - repliqué, ya un poco enojada.
- Tenemos unos zapatos que te quedarán muy bien.
- Vayamos a verlos, recoge tus cosas y tira esa ropa que traías antes a la basura, no sirve para nada. - los dos se fueron a ver los zapatos mientras yo arreglaba la ropa que ya tendría que llevarme puesta y recogía mis pertenencias.
¿Que tenían de malo mis zapatos? Eran muy cómodos y resistentes. Ya llevaban comido tres años. Todavía podían aguantar dos años más o tal vez uno. .
Tomé mi bolso y fui hasta donde estaban ellos.
Estaban sentados en un sofá y tenían tres zapatos sobre la mesa del centro.
- Creo que estos son tú talla, pruébatelos.
Sobre la mesa estaban unos Stilettos color n***o y otro color rojo. ¿Rojo? Y unos botines clásicos también de color n***o.
Me senté retirando los míos y midiéndome los primeros zapatos. Me puse de pie para verme al espejo y ver si quedaban bien con el traje.
Literalmente parecía otra persona, mis piernas eran diferente, la silueta que marcaba mi cuerpo no era la de antes, incluso me veía elegante.
- Nos llevamos esos, pruébate los otros. - Me ordenó mi jefe.
Hice lo que me pedía. Tomé los botines y me los puse, se veían muy casual y le quitaban la elegancia al traje.
- Creo que estos no son buena idea.
- Estoy de acuerdo. - coincidió Marina con él.
Tomé los últimos, estaban tan bien como los primeros.
- Entonces solo llevémonos el primero y el último. Quédate con esos puestos. Marina, prepárame todo, por favor. Tenemos algo de prisa. - Marina tomó los zapatos y se los llevó, en unos minutos regresó con una bolsa y me la entregó.
- Muchas gracias. - le dije a la chica. Salí de la tienda mientras el señor Meyers le susurraba algo al oído a la chica.
- Dame la llave, conduciré yo, eres muy lenta y vamos justo de tiempo.
Coloqué las bolsas en el asiento trasera y nos fuimos hacia nuestra reunión. El señor Meyers se detuvo en lo que parecía un hotel muy lujoso.
Cuando me bajé del vehículo, me sentía otra persona. El traje me daba cierta seguridad y la presencia del señor Meyers me hacía sentirme confiado.