Maggie rebobinó rápidamente la grabación de las cámaras hasta el momento en que yo había entrado. Me vimos entrar y al canalla colarse detrás de mí, Jay soltó un grito agudo que me hizo frotarme los oídos para detener el zumbido, tenía unos pulmones estupendos. Las manos se me pusieron húmedas al ver cómo me arrastraba con brusquedad y Jay volvió a cogerme en brazos como si aún me estuviera haciendo daño y, aunque era tierno, ya estaba harta de que me metiera mano por hoy. Rápidamente, me zafé de su agarre mirándole fijamente mientras él hacía un mohín y soltaba lo que yo consideraba un gruñido amenazador. Estaba aterrorizada.
Vimos unos ojos plateados correr hacia donde yo estaba, no había notado lo grande que era ni la forma en que se movía anoche, con una precisión bestial, un animal cazando a su presa con una gracia absolutamente natural pero aterradora. Vimos como me arrancaba al hombre de encima. Y tenía razón, era absolutamente despiadado, incluso hizo estremecerse a Sophie, la persona más violenta que conozco. Pero cuando se volvió para verme, los cuatro jadeamos.
Ayer no me había dado cuenta de lo atractivo que era el hombre. Tampoco me había dado cuenta de que el hombre que me había salvado era el más peligroso del país, probablemente del continente. El hombre que poseía la mayor parte de la ciudad, probablemente incluso la mayor parte de Norteamérica, y al que muchos temían, Javier Nansom.
Le observamos mientras soltaba al hombre inerte y se dirigía hacia mí, alcanzándome justo cuando empezaba a desplomarme. Me rodeó la cintura con los brazos y me estrechó contra su pecho, casi sin vida. Sus ojos me echaron un vistazo, comprobando si estaba dañada, antes de acercarme a él, murmurándome algo en voz baja. Me levantó al estilo nupcial y se alejó del alcance de las cámaras, mirándome en sus brazos.
Al cabo de unos minutos, Maggie apagó la grabación. Todos se volvieron para mirarme.
—Vale, así que no es un caballero de brillante armadura—dijo Jay rompiendo finalmente el silencio.
—Más bien un mafioso con un traje bien hecho—. Murmuró Sophie.
—Rhina, le debemos mucho a ese hombre por salvarte, pero tienes que mantenerte alejada de él, solo el señor sabe lo que pasa por su cabeza—. Maggie dijo y yo asentí con la cabeza en respuesta planeando completamente correr en la otra dirección si veía a este hombre en público.
Este hombre no era un jefe de banda cualquiera, nadie podía probar que su trabajo fuera ilegal. Era el dueño de la mayor empresa del país, pero había muchas teorías sobre cómo lo había conseguido. Era el tipo de hombre del que tus padres te contaban cuentos para asustarte y mantenerte en el buen camino. Aunque la mayoría eran simples teorías, había testigos de que había matado a su propio padre. Aunque en el juicio se las arregló para demostrar que fue en defensa propia, según los testigos fue todo menos eso. También existían otros relatos de su b********d, algunos aterradores pero otros definitivamente ficticios.
Después de obligarme a prometerles unas diez veces que nunca me acercaría a ese hombre, por fin me dejaron y Maggie y yo pudimos volver al trabajo.
Todos se sentaron a mi alrededor mientras llamábamos a la policía, Maggie había cerrado la cafetería durante unas horas. Hablé con la operadora y tuve que explicarles que de momento estaba a salvo, que el incidente había tenido lugar anoche. Nuestra ciudad era normalmente un lugar muy seguro, hasta el punto de que la mayoría de la gente no se molestaba en cerrar las puertas con llave, así que la operadora no sabía cómo manejar la situación. La pobre mujer parecía más asustada que yo. Me dijo que la policía llegaría enseguida, ya que un coche patrulla había estado patrullando por la zona.
—¿Pudiste pegarle?— Sophie preguntó y yo asentí.
—Le hice más daño a él que él a mí—. Le dije haciéndola sonreír en señal de aprobación.
—No debimos dejarte ir sola de esa fiesta. Me sentí tan mal anoche, incluso antes de que nos contaras esto, porque habíamos arruinado tu cumpleaños.— dice Sophie, bajando la mirada con tristeza.
—No me arruinasteis el cumpleaños, de todas formas no soy una gran fan de ellos. Pero nada de esto ha sido culpa tuya, los incidentes de este tipo son siempre culpa exclusiva del atacante—. Le digo y ella asiente, inclinándose hacia delante desde su asiento para darme un abrazo, y yo le devuelvo el abrazo.
Suenan unos golpes en las puertas de cristal, y unas voces nos piden que abramos las puertas, diciéndonos que son agentes. Maggie se levanta para abrir la puerta y todos la seguimos. Al abrirla, mira las placas que han mostrado antes de dejarles pasar.
—¿Eres Rhina Phillips?— Me pregunta el rubio, que parece demasiado joven para ser agente, y su compañero, un hombre de pelo oscuro y rizado y piel color chocolate, que parece su supervisor.
—Esa soy yo—. Digo y él asiente presentándose a sí mismo y a su compañero y estrechándonos la mano.
—Vamos a tener que hablar con usted en privado, señorita Phillips.— Me dice el oficial mayor y yo asiento con la cabeza, indicándoles el camino a la trastienda.
Todos tomamos asiento alrededor de la mesa, y se ponen detrás de mí, preguntándome sobre lo que estaba haciendo anoche, y sobre la escena del incidente, antes de pedirme que cuente los detalles. Escuchan atentamente, el hombre rubio toma notas furiosas mientras el otro solo garabatea algunas cosas mientras hablo, ninguno de los dos me interrumpe. Después de contarles lo sucedido, les muestro las imágenes de la cámara.
—Srta. Phillips, vamos a enviar una orden de arresto contra este hombre. Nos pondremos en contacto con usted cuando le hayamos encontrado. Si lo ve en algún sitio, llámenos inmediatamente. Si necesita personas con las que hablar sobre el incidente, lo cual sería una buena idea porque estoy seguro de que fue traumatizante, aquí tiene un pequeño paquete con diferentes personas con las que puede ponerse en contacto. Me alegro mucho de que estés a salvo, pero, Dios no lo quiera, si vuelve a ocurrir algo así, asegúrate de ponerte en contacto con nosotros lo antes posible. Así, el agresor tendrá menos tiempo para escapar—. El agente de más edad me da un pequeño folleto que saca de uno de sus bolsillos. Lo cojo, les doy las gracias a los dos y me dan la mano una vez más antes de marcharse.
Aunque Maggie desea que me vaya a casa a descansar, necesito la distracción, así que le pido que vuelva a abrir la cafetería. Vacilante, la abre de nuevo a los clientes, y en pocos minutos vuelven a entrar.
Me ocupo de atender a los clientes e incluso de hacer algunos pedidos de libros. No era frecuente que la gente comprara libros, y normalmente los que lo hacían acudían a Maggie en busca de ayuda. Supongo que el murmullo constante para mis adentros me hacía parecer un poco loca y hacía que la gente dudara en acercarse a mí. También solía estar bastante ocupada preparando bebidas, hay que reconocerlo. El tiempo pasaba deprisa mientras preparaba bebidas y productos horneados, cuyo aroma se extendía por toda la cafetería.
El día estaba a punto de terminar, solo quedaban unos veinte minutos para el cierre y la mayoría de la gente se había marchado. Acababa de dar la última orden de bebidas y una persona había derramado accidentalmente un poco de su moca de chocolate. Al menos habían tenido la decencia de avisarme. Cogí rápidamente un trapo para limpiar el derrame cuando sonó el timbre que indicaba que había entrado un cliente. Estaba trabajando furiosamente en el sirope de chocolate y la nata derramados cuando oí unos pasos que se acercaban a mí.
Levanté la vista, me aparté el pelo de la cara y sentí que se me paraba el corazón cuando mis ojos se cruzaron con unos grises tormentosos que me miraban intensamente.