Metida en el asiento del copiloto de su precioso coche, me apreté contra la puerta, intentando mantener la mayor distancia posible entre nosotros dos, mientras trataba de no hiperventilar. Había pensado en saltar del coche en marcha más veces de las que una persona en su sano juicio debería, y ni siquiera habíamos salido aún del recinto universitario. Sentía que me miraba de vez en cuando, pero yo seguía mirando por el parabrisas. —¿Qué clases estás tomando?— Preguntó despreocupadamente, como si fuéramos amigos. —Ciencias empresariales y sociales, aún no estoy segura de lo que quiero ser—. Respondí, esta era mi respuesta habitual a cualquiera que preguntara. Él permaneció en silencio mirándome de reojo. Le eché una mirada furtiva, para ver una mirada cómplice en sus ojos. Era como si pud