─Ven aquí, fresita mía ─dice con ronquez acercando mi rostro al suyo, mientras él se levanta de su asiento imponente como una torre oscura con ojos brillando en un azul excitante, toma mis labios en los suyos besándome con vehemencia, pasión y rudeza despiadada que se siente como el cielo. Mete su lengua en mi boca encontrándose con la mía─. ¿Quién es el único que puede tocarte, mi Clementina? ─Pregunta sobre mis labios hinchados. ─Tú… ─respondo y él sonríe derritiéndome. ─Buena chica ─dice y me gira, empujándome levemente contra el asiento donde él hace un instante estaba sentado. Suelto un jadeo cuando se inclina hacia mí en el espacio cerrado y baja mi escote con rudeza liberando mis pechos que saltan con los pezones sensibles y endurecidos. Él no piensa dos veces y los mete a su bo