Después de que estaba muy alegre por haberme ganado la inmensa cantidad de tres mil dólares en menos de una hora, me choco con este hombre tan hermoso. La verdad es que estoy atónita y cautivada por su impresionante galanura. Nunca había visto un hombre así en mi vida.
Dylan mi antiguo vibrador de dos piernas, porque no servía para nada y no me quería, no era tan guapo, de hecho la gente siempre decía que yo era muy bonita para él, pero a mi eso no me importaba con tal de decir que tenía una pareja y que no estaba sola. Pero ahora me encuentro atónita y cautivada por primera vez ante la impresionante hermosura de este hombre.
Siempre mis clientes son señoras mayores de dinero o mujeres, u hombres esos de aspecto nerd que quieren saber si sus esposas los engañan. Pero nunca he visto a alguien así como él y menos que desde que tengo uso de razón, porque me he rodeado de gente normal en mis trabajos de poca monta.
Sus ojos café se encuentran con los míos y destellan una chispa de misterio, su presencia magnética me ha dejado sin aliento después de haberme chocado accidentalmente con él en la entrada de la majestuosa mansión de mi clienta Cristina.
Entonces, estando perpleja ante su apariencia impecable y el aura seductora de su rostro, cuidadosamente esculpido, miro sus labios y le escucho decir en este mismo instante:
—¡Guao, que belleza, Mmmm ¿Quién eres?!
¡Oh, santo Dios, me derrito! es que parece como si fuera no sé un actor de cine, además, que lindo tono de voz tiene. Así que, de una vez le contestó un tanto nerviosa:
—Eh… vine a hacer una consulta señor.
—¿Consulta?
—Si
—Y…¿Cómo te llamas preciosa?
Ansío responder a su pregunta provocadora, con sonrisa traviesa pero mi emoción se ve interrumpida en el instante menos oportuno por los desgarradores gritos de mi clienta, Cristina, quien persigue frenéticamente a su esposo mientras se acerca hacia nosotros.
—¡A dónde crees que vas, no he terminado contigo, estúpido zorro! —exclama con voz llena de ira la señora, siguiéndole los pasos a su joven esposo.
En ese momento, aquel hombre enardecido corre hacia nosotros con las venas marcadas en su frente, proclamando su inocencia con un tono lleno de rencor:
—¡Tú, estúpida zorra, eres una mentirosa! ¡Jamás engañaría a mi esposa!
Enseguida, la voz del dios de la verdad me dice internamente:
—¡El miente!
Noto con claridad sus intenciones violentas del zorro infiel cuando se acerca peligrosamente hacia mí. La rabia que siente por ser descubierto es evidente, y reconozco esa típica actitud indignada de los hombres infieles porque tengo ya un año tratando con estos casos. Soy toda una experta en leer a hombres infieles y cuando son atrapados en sus engaños se ponen algo violentos.
Pero, no puedo negar que me invade el temor al ver cómo levanta su mano, completamente insegura de lo que me pueda pasar. Creo que con este dinero que estoy ganando ya es hora de contratar a un guardaespaldas. Sin embargo, mi sorpresa es inmensa cuando el apuesto caballero que me acompaña interviene en el momento, bloqueando su agresión con gallardía.
—¡Oye, que te pasa estúpida mierda! ¿Le ibas a pegar a la señorita?
Sé que con este trabajo me he dado cuenta de que los hombres no son gente pero cuando hay belleza no hay que negarla. De igual manera no veré más a este hombre así que, deleito mis ojos con su guapura y más al ver como agarra con fuerza al otro idiota, y veo como se le notan los músculos a través de su traje que le queda algo entallado.
Estoy que me derrito aquí con toda esta sexy escena que parece sacada de una telenovela debo aprovechar. Sé que estos hombres así de guapos son los más peligrosos y peores pero con ver y no tocar no pasará nada. Entonces, dirijo mi miranda ante aquel idiota que después que estaba bien enojado ahora se nota muy cobarde. Da hasta risa.
—¡Ethan esta zorra le dijo un montón de mentiras a tu madre!
Pero me resulta indignante y mezquino que este individuo haya tenido el descaro de llamarme "zorra". No toleraré tal insulto. Por eso, mientras el apuesto caballero sostiene firmemente su muñeca, dirijo mi mirada de enojo hacia ese hombre y sin titubear, le respondo con determinación:
—¡Oye, si engañas a tu mujer y si lo digo yo es por que es!
Entonces, el apuesto caballero, Ethan, abre sus ojos con audacia, mirando con furia al hombre insolente y le grita con una voz llena de autoridad:
—¡¿Engañaste a mi madre?!
—¡Eso es mentira! ¡Esa zorra es una mentirosa!
—¡Claro que no es una mentirosa, trabaja con el dios de la verdad! te descubrí que tienes una amante —grita mi clienta defendiéndome.
Pero me sorprendo al instante al enterarme que mi clienta es la madre del tal Ethan. Luego, el hombre comienza a doblarle la mano al infiel y el cobarde comienza a gritar como una niña.
—¡Ethan no me rompas la mano por favor!
—¡Mamá te dije que no te casaras con este gigoló pero no me hiciste caso!
—¡Golpéalo, hijo! ¡Yo le advertí cuando nos casamos que no me fuera infiel porque le iba a ir mal!
El hombre después que me iba a pegar ahora rogaba como toda una niña.
—¡Ethan, no me pegues por favor, me merezco una oportunidad, mira que yo te ayudé a conseguir el cliente de la fábrica de muebles y no Paul!
Enseguida, al escuchar lo que el idiota dijo sentí el tambor resonar en mi oído y la voz del señor a quien bauticé como el dios de la verdad me expresó:
—¡El miente!
La verdad parece que la pelea se va a poner intensa, y debo ir a otro lado a las tres y ya son las dos. De paso, debo entregar esta ropa a las cinco de la tarde porque la alquilé por horas ya que, es más barato. Así que, mejor me voy. De verdad que me encantó esta consulta, fue una de las más graciosas, pero para vengarme del infiel que me dijo zorra, le revelo a todos lo que escuché con mi don:
—Lo de que te ayudó con el cliente de la fábrica de muebles es mentira. Te engañó.
El apuesto caballero llamado Ethan, visiblemente sorprendido por mi revelación de que aquel hombre mintió haciéndole daño en su mano, me mira con una mezcla de asombro y duda, por lo tanto, me pregunta:
— ¿y… como lo sabes?
—¡Pues, porque el dios de la verdad me lo dijo! —Le respondo haciéndole una pequeña sonrisa—Que pasen buenas tardes.