—¡Ah, ¿eso también era mentira? ¡pégale, hijo mío por mentiroso!
—¡No, Ethan no me pegues, no le creas a esa mujer!
Es lo que escucho mientras me voy corriendo hacia el auto que también renté. Debo verme costosa porque a los ricos les encanta ver gente bonita y bien presentada.
No me compro un auto de marca y ni tampoco ropa de diseñador así como la que estoy usando, porque eso es mucho dinero y estoy ahorrando para comprarme mi casa y estudiar en Harvard. Prefiero alquilar. Así que, mientras camino hacía el Lamborghini que renté, escucho la voz de aquel guapo caballero llamándome:
—¡Oye, oye, muñeca espera!
Me llamó muñeca, un punto negativo, que básico es, así debe de tratar a todas. Con este don, lamentablemente, he descubierto que la mayoría de los hombres tienden a mentir, incluso los menos atractivos. Sin embargo, en medio de mis pensamientos, detengo mis pasos para admirar su apariencia, siendo él un colirio para mis ojos. Después de todo, no es todos los días que se encuentra a un hombre tan guapo. Entonces, estando parada lo veo como se acerca hacía mí.
—¿Dígame, señor? —Le pregunto haciéndome la indiferente.
—Oye, ¿eres una especie de chamana muñeca?—Me sonríe con picardía—. La verdad es que… eres muy hermosa para ser
una bruja. La mayoría de las chamanas que conozco se parecen a la abuela de la película de Disney “Coco” y tú eres toda una hermosura.—Me guiña un ojo.
Al guiñarme el ojo, con ese gesto el encanto que tenía hacía él se desvanece por completo. Es evidente que detrás de esa mirada picarona, se esconde un hombre de mentalidad básica. De seguro se debe acostar hasta con una escoba vestida.
—Eh… no soy una bruja, ni tampoco adivina. Solo trabajo con el dios de la verdad.
Pero bueno, sé que es un básico y todo así que, de igual manera le voy a ofrecer mis servicios, ya que se nota que pagan bien los de esta familia. Así que, saco una pequeña tarjeta de presentación y se la entrego.
—Tome, este es mi número. Ahí también está la dirección de mi local por si desea alguna consulta.
Tomó la tarjeta y mirándome con mucha picardía me dice:
—Uy, ya nos estamos conectando. Y claro que sí iré a tu consulta para que me leas las cartas. Me encanta todo lo esotérico muñeca.—Me hace una sonrisa juguetona la cual me hace dar en evidencia que es todo un perro.
—No señor, yo no leo cartas. Solo… trabajo con el dios de la verdad.
Entonces, para probar lo mentiroso que es este tipo básico pero muy apuesto le digo lo siguiente:
—Me imagino que…eso de muñeca se lo dice a todas ¿no?
—No, no a todas. —Me respondió acercándose más a mi — Mis halagos solo son para las mujeres más especiales, las que se lo merecen porque irradian una belleza sobrenatural así como la irradias tu. Y la verdad bellezas como la tuya se consiguen a cada año bisiesto. Soy un hombre… muy selectivo mi preciosa chamana—Me guiñó el ojo de nuevo.
De repente, en medio de sus palabras que eran basura, sonaban huecas y llenas de falsedad, un extraño silencio envuelve mi mente. El don de detectar mentiras que adquirí de repente no me da señales claras en esta ocasión.
A pesar de eso, mi intuición me grita que las palabras del apuesto mentiroso no pueden ser ciertas. Mi escepticismo se apodera de mí y comienzo a dudar ¿realmente me dijo la verdad? Me sumerjo en un mar de incertidumbre, mientras analizo la situación con cautela.
Enseguida, somos interrumpidos por un hombre de lentes con los dientes chuecos y algo salidos el cual le dice:
—¡Señor, ya encontré la sal gruesa!
Pero él no le presta mucha atención al hombre de dientes chuecos, si no que me está mirando fijamente con mucha picardía.
—Oye, preciosa chamana, ¿estarás disponible para mi mañana? necesito… una consulta.
La verdad es que deseaba saber si él me decía la verdad o me decía mentiras porque me pareció muy extraño. Con cada interacción que he tenido con las personas en todo este año, internamente yo insisto en desentrañar las verdades ocultas, deseando con intensidad desvelar las máscaras que disfrazaban las mentiras más sutiles. Ese afán por descubrir la honestidad en los demás se ha arraigado tan profundamente que ya es parte de mí en todo este año con este don.
—Entonces… ¿según usted yo soy una muñeca especial? —Le pregunto con mucha incertidumbre para saber si me miente o no.
Así que, se acerca hacía mí de manera seductora mostrando lo perro que es, y me responde:
—Jajaja, claro que si lo eres, muñeca hermosa.
Y de nuevo, no siento la voz en mí, pero es obvio que el tal Ethan mentía. Así que, desesperada por saber si mi don no se había ido, le hago una pregunta capciosa muy fácil al otro hombre que parecía ser su trabajador:
—Me imagino que… ¿Usted nunca ha visto porn0 en el trabajo o si?
El tal Ethan mirándome fijamente con una pequeña sonrisa traviesa le dijo al hombre:
—Contéstale a la hermosa chamana.
El hombre de los dientes chuecos se puso nervioso y mirando al tal Ethan le contestó:
—¡No, claro que no!
Enseguida, el sonido del tambor resonó dentro de mí y la voz del dios de la verdad me contestó:
—¡“El miente”!
Ah, un sentimiento de alivio me invade al darme cuenta de que mi capacidad de detectar mentiras no me ha abandonado en su totalidad. Pero quiero saber de nuevo si este hombre no dice mentiras, así que, planeo decirle una pregunta básica, pero el momento es interrumpido por su teléfono celular. Lo mira rápidamente y me dice:
—Oye hermosa chamana… voy a atender esta llamada, pero quiero reunirme contigo mañana a las dos de la tarde en tu consultorio. ¿puedes a esa hora?
De inmediato le respondí:
—Está bien. La hora… de consulta son mil dólares señor.
—Ok, esta bien —dijo con su teléfono en la mano—Nos vemos mañana.
Enseguida, él atendió su llamada y mirándome fijamente porque en todo este tiempo no ha quitado su traviesa mirada de encima lo escuché decir:
—¡Hola, mi querido señor Charles, ya estoy casi que llegando a su casa. Voy conduciendo!
Me guiña el ojo, se voltea y se va hacia su auto. Su trabajador, el hombre de los dientes chuecos lo sigue como todo un perro faldero con una gran bolsa de sal gruesa, entonces, yo estando de pie mirándolo, una sombra de sorpresa se cierne sobre mí al darme cuenta de que no he sido capaz de percibir las mentiras de este hombre llamado Ethan.
A su vez, un torbellino de preguntas invade mi mente: ¿Será que Ethan es una excepción? ¿O acaso mi poder tiene sus límites y no puedo detectar sus mentiras con precisión? Las dudas comienzan a mezclarse en mi cabeza, cuestionándome sobre los misterios detrás de esta situación.
Ocho horas más tarde…
—¡Ay, Wendy, de verdad este lugar me da mucho miedo!
Caminando hacia la puerta de una tenebrosa casa siendo las diez de la noche, Wendy le dijo a su amiga:
—¡Lo sé, pero que más podemos hacer, debemos averiguar que es lo que te pasa con ese individuo, mira que ya te depositó a tu cuenta cinco mil dólares y se nota que está muy interesado en tus servicios! Pero…si descubre que no detectas sus mentiras para de seguro probarte te va a mandar a hacer un r*******o y no estas para eso porque necesitas ese dinero!
De repente, una mujer anciana, vestida de blanco, con el cabello blanco y con una notoria similitud a la abuela del personaje de la película de Disney "Coco", se les apareció por detrás, capturando su atención de inmediato. Su presencia emanaba una energía sobrenatural y una sabiduría ancestral. Entonces, la misteriosa anciana con una voz algo ronca pero firme, les dijo:
—¡Aja, sabía que vendrían!
Ante la repentina aparición de la anciana, Camila y su mejor amiga Wendy se sobresaltaron y, sin poder contener su sorpresa, dejaron escapar un grito lleno de mucho susto:
—¡Ahhhh!
Las dos mujeres se abrazaron y el eco de sus gritos se escuchó por todo ese lugar mientras sus corazones latían aceleradamente, tratando de comprender la inesperada presencia de la anciana y el aura de misterio que la envolvía. Sin embargo, la anciana las observaba con desinterés, y luego revoloteó sus ojos ante el sobresalto de las jóvenes y con su voz algo ronca pero firme les dijo:
—¡Ah, que dramáticas, ni hice nada! ¡para que vienen para acá entonces si se van a asustar! ¡Los jóvenes en estos tiempos son unas gallinas!