CAPÍTULO V-3

2013 Words

Después de que el funeral, una sencilla ceremonia muy bella por su misma simplicidad, concluyó, el doctor Berger le había dicho: —Vaya al jardín. Yo sé que desea estar sola. Ella no había contestado nada, pero se había alejado, casi sin ver, de los largos edificios blancos que formaban el sanatorio, hacia donde estaba el jardín, con sus flores de brillantes colores y sus frondosos árboles. Anduvo hasta que perdió de vista todos los edificios. Luego se sentó en un pequeño banco de madera, en un lugar donde no se oía ningún otro sonido que no fuera el zumbido de las abejas y el canto suave de los grillos. Se movía de manera automática, casi como si otra persona, y no ella, dirigiera sus piernas. Ahora estaba inmóvil, consciente sólo de la oscuridad que había en su alma, de una tristeza

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