Por un momento Pierre pareció quedarse mudo de sorpresa, Ian entró y avanzó un poco hacia el interior del salón.
—¿Quién es usted y qué diablos hace aquí?— preguntó por fin Pierre.
—Los he venido siguiendo— dijo Ian con voz tranquila—, no quería prohibirle a mi prometida que visitara su casa, siempre y cuando se tratara de una visita, puramente.
Había algo amenazador en la forma en que dijo las últimas palabras.
Lentamente, Pierre dejó a Varia en el suelo.
Ella se quedó de pie un momento temblando. Luego, segura de que iba a desmayarse en cualquier momento, se dejó caer en la silla más cercana y se tapó la cara con las manos.
Se sentía no sólo débil, sino herida por la pasión y el dolor de los besos de Pierre, y porque su conducta la había producido un extraño vacío emocional. Se sen
