No podía creerlo, de verdad había sucedido. Aisling permanecía aturdida, rodeada por una sensación extraña, mientras ambos respiraban con dificultad. Sin embargo, era plenamente consciente de lo que había hecho, lo que había presenciado y aprendido. Soltó el agarre y observó su mano, confusa al no entender qué era lo que veía. Alaric pronto lo notó. —Es mi eyaculación —le explicó con suavidad, todavía agitado—. Semen, para ser más precisos. Cuando un hombre está demasiado excitado y llega al límite del placer por el toque de una mujer, expulsa esto. —Entonces tú... —Llegué a mi límite, gracias a ti —susurró, uniendo su frente a la de ella y rozando su nariz con la suya—. Eres increíble, Liebling, fue maravilloso. —¿De verdad? ¿Te sentiste bien?. —Como nunca antes, te lo puedo asegura