Capítulo 12

2237 Words
A pesar de las palabras que Inuyasha me dijo en el camerino, que causaron que esté muy tensa durante los primeros minutos, ahora con Bankotsu dándome toda su atención estoy relajada. Bankotsu es un excelente ex novio, es por eso que no tengo problemas en compartir mesa con él sin querer mocharle el pene. Si, en su momento su traición dolió, pero luego me tome el tiempo para mí, para sanar y eso me ayudó a que ahora estemos en una mesa sin yo sentir odio o corazones en los ojos. Supongo que eso es parte de madurar, aprender a lidiar y sanar dolores que en un momento de nuestra vida nos marcaron. —Realmente me sorprendí al verlo llegar a mi trabajo—susurro llevando un pedazo de pizza a mis labios y dándole un pequeño mordisco. Bueno, la dieta como que tendrá que esperar otro día. Además de que estoy tratando de conseguir otro empleo porque con este no tengo muchas ganancias, solo cubre algunas de mis necesidades y eso me tiene un poco demente. De pasar de tener un buen sueldo con el cual dormir tranquila ahora estoy toda nerviosa sobre como el dinero me debe durar hasta el fin de semana. Algo que muchos consideran malo es que me gusta callar estas cosas, la parte monetaria siempre me ha dado pena confesar que estoy algo floja. Es por eso que ninguno de mis amigos sabe lo que pasa. Sé que si Miroku se entera estaría depositando dinero sin yo quererlo y llevando compras, él tiene sus asuntos como para molestarlo con los míos, me siento incomoda cuando eso pasa. —Necesitaba ver la mujer ardiente que me sedujo en la fiesta—comenta en broma Bankotsu haciendo que luego de tragar yo le sonría. —Realmente eres guapo Bankotsu—susurro mirándolo—ya veo por qué te hice caso, estas buenísimo—él se ríe abiertamente. —Ya lo indagué Kag, sigue soltero—me guiña un ojo Kikyo y ruedo los ojos. Bankotsu deja caer uno de sus brazos por mis hombros haciendo que lo mire y enarque una ceja. —Ya sabes, disponible para ti siempre—alejo su brazo con una pequeña sonrisa en mis labios. —No me gustan los putos como tú—comento. Levanto la mirada al frente donde tengo a Inuyasha mirándome con el ceño fruncido, eso antes de que Kikyo lo llame y lo bese. Desvío la mirada hacia Bankotsu quien sigue sonriendo como si estuviese en algún concurso de sonrisa mortal. Gracias a que hay dos adonis en la mesa muchas de las camareras del pequeño centro cercano a mi trabajo están mirando como mujeres que necesitan atención. —¿Quieres más pizza Kagome?—pregunta Inuyasha cuando Kikyo deja de besarlo. Niego con suavidad evitando hacer contacto visual con él. Lo cual es estúpido porque lo tengo al frente y en algún punto lo hacemos mucho. —Gracias, pero creo que ya no quiero más—miro la única rebanada que comí y siento pena de mi misma. Cuando antes comía hasta una caja yo sola ahora debo llevar una dieta. No puedo quejarme porque es mi empleo, el único que tengo ahora y a pensar de haber enviado mi solicitud en varias instituciones ninguna me ha dado respuesta. Eso sí es triste. —¿Solo una rebanada?—pregunta él frunciendo esos bonitos labios que tiene, trato de evitar babear frente a su novia. —Tengo una dieta que seguir por el trabajo—comento con tranquilidad. —¿Por qué no buscas otro empelo?—pregunta Kikyo robando unos chocolates que Bankotsu dejó en la mesa. Suspiro mirándola. —Porque no aparecen porque yo diga: ¡Oh, aparece empleo!—ella ríe aun cuando fui irónica con ella—me queda esperar que me llamen—me encojo de hombros. —¿Qué sabes hacer?—pregunta Inuyasha y detengo el: dar buenas mamadas que quiere salir de mis labios—además de lo obvio, toda una maestra—me mira fijamente y mi estómago se retuerce. —De todo un poco—murmuro con timidez. —Soy socio en un club de natación, hay vacantes disponibles para algunos puestos—comenta con una sonrisa—puedo ayudarte a entrar si quieres o intentarlo por tu misma, la paga es muy buena—Kikyo aplaude y asiente hacia mí con ojos brillantes. —Eso es perfecto Kagome—dice sonriendo—tienes que hacerlo, además, Inuyasha trabaja ahí será perfecto para que ambos socialicen—dice entusiasmada. Define socializar Kikyo, porque yo muy bien podría socializar con la lengua de Inuyasha junto a la mía. Sería una bonita socialización. Alejo esos pensamientos tan pronto llegan a mí, por Dios. Tengo que controlar mi lado zorristico porque se está saliendo de control. Lamo mis labios y le sonrío sin saber cómo declinar la oferta. Ya Inuyasha puso la idea en la cabeza de Kikyo y ella no parará hasta que acepté. No sé por qué presiento que más allá de querer que yo tenga un nuevo empleo se oculta otra cosa. —Lo pensaré—comento finalmente. —Aquí tienes la tarjeta—Inuyasha saca de su cartera una tarjeta y me la tiende, sus dedos acarician mi mano al pasarla y eso me hace fruncir el ceño. Un beso en mi cuello me hace girar y Bankotsu sonríe con suficiencia. —¿Pasa algo?—pregunto y él asiente. —Ya tengo que irme, pero siempre estoy encantado de verte Kagome—murmura—pronto será mi cumpleaños y lo celebraré como Dios manda, deberías envolverte en un laso y esperarme desnuda como regalo. Ese sería el regalo perfecto—no puedo evitar reír a lo que él me guiña un ojo—ha sido un placer Inuyasha—le pasa la mano a Inuyasha y luego besa la mejilla de Kikyo—los espero a los tres en mi cumpleaños, a ver si la convencen de esperarme de esa manera como regalo—niego dándole un abrazo y viendo cómo se aleja luego. —Tiene buen culo—digo y me doy cuenta que hablé en voz alta. —Uno muy bueno, pero el de Inuyasha es mejor—comenta ella con ojos picaros. Inuyasha se ríe. —Te tomaré la palabra—dice sonriendo. —Creo que ya debemos irnos, estoy agotada y necesito descansar—ellos se levantan y yo tomo mis cosas. —Vamos, las escoltaré hasta sus autos porque tengo que ir al club—salgo de la mesa y cuando comienzo a caminar siendo la mano de Inuyasha en mi espalda baja haciéndome tragar en seco. Veo que hace lo mismo con Kikyo de manera causal, pero el tacto fuerte no se siente como algo casual. Cuando llego me despido rápidamente de los dos y huyo los más rápido que puedo. Al parecer si soy una cobarde después de todo porque solo hago huir. *** Estar en mi casa acostada es todo lo que necesitada. No puedo evitar mirar los álbumes de fotos, las pocas fotos que pude sacar de esa casa donde estoy con mi abuelo. Lo extraño mucho. Él fue mi abuelo, mi padre, un guía y un amigo. Es difícil no quererlo devuelta cuando solo trajo a mi vida sonrisas y felicidad, un hombre que cuando todo se sentía mal me hacía sentir mejor con un pequeño beso en la frente y una historia súper genial inventada por él. Es por eso que me abrazo a su manta favorita en la cama, buscando el calor familiar que tanto quise tener y que solo él me dio. Abrazar su manta me hace sentir segura, protegida como sus brazos lo lograban. —Te fuiste muy pronto abuelo, aun tenías muchas cosas que enseñarme. Muchas cosas que corregirme y muchas cosas en las cuales ayudarme—murmuro a la nada en mi habitación. Siempre que siento es vacío hablo a la nada porque de esa manera me siento cercana a él. A un hombre que desde donde sea que se encuentre yo sé que sigue apoyándome como tantas veces lo hizo. >> Aunque seguro estarías decepcionado del fracaso que soy abuelo, lamento no ser la nieta que quisieras, realmente no sé qué estoy haciendo con mi vida—murmuro—odiabas a los cobardes, pero sin saberlo amaste a una. Porque me amaste y no soy más que una jodida cobarde que no sabe tomar una decisión correcta. Sigo siendo esa niña que se sentía perdida abuelo, al parecer no aprendí del gran hombre que fuiste—termino de hablar. Escucho el timbre y me levanto de la cama para caminar hasta la puerta. La abro y la figura de mi madre aparece en mi campo de visión. Con una falsa sonrisa ingresa a mi casa sin siquiera yo invitarla. Cierro la puerta para observarla. Una mujer de buen porte, hermosa, elegante y con una mirada con tan poca humildad. Con una mirada ambiciosa, con un jodido egoísmo plasmado en el rostro. —Kagome—mira todo con asco. Claro, ella está acostumbrada a vivir en la mansión y un pequeño apartamento es algo detestable para la gran Naomi Higurashi. —Hola madre—saludo cordial—¿Qué te trae por aquí?—pregunto sin importarme no ser amable y brindarle algo. Ella no es una grata visita en mi pequeño hogar, de hecho, creo que debería prohibidle la entrada al lugar. No recuerdo ponerla en la lista de personas que pueden subir a mi piso. Aunque eso a ellos no le importan, total, con dinero creen que pueden comprar el mundo. —No sé cómo soportas vivir en este lugar—la escucho murmurar antes de suspirar—tienes que casarte con el chico—me señala con sus largas uñas pintadas de rojo yendo directamente al grano. —No lo haré—respondo sin alterarme. Me desplomo sobre el mueble y juego con el cojín. Los ojos de ella me analizan como si acabara de decir la peor oración del mundo. —Lo harás, soy tu madre y debes hacerme caso en lo que te digo Kagome—la miro en busca de que diga alguna otra cosa—Abi aún es muy joven para casarse. Sin embargo, tú tienes la edad suficiente y la madures para controlar a un esposo. ¿Piensas dejarle la responsabilidad a tu pequeña hermana? Porque te hacia más comprensible y menos perra Kagome—mis uñas están apretando con fuerza el cojín y mi mandíbula está tensa al igual que todo mi cuerpo—eres muy egoísta con tu hermana, ella te adora y tú no haces el intento de estar con ella. No te crie de esa manera Kagome, te inculqué valores, los valores suficientes como para que no seas esta persona horrible en la cual te estás convirtiendo—ella camina hasta estar frente a mí. Sus labios tienen esa mueca de disgusto mientras sus ojos solo son dos pozos de desprecio a mi persona—tienes que casarte Kagome—me da una sonrisa como si todo el discurso barato y de mierda me importara. >> Recuerda que somos tu familia, la única que tienes y aun siendo esta mujer llena de imperfecciones y decepciones te aceptamos como eres. Deberías agradecer un poco todo lo que hemos hecho por ti. A Abi aún le queda un mundo que vivir, pero tú no. Abriste las piernas desde joven, tienes experiencia Kagome—la mandíbula me duele de tan tensa que la tengo. —No lo haré—mi voz sale tranquila a pesar de que mi corazón es estrujando con fuerza—no me interesa pagar nada, y me recuerdo renunciando a tener una familia tan asquerosa como es la de ustedes—murmuro—Abi es la hija mayor, no es mi pequeña hermana porque no la considero siquiera como una hermana—Naomi niega mirándome. Me levanto dándole el frente. Es duro saber que tu familia no te quiere, que le importas tanto como para hacerte una infeliz toda la vida. Su maldita empresa vale más que la felicidad de su hija mayor. No sé qué fue lo que les hice a ellos. No entiendo por qué me detestan tanto. Nunca fui mala hija, siempre fui respetuosa y muy cariñosa. Les regalaba las calificaciones más altas de todo el colegio. Siempre buscando la manera de hacerlos felices y que se sientan orgulloso de mi. —Lo harás maldita sea—su mano apresa con fuerza mi brazo mientras me regala una mirada intimidante. La misma mirada con la que lograba que me orine encima cuando era niña gracias al miedo que me daba. —Largo de mi casa—le digo sin titubear—te quiero fuera Naomi Higurashi, no me voy a casar, ahora... Largo—ella me suelta y me sonríe con burla. —Lo harás Kagome, sabes que lo harás. Porque cuando me propongo algo hasta no conseguirlo no me detengo. Que te quede claro que la que tiene el poder soy yo. No eres más que un fracaso, maldita mocosa fracasada, eres una decepción para todos, hasta para ti misma—sale azotando la puerta con fuerza mientras yo me permito llorar libremente. Porque al final me siento de esa manera; un fracaso y una gran decepción.
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