Capítulo 5: No me importa

819 Words
Emiliana –¡Santo Dios, Emiliana! ¡¿Qué has hecho?! Exclamó mi madre al verme entrar con alegría, luciendo un nuevo estilo. Me tomó del brazo con rudeza, obligándome a caminar hasta la habitación en donde nos encerró poniendo seguro a la puerta. –¿Cómo se te ocurre hacer esto? ¡Mira nada más! Tocó lo que quedaba de la larga cabellera sin poder creerlo. Me causó bastante gracia la expresión que encajó cuando no pudo digerir que incluso me había atrevido a hacer un flequillo sobre la frente. –¿Por qué lo hiciste? ¡¿Por qué justo a tan pocos días de la boda?! ¡Tu peinado ya estaba decidido! ¡Santo cielo! Santino había pedido que el velo dejara tu lucir tu cabello ese día. ¡Niña tonta! Ni siquiera me molesté en responder, tampoco en poner malas caras o sorprenderme. Simplemente tomé asiento frente al sillón junto al tocador para observar mi nueva imagen, no estaba tan mal después de todo. –¿Qué haremos? ¿Qué haremos? –murmuró mi progenitora para sí misma, llevándose una mano a la cabeza– ¡Eso es! ¡Extensiones! Podemos usar unas buenas extensiones de cabello para ese día, luego puedes decirle que lo cortaste… –No voy a usar nada de eso. Concreté sacándola de sus pensamientos. –Si Santino es el buen hombre que aparenta frente a ustedes, sabrá comprender algo tan simple como un corte de cabello. No he cometido ningún pecado, cambiar o no mi imagen es mi decisión. –¿Por qué siempre tienes que hacer las cosas tan difíciles? ¿Tanto te costaba esperar hasta después de la boda? Reprochó como si casarme hubiese sido una idea originaria de mi propia iniciativa. ¡Ni siquiera lo consultaron! Me estaba casando con Santino solo porque los demás lo querían y lo peor era que ni siquiera valoraban el esfuerzo, tan solo se enfocaban en exigir cada vez más sacrificios de mi parte. El sonido del timbre inundó todo el recinto, alertándonos a ambas. La razón de toda la discordia se encontraba allí para la visita habitual de cada noche antes de dormir. –¡Santino está aquí! ¡Maldición! –caminó de lado a lado pensando en una solución rápida– Quédate aquí, le diré que te quedaste dormida temprano. –No pienso esconderme. –¡Obedece! –gritó exasperada– No te muevas de aquí. La observé desaparecer tras la puerta para recibir al invitado. Maldije en silencio con desolación antes de pensarlo durante varios minutos, finalmente llegué a una conclusión que no me agradó para nada. “Si aun sin estar casados no puedo tomar decisión sobre algo tan simple como un corte en mi propio cabello, ni siquiera imagino lo que me espera luego de convertirme en la señora Testa.” –Maldito Santino Testa. Se me ocurrió imprecar en voz alta antes de desobedecer las órdenes de mi madre. Salí de allí para bajar las escaleras en busca de mi prometido. Mi madre, Aida Ferrara, no podía estar más orgullosa de ser la futura suegra de Santino. Cada vez que estaba frente a él ni siquiera podía disimular lo mucho que se desvivía por atenderlo. La vi explicarle con pena el ajetreado día de una futura novia para excusar mi supuesto sueño prematuro. Él fue comprensivo y en primera instancia pidió que no me despertaran, expresó sus deseos de hacer el día de la ceremonia inolvidable por milésima vez. Vi el momento de hacer mi triunfal aparición cuando estaba dispuesto a marcharse. Le costó reconocerme al inicio, sin embargo tras unos breves momentos, asimiló que bajo esa nueva corta maraña de cabello se encontraba su prometida. –¿Ya te vas? –pregunté apareciendo con aplomo y una sonrisa de suficiencia en el rostro– ¿Tan rápido? –¿Emiliana? ¿Qué te pasó? Es decir… Por poco y no te reconozco con ese corte nuevo. La mirada fulminante de mamá solo se pudo disimular cuando Santino la miraba. Aunque en el fondo sabía que se recreaba ahorcándome. –¿Te gusta? Es mi nuevo corte, quise hacer algo distinto antes de la boda. No supo qué responder, encubrió su poca conformidad con una sonrisa brillante. Sus ojos azules viajaron por todo mi nuevo aspecto. –Luces preciosa, me encanta. Aida respiró aliviada. Yo solo atiné a sonreír complacida, puesto que en el fondo tenía en cuenta lo mucho que lo había fastidiado. –¿Lo ves mamá? A Santino le gusto de cualquier forma, no hay de qué preocuparse. Esa actitud petulante y odiosa no cesó hasta que fui a dormir esa noche, con el buen sabor en la boca tras haber jodido a mi prometido por primera vez. “Y no sabes lo que te espera luego de casarnos. Haré tu vida un infierno” Pensé antes de caer presa del sueño.
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