Capítulo 4: Es ella

485 Words
Angelo Las características de la muchacha que iba en aquel taxi no eran precisamente las brindadas por Alonzo. Me habían descrito a una mujer con el cabello largo y esa llevaba la mata de pelo hasta los hombros. Si ella era la correcta, empezaba a entender los deseos de Santino al querer asegurarla con el matrimonio. La muy condenada era preciosa, sus ojos te invitaban a querer conocerla incluso cuando solo llevabas unos segundos frente a su presencia. –¿Angelo? –consultó Alonzo a través del auricular siempre encendido– –Esa chica no calza con las características que me describieron –respondí, esperando una respuesta– –Es ella. La seguimos durante todo el día, entró a un salón de belleza hace unas horas, salió con un nuevo corte de cabello. Al parecer los hombres de Adriano creyeron que sus ojos eran café, pero son verdes, tal vez debió ser por la noche. “Definitivamente, entiendo a Santino” Pensé, empezando a comprender la urgencia por tener una ceremonia privada a la brevedad posible. “No quiere que nada arruine ese día. Realmente desea casarse con ella” –¿Estás con nosotros todavía? –preguntó Alonzo una vez más, extrañado por tanto silencio de mi parte– –Necesito que apresuren los reportes e información sobre esa chica, deseo conocer todo sobre su relación con Santino. Quiero tener los datos incluso del lugar en el que se conocieron por primera vez, también necesito un informante dentro de su casa. La prisa me abordó. Una extraña urgencia por volver a verla nació desde el interior. Si para doblegar a Santino tenía que usarla a ella, no lo dudaría ni un segundo. –Tenemos a una persona que quiere colaborar con nosotros. Puedo citarla esta noche ¿Deseas interrogarla o prefieres que lo haga yo? –Lo haré yo. –la sorpresa en Alonzo se disfrazó de silencio. Lo escuché tragar saliva antes de pronunciar otra cosa– –Angelo, sé que esto es muy importante para ti, pero necesito que no te dejes llevar por las emociones. Podrás tener a Santino en tus manos como se te antoje, siempre y cuando seas paciente o metódico. No pierdas los estribos por las ansias que tienes que matarlo. Caminé hacía el auto que me esperaba algunas calles más allá mientras escuchaba sus consejos. Solo Dios sabía lo estoico que luchaba por ser pese a que me costaba. De no haberlo sido, sucumbiría por completo a mis deseos más bajos y en ese momento el principal de ellos se resumía a pedirle al chofer que siguiera a la muchacha que me había dejado tras tomar un taxi. El odio por Testa era más grande que mis impulsos imbéciles por una mujer. –Ya lo sé, –respondí de mala gana– no voy a perder esta oportunidad, así sea lo último que haga en esta vida.
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