Emiliana Los pasos de mi padre camino al despacho fueron como música para mis oídos. Tras una rápida ducha, con ropa cómoda y más ligera, fui en su búsqueda. Lo encontré revisando los cajones de su escritorio, en donde halló una simple fotografía que guardó de inmediato en el bolsillo interno de su chaqueta. –¿Papá? –pregunté presentándome ante él. Sus ojos se abrieron incrédulos ante mi imagen– La figura de Marco Ferrara, mi padre, se había vuelto delgada, demacrada y cabizbaja en solo cuestión de días. Las enormes bolsas oscuras bajo sus ojos me dieron una pequeña idea del tormento que estaba viviendo. Su rostro tomó color automáticamente cuando descubrió que mi imagen no era parte de su imaginación. –Papá… –susurré antes de correr hacía él para ser estrechada entre sus brazos.