Emiliana –¿Estás bien? Me preguntó Sofía recargando el arma de fuego que maniobraba como si fuese un juguete de niños. ¡Claro que no estaba bien! ¡Nada podía estar bien cuando me encontraba en medio de un secuestro! Omití todo lo tenía para decirle y simplemente me acomodé en el asiento, estirando por fin la espalda. La afluencia de gente empezó a darme indicios de que llegábamos a la parte de la ciudad mucho más poblada. Más autos y edificaciones con negocios dentro de ellas me hicieron sentir la calma que tanto necesité durante días. –¡Este tráfico va a matarme de un infarto! Exclamó el pelirrojo Fernando, ingresando por un pasaje angosto que permitía a los autos ir en una sola dirección a la vez. La vía apenas albergaba a un par de hombres cruzando sus caminos para dirigirse a