Emiliana
Quedarme a cargo de la tal Sofía era lo más parecido a ser cuidada por una niñera.
Podía notarse con tan solo mirarla cuanto odiaba esa labor, además de ser extremadamente aburrida para ambas. Pasada las seis de la tarde me obligó a dar un paseo por el amplio jardín trasero, que al poco tiempo se convirtió en una parada permanente cerca al estanque.
No hablamos durante un largo periodo, tampoco era que se tuviera muchos temas de conversación para uno de tus secuestradores. Mi presencia allí era tan cuestionable como el futuro que me esperaba junto a ellos, partiendo por el hecho de que ninguna víctima de secuestro era encerrada en una casa de lujo, con comida, permiso se recorrer toda la casa o tendría que desposar a su captor.
Mi guardiana se sentó en uno de los troncos fr
