Capítulo 8

2209 Words
El ambiente entre Dimitri y yo se había vuelto extraño después de nuestra conversación de la noche anterior. No habíamos hablado más del tema, pero las palabras seguían resonando en mi mente: "Vamos a tener que vivir como una verdadera pareja." ¿Qué significaba exactamente eso? ¿Qué implicaba? Intenté no pensar demasiado en ello mientras me ocupaba de Azad y sus necesidades matutinas. Había preparado el desayuno y Azad ya se encontraba en la mesa degustándolo. Me dediqué a recoger cada juguete del suelo hasta que un ruido llamó mi atención. La puerta del despacho se abrió, dejando salir a un Dimitri bastante rojo de coraje y con una cara de pocos amigos. —¿Todo bien? —pregunté con cautela, sabiendo que mi tono no ocultaba mi preocupación. Dimitri me miró, y durante un breve instante, pareció decidir si compartirme lo que estaba pasando. Finalmente, suspiró y sacudió la cabeza. —Adelia y Mauro están moviendo sus piezas. Me han amenazado con buscar pruebas de que este compromiso es... un fraude. La palabra me golpeó de lleno. Lo miré a los ojos, esperando que dijera algo que disminuyera mi ansiedad, pero en lugar de eso, continuó: —Mauro insinuó que contratarán a un investigador para seguirnos. Cualquier inconsistencia, cualquier... señal de que esto no es real, podría ponernos en una posición muy difícil. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Dimitri se acercó, acortando nuestra distancia hasta quedar frente a mí. —Kate, necesito que entiendas algo —dijo, con la voz baja y firme—. A partir de este momento, no podemos fallar. No solo frente a mi familia, sino en cualquier parte. Azad está en juego. Asentí, aún asimilando sus palabras. En ese momento, su seriedad me impactó. Este hombre haría lo que fuera por su sobrino, y ahora yo formaba parte de ese plan. —Cuenta conmigo. Haremos de esta relación la más creíble para que Azad siga con nosotros. Al terminar de desayunar, acompañamos a Azad a jugar en el jardín trasero. Mientras él jugaba, Dimitri y yo tratábamos de organizar nuestra rutina. Desde ahora, debíamos compartir el espacio de manera que pareciera natural, como si realmente fuéramos una pareja. —Creo que deberías mudarte a mi habitación —sugirió él, mirándome fijamente mientras se apoyaba en la mesa del jardín. —¿Qué? —pregunté, mi corazón acelerándose. —Es lo lógico. Si alguien entra a la casa por cualquier motivo, no puede haber ninguna duda de que estamos viviendo como un matrimonio. Sentí que me ruborizaba al imaginarme compartiendo espacio con él. La idea era aterradora, pero también había algo en su tono tranquilo y decidido que me dio una extraña sensación de confianza. —Está bien, supongo que tienes razón. —Tranquila —añadió, suavizando su expresión—. No pretendo invadir tu privacidad. Puedes tomar el lado que prefieras de la cama. La broma inesperada me hizo soltar una pequeña risa, aliviando la tensión. —Derecha. Siempre duermo del lado derecho. Él sonrió, y por primera vez desde que todo esto comenzó, sentí que podíamos manejarlo juntos. —¿Algo que deba saber al compartir habitación? —Nada fuera de lo habitual. Pediré que acomoden tus pertenencias junto a las mías en mi clóset. Es lo normal en una pareja. Su móvil sonó; lo revisó y suspiró, pasando su mano por el rostro. —Es mi madre. Nos ha invitado a cenar a su casa esta noche y estarán presentes Mauro y Adelia. —¿Y eso es bueno? —No lo sé. Pero entre más interactuemos con ellos y les hagamos creer que nuestra relación es real, menor será el peligro. El día pasó sumamente rápido. Llegó la noche, y nos encontramos en casa de la señora Demet. No dejaba de pensar que esta cena sería un campo minado. Desde el principio, las miradas de Adelia y Mauro no se apartaban de nosotros. Cada gesto, cada palabra, parecía estar bajo escrutinio. Dimitri, en un intento por solidificar la fachada, se comportaba de manera cariñosa. Colocaba su mano sobre la mía de vez en cuando y dirigía comentarios hacia mí con una familiaridad que no era del todo real, pero que comenzaba a sentirse natural. —Kate, ¿cómo es vivir con mi primo? —preguntó Elyf con una sonrisa amable. —Es... interesante —respondí, tratando de mantener la calma. Luego me giré hacia Dimitri con una sonrisa—. Es más relajado y divertido de lo que imaginé cuando nos conocimos. La respuesta provocó una risa ligera en algunos, pero Adelia y Mauro seguían observándome, como depredadores esperando que cometiera un error. Dimitri intervino, tomándome de la mano y desviando la atención. —Kate ha sido una bendición para Azad y para mí —dijo con un tono cálido que casi me hizo creer en sus palabras. Los ojos de la señora Demet se posaron en nuestras manos entrelazadas, y por un momento, pensé que iba a hacer alguna pregunta incómoda, pero en su lugar, sonrió con aparente aceptación. —Me alegra que mi hijo esté con una mujer que se preocupa por el bienestar de él y de Azad, Kate —me sonrió de manera cálida—. En un principio tenía mis dudas, pero ya veo que mi hijo no se ha equivocado. —Gracias, señora Demet. Me sentía mal por mentirle de esta forma, pero se trataba del bienestar de mi pequeño Azad. La cena transcurrió con tranquilidad. Al terminar, regresamos a casa completamente satisfechos de nuestra actuación frente a todos. Al llegar a casa, Azad se encontraba completamente dormido. Dimitri lo llevó a su habitación, y la casa quedó en silencio. Me senté en el sofá del jardín trasero y me dediqué a mirar el cielo estrellado, contemplando sus maravillas en total calma. —Hoy lo hiciste bien —dijo de repente, rompiendo el silencio al sentarse a mi lado. Lo miré, sorprendida por el cumplido. —¿A qué te refieres? —En la cena. Las miradas de Adelia intentaron presionarte, pero te mantuviste firme. No todos podrían manejar la presión de esa forma. Sentí un calor extraño en el pecho ante sus palabras. — Aunque no fue fácil. Siento que todos ellos pueden ver a través de mí. —No te subestimes, Kate. Eres mucho más fuerte de lo que crees. Por un momento, nos quedamos en silencio, y el ambiente cambió. Había algo diferente en sus ojos, como si estuviera viendo más allá de la persona que había accedido a este arreglo. —Dimitri... —comencé a decir, pero las palabras se atascaron en mi garganta. —Lo sé —dijo suavemente, como si pudiera leer mis pensamientos—. Todo esto es complicado, pero quiero que sepas algo: confío en ti. Sus palabras me golpearon con fuerza. No era algo que esperaba escuchar, y mucho menos de él. —Yo también confío en ti —respondí finalmente, sorprendida por lo sincera que sonaba mi propia voz. Nos quedamos allí, en silencio, mientras el reloj marcaba la medianoche. Por primera vez, sentí que, tal vez, este matrimonio de conveniencia no sería tan simple como pensé. Y, para mi sorpresa, esa posibilidad no me asustó tanto como debería. —Gracias, Kate. Por todo esto... y por soportarme. —No es tan terrible, ¿sabes? —Bromee—. Quizá un poco mandón, pero nada que no pueda manejar. Dimitri soltó una risa, genuina y baja, una risa que escuchaba por primera vez de parte de él . —Mandón, ¿eh? Tomaré eso como un cumplido. Verlo sonreír de tal manera era sorprendente. Su semblante relajado lo hacía ver más guapo y por primera vez no estaba cerrado o a la defensiva. —Deberíamos irnos a dormir —dijo él, poniéndose de pie—. Mañana será otro día largo. "Oh oh" Asentí levantándome tratando de verme segura,pero realmente moría de susto y nervios por dentro. Compartir habitación era un espacio íntimo y por primera vez lo compartiría con un hombre. "Si no fuera virgen no estaría tan nerviosa" Al llegar a la habitación, abre la puerta dejándome pasar y ver lo amplia que es. —Si alguna vez te sientes incómoda, dímelo. No quiero que esto sea más difícil de lo que ya es. —Musitó. —Tu lado derecho está ahí —dijo él, señalando el espacio junto a la ventana con una sonrisa leve—. Tal como lo pediste. Asentí sintiéndome extrañamente nerviosa. Mientras acomodaba algunas de mis cosas, Dimitri se quitó el saco y los zapatos, quedándose con una camisa sencilla que dejaba ver sobre ella sus brazos bien trabajados. Entro al cuarto de baño y sentí como dejé salir la respiración que ni siquiera me había dado cuenta que detenía. "Compartir habitación va ser más difícil de lo que pensé" Decido irme a mi antigua habitación a darme un baño rápido y a colocarme mi pijama, al regresar entro a la casa y trato de acomodarme pero no puedo encontrar comodidad. Veo como sale del cuarto de baño en un pantalón chandal n***o y una sudadera blanca, me observa y camina hasta llegar al otro lado de la cama. Apaga la luz principal, dejando solo la lámpara de la mesa de noche encendida, me acomodé en mi lado derecho de la cama. Sentí el colchón firme bajo mi espalda y traté de concentrarme en el ritmo de mi respiración, pero era imposible ignorar su presencia. Estaba a apenas un par de metros de distancia, su figura apenas visible bajo la tenue luz. Dimitri no parecía incómodo. Se movió con naturalidad, colocando su reloj en la mesa y ajustando las sábanas a su lado. Era como si estuviera acostumbrado a esta proximidad con otra persona, pero para mí, la situación era completamente nueva. El corazón me latía con fuerza, y aunque intentaba racionalizarlo, no podía evitarlo. Todo esto era un acuerdo, un arreglo; no había nada real entre nosotros. Pero entonces recordé el modo en que me había mirado en el jardín. Había algo en sus ojos, algo que parecía más allá del simple deber para con Azad. Intenté sacudir esos pensamientos de mi mente. No tenía sentido leer demasiado en una mirada. —¿Todo bien? —su voz rompió el silencio, baja y tranquila —. Pareces inquieta. Giré la cabeza ligeramente hacia él, encontrándome con su perfil bajo la tenue luz. —Sí, todo bien —respondí, aunque no estaba segura de que eso fuera cierto. Él asintió y se giró hacia el techo, quedándose en silencio de nuevo. Pero ahora había algo diferente en el ambiente. Un peso que no podía ignorar. Me obligué a cerrar los ojos, intentando pensar en algo, cualquier cosa que no fuera Dimitri. Pero mi mente seguía regresando a lo mismo: la forma en que había hablado de Azad, la seriedad en su voz cuando dijo que confiaba en mí, y cómo había intentado aliviar la tensión con una broma sobre qué lado de la cama prefería. No era justo. No era justo que fuera capaz de ser tan frío y práctico un momento, y luego tan humano y genuino al siguiente. No era justo que lograra que me sintiera segura con él, incluso en una situación tan complicada como esta. Cuando el silencio se hizo más profundo, pensé que tal vez ya estaba dormido. Pero entonces, escuché su voz otra vez, apenas un murmullo en la oscuridad: —Gracias Kate. Mis ojos se abrieron, sorprendida por la inesperada gratitud en su tono. —¿Por qué? Dimitri giró ligeramente la cabeza hacia mí, y aunque la luz era tenue, pude ver la sinceridad en su mirada. —Por estar ahí. Por hacerlo bien frente a ellos. Por Azad. Tragué saliva, sintiendo una oleada de emociones que no esperaba. Había algo tan genuino en sus palabras que hizo que mi pecho se apretara. —No tienes que agradecerme —dije, aunque mi voz sonó más suave de lo que pretendía—. Esto también es importante para mí. Azad lo es. Asintió, pero no dijo nada más. Y, por un instante, pensé que el momento había terminado. Pero antes de que pudiera darme la vuelta y acomodarme para dormir, Dimitri habló de nuevo, su tono más bajo, más personal: —No sé cómo habría hecho esto sin ti. El calor en mi pecho regresó con fuerza, y no supe qué decir. Él no era un hombre que mostrara sus emociones fácilmente, pero en esas pocas palabras había dejado entrever lo mucho que esto significaba para él. —Estamos en esto juntos, Dimitri —dije finalmente, encontrando mi voz. Él no respondió, pero el silencio que siguió no fue incómodo. Fue... diferente. Como si ese breve intercambio hubiera cambiado algo entre nosotros, algo que no estaba lista para nombrar. —Buenas noches, Kate —dice él, apagando la luz del techo y dejando solo una lámpara tenue encendida. —Buenas noches —respondí en un ligero susurro. Mientras el sueño me alcanzaba, una parte de mí no podía dejar de pensar que este matrimonio, este arreglo, estaba comenzando a parecer más real de lo que debería. Y eso, por alguna razón, me asustaba tanto como me reconfortaba... .
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