Capítulo 9

1350 Words
Oficialmente, entrábamos en la mejor época del año. "Diciembre" Y con ella, toda la emoción de la Navidad. Dimitri se había encargado de enviar decoradores a adornar e iluminar toda la casa, excepto el árbol de Navidad, porque de eso nos encargaríamos Azad y yo. Habíamos salido a buscar el árbol junto a Dimitri, explorando cada rincón en busca del adecuado. Azad lucía emocionado, con una energía casi infantil, mientras inspeccionaba los árboles y los adornos navideños. —Si no fuera por Azad, ya habría mandado a los decoradores a encargarse de todo esto —murmuró Dimitri, mirando a su alrededor con gesto impaciente—. Para mí, todo esto es nuevo. —¿Nunca has decorado un árbol de Navidad tú mismo? —le pregunté, sorprendida. —De hecho, nunca he puesto un solo adorno navideño en mi casa —confesó, encogiéndose de hombros—. No era lo mío, y mucho menos porque siempre estaba sumergido en el trabajo. —Eso cambiará este año —le aseguré con una sonrisa traviesa—. Porque nos encargaremos de contagiarte de todo el espíritu navideño. Azad se acercó en ese momento, llevando un paquete de esferas doradas y rojas. —¿Y si llevamos estas? Creo que combinarían perfecto con las luces blancas. Dimitri arqueó una ceja, evaluando las esferas como si estuviera a punto de firmar un contrato multimillonario. —Están bien —dijo, encogiéndose de hombros—, aunque no sé mucho de esto. Azad soltó una carcajada, y yo no pude evitar unirme. —¡Dimitri! —exclamé divertida —. ¡Es Navidad, no un proyecto corporativo! Relájate. —Está bien, está bien —murmuró Dimitri, alzando las manos en señal de rendición—. Solo quiero que todo sea perfecto. —La perfección está en los momentos, no en los adornos —le dije, colocándole una mano en el hombro. Dimitri me miró, pensativo, como si esas palabras tuvieran más peso del que yo misma entendía. Finalmente, elegimos un abeto frondoso que apenas cabía en la camioneta. De regreso a casa, nos repartimos las tareas: mientras Azad y yo nos encargábamos de desempacar los adornos, Dimitri luchaba con las luces, algo que claramente estaba fuera de su zona de confort. Entre risas y algún que otro desastre como las luces que se enredaron en su cabello,Dimitri comenzó a relajarse. En un momento, Azad se acercó a mí, con las manos cubiertas de escarcha plateada de uno de los adornos. —Creo que a mi tío le terminará gustando esta navidad —susurró, con una sonrisa cálida que parecía encerrar una promesa. Le devolví la sonrisa, sintiendo el calor de su mirada. Dimitri, ajeno a nuestra pequeña interacción, seguía peleando con una cinta que se negaba a quedarse en su sitio. El árbol comenzaba a tomar forma, cada adorno cuidadosamente colocado mientras las luces blancas parpadeaban tenuemente, llenando la sala con un brillo cálido. Dimitri, finalmente vencido por las guirnaldas y las cintas, se dejó caer en el sillón cercano, observándonos con los brazos cruzados. —Admito que esto no es tan sencillo como parece —comentó, esbozando una media sonrisa. —Claro que no lo es, pero ahí está la magia —respondí mientras ajustaba una esfera en una rama alta—. Cada detalle importa, y eso lo hace especial. Dimitri de pie en una escalerilla, colocaba la estrella en la cima del árbol. Se detuvo un momento y nos miró desde arriba, con una expresión que mezclaba satisfacción y nostalgia. —Cuando era niño, siempre soñé con hacer algo así —dijo de repente. Su tono era suave, como si hablara más consigo mismo que con nosotros—. Pero nunca tuvimos un árbol. Mi madre trabajaba demasiado, y yo... bueno, siempre pensé que no era importante. Me giré hacia él, sorprendida por la sinceridad en sus palabras. —¿Y ahora? —le pregunté, intentando que mi voz no rompiera el momento. Bajó de la escalera, quedando a nuestro nivel. Sus ojos brillaban, aunque no estaba segura si era por la luz del árbol o por algo más profundo. —Ahora entiendo que no se trata solo del árbol —respondió, mirándome fijamente —. Se trata de quiénes están contigo mientras lo haces. Por un instante, el silencio llenó la habitación, pero no era incómodo. Era de esos silencios que dicen más que cualquier palabra. —Entonces creo que escogimos el árbol perfecto —Musitó Azad llamando nuestra atención —. Porque estamos juntos. Azad sonrió, y yo sentí un calor en el pecho que no tenía nada que ver con las luces o el ambiente navideño. En ese momento, Dimitri y Azad compartieron una mirada cómplice, una que yo no había visto antes. Algo entre ellos estaba cambiando, como si este pequeño ritual navideño hubiera roto una barrera invisible. —¡Hora del chocolate caliente! —anuncié, rompiendo la seriedad con una sonrisa amplia. Ambos hombrecitos me miraron y siguieron mi propuesta con entusiasmo. Mientras nos dirigíamos a la cocina, el sonido de nuestras risas llenaba la casa, mezclándose con el eco de las canciones navideñas que sonaban en el fondo. Esa noche, sentados alrededor del árbol recién decorado, compartimos historias y promesas bajo la suave luz que iluminaba la sala. Dimitri, normalmente reservado, se permitió abrirse un poco más, y Azad, con su carácter cálido, no dejó de encontrar formas de hacernos reír. Era como si el espíritu navideño no solo decorara la casa, sino también nuestras vidas. Algo especial estaba creciendo entre nosotros dos, algo que, aunque ninguno de nosotros decía en voz alta, sabíamos que cambiaría todo. (***) La mañana se encontraba helada, había empezado a nevar y la casa y todo el jardín se encontraba cubierta de una ligera y hermosa capa de nieve. Azad se había abrigado para salir al jardín a jugar y atrapar copos de nieves. —Permiso señorita Kate —Badu aparece —. Lamento interrumpir. —Solo Kate, Badu. ¿Qué ocurre? —Disculpa Kate. Ha llegado este sobre para el señor de parte de los juzgados familiares. Me lo entrega, lo abro y mis ojos recorrieron el documento con rapidez, sintiendo un leve escalofrío que no tenía nada que ver con el clima. El encabezado era claro: "Citación para audiencia familiar." Fruncí el ceño mientras intentaba procesar lo que tenía en las manos. Dimitri no me había mencionado que esto llegaría tan pronto. —¿Es algo grave? —preguntó Badu con una mirada cautelosa. —No lo sé todavía —respondí en voz baja, doblando el papel con cuidado—. Gracias, Badu. ¿Dónde está Dimitri ahora? —En su oficina —respondió, haciendo una leve reverencia antes de retirarse. Mis pensamientos se arremolinaban mientras cruzaba la sala y subía las escaleras hacia la oficina de Dimitri. Golpeé suavemente la puerta y entré cuando escuché su voz. —¿Qué ocurre? —preguntó Dimitri alzando la vista de los documentos que estaba revisando. Su ceño fruncido y su gesto serio eran los de siempre, pero algo en su expresión se relajó al verme. —Esto llegó hace un momento —dije, entregándole el sobre. Dimitri tomó el papel y comenzó a leer. Mientras lo hacía, noté cómo su mandíbula se tensaba y su expresión cambiaba de la neutralidad habitual a algo mucho más sombrío. —Es de los juzgados familiares —dijo finalmente, dejando el documento sobre el escritorio —. Ha empezado el proceso por la custodia de Azad. —¿Qué haremos ahora? —Adelantar nuestra boda. —¿Qué? —Preguntó finalmente —. ¿Tan pronto? —Si. Debemos casarnos por lo civil para llegar a los tribunales como marido y mujer para poder demostrar que somos el hogar que Azad necesita y desbaratar cualquier estrategia que tengan Adelia y Mauro. Sabía que este momento llegaría, pero jamás imaginé que tan pronto y precipitadamente. —¿De cundo estamos hablando? —Pregunté nerviosa —Mañana mismo. La citación es para dentro de dos semanas y debemos llegar a los tribunales como una pareja unida...
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