Capítulo 16

895 Words
El día del juicio había llegado. Me levanté temprano esa mañana, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Miré a Azad mientras dormía tranquilamente en su cama, ajeno al huracán que estaba a punto de desatarse. Me acerqué a él y dejé un beso suave en su frente. —Todo estará bien, tiburoncín —susurré, como si mis palabras pudieran protegerlo de todo el dolor que otros habían causado. Me preparé con cuidado, eligiendo un atuendo sobrio y elegante. Dimitri estaba listo en el salón, esperándome con su traje perfectamente planchado y una expresión de calma que siempre lograba tranquilizarme, aunque esta vez sabía que también estaba nervioso. —¿Lista? —me preguntó, extendiéndome la mano. —Lo estoy. El trayecto al juzgado fue silencioso. Badu conducía con seriedad, mientras yo intentaba ordenar mis pensamientos. Dimitri me tomó la mano en un gesto tranquilizador, y cuando nuestras miradas se cruzaron, sus ojos me transmitieron una promesa: no estábamos solos en esto. Al llegar, los flashes de las cámaras nos cegaron momentáneamente. La presencia de la prensa era abrumadora, pero yo mantenía la cabeza en alto. No permitiría que nadie viera mis miedos. Entramos al edificio, donde nuestro abogado, el experimentado señor Kamran, ya nos esperaba. —Todo está listo. Hoy haremos justicia por Azad —dijo con seguridad. Al cruzar las puertas de la sala del tribunal, sentí que el aire se volvía más pesado. Allí estaban ellos: Adelia y Mauro. Su sola presencia me revolvía el estómago. Adelia llevaba un vestido ajustado y un maquillaje impecable, como si estuviera en una gala y no en un juicio que determinaría el futuro de su propio hijo. Me senté junto a Dimitri, sintiendo su presencia como un ancla que me mantenía firme. El juez entró y la audiencia comenzó. El abogado de Adelia fue el primero en hablar, pintándola como una tía preocupada que solo buscaba lo mejor para su sobrino. Sus palabras eran cuidadosamente escogidas, pero no podían ocultar la verdad: Ellos solo habían compartido con Azad pocas veces en su vida. Cuando fue mi turno de testificar, sentí todas las miradas sobre mí. Me levanté con determinación, recordando las noches en las que había consolado a Azad, las risas que habíamos compartido y las promesas que le había hecho. —Señoría, Azad no es solo un niño en nuestra casa; es el corazón de nuestra familia. Lo hemos visto sanar, reír y superar sus miedos desde que sus padres murieron. Su tío y yo hemos sido testigos de su progreso porque estamos comprometidos con él. Adelia, en cambio, ha estado ausente. Azad merece estabilidad, amor y un hogar donde sea priorizado, no una figura que solo aparece cuando le conviene. El juez escuchó atentamente, tomando notas. Cuando Dimitri subió al estrado, su voz resonó con una autoridad que me dejó sin aliento. —Azad es mi familia, no es solo mi sobrino es como mi hijo. No permitiré que sea una víctima que solo quieren usar por la fortuna que le dejó mi hermana y su padre. Lo que hemos construido para él no es algo que se pueda reemplazar con promesas vacías. Adelia intentó interrumpir, pero el juez la detuvo con un gesto severo. Finalmente, llegó el momento crucial: las declaraciones de Azad. La grabación del juez frente a él y una trabajadora social serían claves para la decisión. Aunque era pequeño, su voz fue clara cuando se le preguntó dónde se sentía seguro. —Con Kate y mi tío Dimitri —dijo sin dudar—. Ellos me quieren y yo a ellos. El silencio en la sala fue absoluto. Sus palabras fueron un golpe devastador para Adelia, quien comenzó a murmurar algo a Mauro, visiblemente molesta. Después de varias horas de deliberación, el juez regresó con su decisión. —Tras revisar todas las pruebas y escuchar los testimonios, he concluido que el mejor interés del pequeño Azad se encuentra con su tío paterno. Por lo tanto, otorgo la custodia completa a los esposos Yilmaz. Sentí cómo la tensión abandonaba mi cuerpo de golpe. Las lágrimas llenaron mis ojos mientras Dimitri me rodeaba con sus brazos. Adelia se levantó furiosa, gritando que apelaría la decisión, pero sus palabras fueron ignoradas. Mauro intentó calmarla, pero ella lo apartó, saliendo de la sala como una tormenta. Cuando salimos del tribunal, los periodistas nos rodearon con preguntas, pero Dimitri solo dijo: —Hoy se ha tomado la mejor decisión para mi sobrino. No hay más que decir. Nos dirigimos a casa, y al llegar, Azad nos recibió corriendo con su sonrisa más grande. —¡Tiburoncín! —lo llamé, arrodillándome para abrazarlo con fuerza. —¿Ganamos? —preguntó con inocencia. —Sí, amor. Ganamos. Esa noche, mientras veía a Azad dormido en su cama, sentí que una nueva etapa comenzaba para nosotros. Dimitri entró en la habitación y me rodeó con sus brazos, apoyando su mentón en mi hombro. —Lo logramos, Kate. —Sí —susurré, cerrando los ojos—. Lo logramos juntos. Y en ese momento, supe que había hecho lo correcto. Este matrimonio había sido la clave para la felicidad de Azad. Y entonces entendí que el día que llegara el final de este matrimonio me dolería en el alma. Porque estaré dejando atrás una vida falsa pero llena de sentimientos genuinos y completamente fuertes por Azad...
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