*** Un golpe preciso y certero se estampó en el rostro de Erick al abrir la puerta de su apartamento. El impacto lo dejó totalmente atónito y desorientado. Mientras sostenía su pómulo, que había recibido el puñetazo, levantó la mirada y vio a un César indignado frente a él. —¿¡Qué carajo!? —bramó su amigo, levantándose del suelo donde había caído. Estaba descamisado, solo con los pantalones de dormir puestos. —¡Eres un inútil! —gritó César—. ¿¡No te dijeron esos imbéciles que había un niño en esa maldita finca!?. —¿De qué mierda hablas? —replicó Erick, pasando de estar impactado a confundido, permitiendo que César entrara y cerrando la puerta tras él. Limpió la sangre de la comisura de su labio, todavía aturdido por el golpe. —Un bebé recién nacido estaba en esa finca, junto a Fénix.