La sala quedó en un silencio sepulcral, todos los ojos fijos en Erick. Un escalofrío recorrió a Violetta, quien no pudo ignorar la creciente sensación de que algo andaba terriblemente mal. Emiliano también lo sintió, palideciendo ante la inesperada declaración del amigo de César. —¿Erick? —César lo miró con una mezcla de incredulidad y confusión—. ¿Qué estás insinuando?. —Erick, este es un asunto familiar. Te pido que... —No —interrumpió César a su padre con firmeza, su tono cortante como un filo de acero—. Es mi mejor amigo, y lo sabes. Deja que hable. —¿Qué podría decir él? Seguro es otro alcahuete que ha estado encubriendo tu aventura con esa mujer —atacó Violetta, temblando por dentro, pero mostrando un orgullo desafiante—. No eres bienvenido aquí, Erick. Has traicionado la confian