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La tarde había transcurrido rápidamente y la noche comenzaba a envolver el cielo. César y Fénix debían regresar, pues el pequeño Einar necesitaba descansar y tomar su baño habitual.
Esta vez fue Fénix quien llevó al bebé, mientras que César se encargaba del resto. Habían pasado el mejor día de sus vidas, en familia, en paz, sin quejas ni órdenes. Si pudieran, jamás dejarían ese lugar, pero ambos llevaban vidas complicadas.
Al llegar a la casa de campo, el ambiente cambió abruptamente. Habían regresado contentos por haber compartido una grata tarde juntos, pero esa felicidad no duraría para siempre.
César fue el primero en entrar a la casa y se encontró con un Erick visiblemente preocupado, al igual que la Nana Galicia. Algo grave estaba ocurriendo, y la expresión sonriente de César
