*** La mañana soleada se colaba apresuradamente por las ventanas, despertando a Fénix con su resplandor. Sus párpados temblaban, resistiéndose a la invasión luminosa. El silencio reinaba en la habitación, un estado de calma absoluta, hasta que un ruido extraño, justo al lado de la cama, rompió la quietud. De inmediato, la rubia abrió los ojos, sus pupilas dilatadas y todos sus sentidos en alerta máxima. Sin perder tiempo en orientarse o examinar el entorno, se giró hacia el origen del sonido, encontrándose con la sombra de una figura masculina. En una fracción de segundo, el hombre quedó boca abajo sobre la misma cama en la que ella yacía. Con un movimiento fluido, lo inmovilizó con una llave que había perfeccionado en sus años de entrenamiento. Ahora él estaba atrapado bajo ella, inca