*** Fénix ni siquiera lo dudó. Apartó a César de su camino, sus pasos apresurados dirigiéndose hacia la fuente del llanto, a pesar de no conocer su entorno. Era su pequeño Einar. Su corazón latía con fuerza en el pecho, una mezcla de alegría y emoción al pensar en volver a verlo. Aunque no habían estado separados mucho tiempo, para ella parecía una eternidad. Se detuvo ante una puerta en particular, de donde provenía el llanto. Dudó antes de entrar, pero finalmente lo hizo. Sin embargo, su ceño se frunció al ver a una anciana sosteniendo a su bebé. —¿Quién es usted? —le preguntó tajante—. ¿Qué hace con mi hijo?. —Yo solo... —Fénix —intervino César, entrando detrás de ella—. No te preocupes, es mi Nana Galicia. Ella cuida de Einar. —Ah, lo siento —se disculpó Fénix con una leve rever