*** Algo andaba mal. César lo dedujo al verla, analizando cada fibra de ella de pies a cabeza. Ahora estaban solos, mirándose fijamente mientras el niño se movía entre los brazos de su padre. Lo dejó en la minicuna y, con solo dos zancadas, se acercó a ella. Fénix retrocedió casi al mismo tiempo debido a sus repentinos movimientos. Estaban tan peligrosamente cerca que sus labios urgían por encontrarse. César no sabía qué le pasaba, pero de alguna manera lo iba a averiguar. La conocía más que nadie, aunque en el poco tiempo que estuvieron juntos ella no mostrara quién era en realidad. —¿No tienes algo que decirme? —le habló en tono bajo, cerca de sus carnosos labios, pese a sentir el enojo bullir en sus venas con la escena de hace un momento con su supuesto amigo. —No tengo mucho, en re