*** El gran día había llegado. Invitados reunidos en la iglesia, llenando cada banca que fue decorada con lazos de satén blanco y pequeñas flores atadas con cintas. La nave central estaba flanqueada de arcos de rosas y lirios que formaban un camino majestuoso. La luz natural se filtraba por los vitrinales coloridos, complementada por candelabros dorados cuyas velas parpadeaban con una iluminación cálida. En el altar, el cura, vestido con su vestidura litúrgica, esperaba con una expresión de calma y alegría. A su alrededor, el altar estaba adornado con arreglos florales exuberantes, destacándose las rosas blancas y lirios que simbolizaban pureza y amor eterno. César estaba de pie frente él, esperando a la mujer con la que compartiría el resto de su vida. Aunque todo parecía perfecto par