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UN AÑO DESPUÉS
—¡Por el amor de Dios, Violetta! —El bramido furioso de César resonó por toda la mansión. Sus fosas nasales se expandían y las venas de su cuello se tensaban por la frustración—. ¿Vas a seguir con tus estupideces y berrinches de siempre? ¡Deja tus malditos celos enfermos!.
—¿Enfermos? ¡Te vi cómo te dejabas tocar por esa zorra de tu prima! —exclamó Violetta, su voz quebrada por el llanto—. ¡No trates de verme la cara de tonta!.
—¿Cómo se te ocurre tal barbaridad? ¡Es mi prima, joder! ¡No seas enferma!.
—¡Ella no te mira de esa manera y lo sabes!.
—¡Pues yo no! —rugió cabreado—. ¿Lo entiendes? ¿Cómo puedo mirar a un m*****o de mi familia de esa forma? Estás loca, realmente lo estás.
—¿Adónde vas? —Violetta abrió los ojos alarmada al verlo tomar su saco del perch
