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El auto se detuvo frente a la gran mansión Bennett minutos después de un trayecto donde solo reinaba un denso silencio.
César bajó por su cuenta mientras el chófer ayudaba a Violetta. Ella se aferró a su brazo antes de dirigirse a la puerta principal, recordando apenas que debía mantener la fachada de un matrimonio perfecto frente a los demás.
Antes de que el dedo de César tocara el timbre, la puerta se abrió, revelando a un anciano vestido como mayordomo. Les hizo una respetuosa reverencia y les permitió entrar, dándoles la bienvenida.
Los ojos de Violetta se maravillaron con lo que veían. La mansión de Morgana era el doble de grande que la suya, y la opulencia se reflejaba en cada mueble y lujo a su alrededor. Los pisos de mármol blanco bien pulido brillaban con la luz de los gra
