*** Las diminutas manos de Einar intentaban alcanzar el rostro de su padre mientras soltaba una risa contagiosa. Cada vez que César le plantaba un beso en la mejilla y se alejaba, el pequeño revelaba una amplia encía y cerraba los ojos con pura diversión, agitándose con entusiasmo en los brazos de su padre. —Es una sorpresa verte por aquí, César —dijo la Nana Galicia, regresando de la cocina con una taza de café que colocó sobre la mesa de centro—. Pensé que te tomarías más tiempo, considerando que las cosas siguen igual de tensas. —No pude esperar más, Nana. Extrañaba ver al bebé —respondió, acariciando la punta de la nariz del pequeño con su dedo. Einar atrapó el dedo y lo llevó a su boca, intentando chuparlo—. Cada día que pasa se vuelve más hermoso. —Se parecen tanto —comentó ella