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Luego de haber comido con sus hijos y recuperado algo de energía, Fénix jugó con ellos en la habitación hasta que se quedaron dormidos a su lado. Los observó por un momento, notando cómo sus rostros se relajaban en un sueño profundo. Con cuidado, se levantó y los cubrió con una manta antes de salir de la habitación. Sabía que tenía una cuenta pendiente con Santoro, y no iba a esperar más para saldarla.
—Santoro —irrumpió en su despacho sin previo aviso. Él estaba sentado detrás de su escritorio, contando pacas de billetes mientras fumaba, y a su lado, un par de bolsas de droga descansaban como si fueran simples objetos de escritorio—. Tenemos que hablar.
—Te tomaste más tiempo del que esperaba —respondió sin siquiera levantar la vista—. Seamos breves. Tengo que volver a la organizac
