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Las voces de los hombres de Vittorio resonaban al final del pasillo. Fénix sabía que era cuestión de segundos antes de enfrentarse a esa manada de lobos ella sola. Se detuvo en medio del corredor, estacionando el carrito de metal. Levantó ligeramente la toalla para comprobar que las armas ocultas estuvieran cargadas. Satisfecha, volvió a ocultarlas y tomó una bocanada de aire, empujando el carrito una vez más.
La droga en sus venas había alcanzado un punto crítico. Debería haber tomado el antídoto ya, pero no había tiempo. Si no se apresuraba, la inconsciencia la vencería. Era una ventaja para sus misiones y momentos como esos, pero también le jugaba en contra.
Sus pasos la llevaron al final del pasillo, donde las risas y voces se extinguieron. Varias miradas se posaron en ella al n
