••• Fénix se apartó de él de repente, bajándose, sin esperar una respuesta. Había escuchado sus palabras con demasiada claridad, pero no podía aceptarlas. Recogió sus prendas esparcidas por el suelo, casi con desesperación, pero César, notando su cambio repentino, se levantó de la cama y le sujetó la muñeca, deteniendo su intento de vestirse para marcharse. —¿Qué te pasa? —le preguntó, aunque sabía bien la razón de su comportamiento—. ¿Te molestó tanto lo que dije?. —¿Hablabas en serio? —intentó endurecer su mirada, pero fue inútil. En realidad, estaba en shock—. ¿Amor, César?. —Lo dije sin pensar —admitió, tratando de encontrar las palabras adecuadas. —Entonces no lo sientes —la decepción se reflejó en sus ojos. —Sí, es decir... —vaciló, temeroso de repetirlo—. Fénix, ¿qué tiene de