Aunque él no se había movido, ella sintió que, de algún modo indefinido, la estaba cercando, que se estaba volviendo demasiado íntimo y, aunque no lo hubiera podido explicar, demasiado posesivo. Por fortuna había una distancia muy corta del salón de baile a donde ella y Kendrick estaban hospedados y cuando el caballo se detuvo frente a la alta mansión que había al final de la Rue St. Honoré, el Conde dijo: Como éstos son departamentos privados, me imagino que usted y el Vizconde están viviendo en casa de amigos. —Nos prestaron un apartamento— contestó Zena. El Conde no abrió la puerta del carruaje. En cambio, se volvió hacia ella para decir: —Como creo que debe irse a la cama lo más pronto posible, no voy a sugerir acompañarla a la puerta de su apartamento. Sin embargo, estará de acue