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CAPÍTULO II Viajaban en el tren que los llevaba a Hoyes, Zena notó que su corazón, le palpitaba, lleno de nerviosidad y le fue imposible leer el libro que la Condesa Beronkasler le había entregado para su entretenimiento durante el viaje. Había sólo un recorrido de dos horas, de la capital a Ettengen, y el Archiduque no se había molestado en proporcionar un vagón real a sus hijos. En cambio, les fue reservado todo un vagón en el tren y fueron acompañados a él por un caballero de la corte, el jefe de la estación y varios funcionarios menores. En realidad, viajaban incógnitos. Esta fue una excusa para que el Archiduque no tuviera que enviarlos con una escolta militar en el tren o disponer centinelas para apostarse frente a la casa del profesor, en Ettengen. Por lo tanto, tan pronto como