Me estoy muriendo.

2298 Words
24 de Diciembre, 11:12 pm Necesitaba unos minutos, estaba frente a la abuela y ella lucia tan cansada, nunca lo había notado o quizá no quería darme cuenta de ese gran detalle, supongo que perder a Albert había sido más difícil para ella de lo que creí o yo había pensado que aquel suceso había de ser rápido de superar.   El rostro nostálgico de Albert me puso en alerta, él sabía algo que yo desconocía y al escuchar mi nombre salir de la boca de Lily lo supe, recién le habían dado la noticia de mi desaparición, todo el escenario desde mi perspectiva fue en cámara lenta y sentía que el tiempo pudo haberse detenido en ese instante. Mi madre Elene, trataba de sostener a la abuela, pero su pequeño y delgado cuerpo no pudo con el peso de alguien más, su rostro reflejaba sorpresa, trato con todas sus fuerzas no soltar el sollozo que se atascaba en su garganta, pero fue inevitable cuando en sus brazos la madre de su fallecido esposo lloraba ahora la ausencia de su hija y aquello fue una sorpresa para Samantha. Junto a su padre presenciaba como dos personas se derrumbaban y se tratan de sostener y consolar una a la otra siendo imposible, quiso también romperse a llorar, quiso decirles que todo estaba bien y volvería a estar al lado de ellas, pero, en ese momento Samantha no sabía cómo iban a resultar las cosas, pero esperaba desde el fondo de su corazón y de la poca conciencia que le quedaba que todo resultara bien. Aguantando las ganas de llorar que sentía en su pecho, borro aquel rastro de lágrimas y miro a su Padre; se encamino a su cuarto sabiendo que Albert la seguiría, debía estar preparada para lo que dijera, obtendría las respuestas que necesitaba antes de volver a su cuerpo y enfrentar a Sebastián porque sabía que lo seguiría viendo, pero no en que momento. La mirada de mi Padre era totalmente seria, nunca lo había visto en esa faceta y siendo sincera le interesaba. Sabía o presentía que lo que fuera que saliera de su boca era algo importante y ella estaba preparada. -Eres igual a tu Madre –sonrió– Mi querida Elene... lamento que te hayas envuelto en esta situación, es lo que menos quería –pareció pensar duramente para después proseguir– Tú eras nuestro tesoro Sam, te anhelábamos demasiado y cuando nos dimos cuenta de tu llegada estábamos dichosos y muy felices, mi Madre acepto la noticia bastante bien al principio, pero supongo que con el tiempo se dio cuenta que no podríamos darte las cosas que ibas a necesitar en tu vida cuando empezaras a crecer, no creas que son cosas materiales era algo más importante que eso y era seguridad.Cuando Elene y yo nos conocimos, tenía alrededor de 18 años –eso me había sorprendido– En ese momento no sabía de su problema con las drogas que la consumía día a día, al principio empezamos como toda pareja, éramos buenos amigos y no sé en qué punto llegué a enamorarme de ella, pero cuando me di cuenta ya habían pasado 5 años –sus ojos se fijaron directamente en los míos– Ya estábamos viviendo juntos y fue cuando nos dimos cuenta que ella estaba embarazada, siendo sincero contigo mi corazón se sentía felicidad inmensa cuando me dio la noticia, pero por alguna extraña razón me sentía desorientado, creía que era algo normal por la noticia y volví al estado de felicidad de inmediato –su relato se vio interrumpido por la presencia de Elene– Sabes... a veces siento que su mirada se encuentra con la mía, que puede verme también como lo hacías tú y que quizá ella pueda darme respuesta a tantas dudas que tengo, pero después ella sigue su camino como si no tuviera preocupación alguna, como si yo no hubiera estado en su vida y a pesar de estar muerto –tocando su pecho– duele. Esas palabras dejaron un largo silencio, Albert seguía cada movimiento de mi Madre, ante mis ojos la mujer que él amaba.   Entonces mis pies se movieron por si solos, supongo que mi subconsciente quiso darle espacio a la pareja, me dirigí a la cocina donde sabía que podría estar la abuela Lily, quería verla, quería abrazarla, quería sentir su tacto, pero ahora, solo por ahora me bastaría con sentir su presencia cerca, sentía el cuerpo hormiguear y un sinfín de emociones que no quería, pero era lo único que me quedaba. Ella estaba ahí, en nuestro lugar de hacer galletas de chocolate y maní, estaba con sus manos encima del mesón con la vista fija en sus manos y de inmediato recordé aquel día, cuando el cielo parecía caerse afuera y los relámpagos alumbraban el cielo como un gran espectáculo, la energía se había ido y buscamos algo para distraernos, optando por hacer algunas galletas con todo lo que tuviéramos en la cocina, terminamos por hacer galletas de mantequilla llenando por completo el mesón de harina y huevos. -Limpia esto mientras saco las galletas del horno, huele bastante bien, aunque lo más probable es que no sepan bien, comeremos las galletas con leche caliente después vayamos al jardín y veamos un poco el cielo, la lluvia ha calmado bastante.-Me agrada la vista del cielo después de una gran lluvia. -Tenías que limpiar Sam, ¿Que has escrito en el mesón? ... Pequeña traviesa.-Te amo Abu, siempre estaré a tu lado.-Ohh Sam, mi pequeña traviesa –recuerdo sus manos en mis mejillas– Yo también Te amo. Las manos de la abuela tocaban aquel mensaje que le escribí hace 11 años, le había regalado un cuadro con esa frase para su cumpleaños número 68, era un buen recuerdo.  Me puse a su lado queriendo que me sintiera, que supiera que no había roto aquella promesa, yo siempre estaría a su lado. Los sollozos que salían de sus labios resonaban en mis oídos, me permití mirar su rostro, sus ojos rojos por el llanto, su nariz roja, el mismo dolor en sus ojos como el día que murió Albert y me sentía culpable por regresar ese dolor. -Sam, tenemos una conversación pendiente –su voz detuvo mi respiración por un momento– no podemos hablar aquí, vayamos afuera.-Solo unos minutos más, después te escuchare –mi vista seguía en el rostro de la abuela– solo un poco más. Albert se había ido, pues ya no sentía su presencia en la casa y quise sentirme aliviada porque no tendría que enfrentar toda la situación de inmediato, debía y quería saber que estaba sucediendo, pero en este instante solo quería quedarme a su lado unos minutos más. El cielo afuera parecía caerse y miles de recuerdos vinieron a mi cabeza, me sentía en las nubes, sentía que mis pies no tocaban el suelo y por alguna razón sabía que eso no era buena señal.  El entorno había cambiado, ya no me encontraba al lado de la abuela y ahí fue que lamente no haber seguido a mi padre. -Sam!! ­­–de nuevo su horrible voz– no pareces feliz de verme, pero tenía que decirte algo importante, estos viajes que estas teniendo no son buenos pequeña Sam –no podía ver su rostro bien, pero sabía que era Sebastián– el Jefe quiere que sepas, que él está en cada paso tuyo –sonrió– No hay algo que hagas y él no se entere, así que ten cuidado, con quien hablas, de que hablas y que haces. Él lo sabe Todo. -No me interesa lo que tu Jefe diga imbécil, saldré de aquí –el dolor en mi cabeza regreso– A pesar de no saber que está sucediendo conmigo, de no saber dónde diablos estoy tenlo por seguro que encontrare una salida y te hare pagar por esto. -Wooow!! Suenas decidida –reía fuertemente– lamento desanimarte, pero eso jamás lo podas lograr, ya nos perteneces. De nuevo había oscuridad De nuevo me encontraba flotando en las nubes, observaba como Sebastián golpeaba mi rostro fuertemente, su sonrisa seguía intacta en su rostro, su brazo derecho se estrellaba con mi rostro, pero esto no me dolía, continúo golpeando mi rostro esta vez riendo fuertemente giro su rostro, me quede intacta ahí, solo viendo como esos ojos oscuros me consumían y el miedo llenaba mi cuerpo. -Ahora lo ves pequeña Sam –sonrió de nuevo– No tienes salida. Quería salir de ahí, Sebastián seguía golpeando mi cuerpo y ya no quería observar como perdía mi cuerpo, necesitaba encontrar a Albert, pero esa horrible voz me detuvo nuevamente. -Tienes 6 meses mi querida Samantha –se limpiaba las manos en sus pantalones– Ni más ni menos, estaré esperando ansioso por ti. - ¿Es ese el mensaje de tu Jefe? –mi cuerpo temblaba– Entonces dile que no conseguirá lo que quiere, lo averiguare y lo hare pagar. -Es triste ver cómo estas tan segura de que podrás salir de aquí –sus manos aún seguían manchadas de mi sangre— Tienes buen olor pequeña Sam —con su vista fija en mí lentamente acerco sus manos a su nariz sonriendo cínicamente — Como te decía, tienes 6 meses antes de que tu cuerpo sea consumido, aquí perderás toda la energía de tu cuerpo, este lugar se encarga de eso, de separar cuerpo y alma. Por eso puedes hacer estos viajes, regresaras y te iras muchísimas veces más, hasta que no puedas hacerlo nunca. -No lo permitiré, no me dejare morir. Lo juro. La sonrisa burlona en su rostro me hizo enfurecer, quería golpear ese ridículo rostro y borrarle esa maldita risa, debía encontrar a mi padre rápidamente, Samantha estaba lista para saber el pasado de sus padres, no huiría de nuevo. -Dile a tu madre que le mando mis saludos... -Vete al infierno —furiosa le levante el dedo del medio para después darle la espalda— No te salvaras Sebastián, no me arrepiento de todo lo que vivimos, desearía que las cosas hubieran sido diferentes para ti, es una lástima que no vivas. -No sabes de que hablas Sam —dijo deteniendo sus golpes a mi cuerpo— No me arrepiento de mis acciones ese día, no sabes lo feliz que soy de haber dado mi vida por la verdad, de morir no me arrepiento —sus golpes continuaron nuevamente— Deberías irte. Con el fuerte sonido de su risa, me dirigí a lo que esperaba fuera la salida; al cruzar la puerta me abrí paso por un sitio desconocido, lo que podría ser una pista para descubrir que estaba sucediendo. Decidida entre por la tercera puerta, cubierta de un rojo intenso y un fuerte olor que no lograba descifrar, ignorándolo tome el pomo de la puerta dándome cuenta de que mis dedos yacían manchados de algo viscoso. Samantha se encontró frente a Sebastián nuevamente y al darse cuenta de que no era el mismo que había visto hace unos instantes se relajó, aquel Sebastián era el que había conocido hace algunos años atrás, cuando su padre recién había muerto. En ese entonces ellos eran buenos amigos, se apoyaban e iban a todos sitios juntos.  Eran inseparables. -Sam...—ahí en ese preciso instante, esa voz era tan diferente, sonaba nostálgica, triste— No me dejes solo, me duele la cabeza ¿Debería dormir? Recordaba ese día como si hubiera pasado hace unos momentos, el rostro de su mejor amigo yacía en el suelo cubierto de moretones por todos lados, sus ojos cerrados como si en un sueño se encontrase y rodeado por la suciedad de su hogar, la sangre lo envolvía totalmente. -Prométeme que no te iras hasta que me quede dormido... no te vayas de mi lado jamás. Víctima de maltrato por parte de sus padres, había muerto a los 16 años cuando todo empezaba a ir bien para Samantha, le arrebatan algo que consideraba preciado, le dolió la muerte de su amigo, aun le dolía recordarlo con vida. Siempre fue un muchacho delgado y sin fuerza y recordaba lo orgullosa que se sentía porque era más fuerte que un hombre en aquel entonces.   Los padres de Sebastián nunca pagaron por lo que hicieron, eran sin duda dos personas muy extrañas siempre sintió que ellos ocultaban algo y los odiaba por lo que hicieron con su amigo toda su vida. -Samantha no vayas con el jefe, el observa todo lo que haces —un momento— Aléjate del jefe Sam. -Que quieres decir con eso, dime quien es el jefe —trate de acercarme a su cuerpo, desde el instante que había entrado a la habitación había observado desde una distancia prudente, no recordaba haber tenido esa conversación aquel día con su amigo— Vamos Sebastián dime algo por favor, dime que hacer... -Tu eres fuerte, valiente y tienes a tu padre cuidando tus pasos —sus labios a penas se levantaban— Debes ser más fuerte aun, lo que viene no es fácil y debes confiar en quienes dicen estar de tu lado —lentamente abrió sus ojos— Confía en tu padre. -Podrías decirme que sucedió aquel día? —necesitaba saber esa verdad que sus padres ocultan— Descubriste que ocultaban ese día, ¿cierto? Por eso las cosas terminaron así. -Aun no es el momento de que lo sepas mi querida Sam, no soy la persona indicada para decírtelo, espero que luches por tu vida como yo no lo hice. -No te creo —comente furiosa— Acabas de mostrar tu verdadero yo y déjame decirte que no es nada agradable —debía encontrar a su padre— Que seas feliz con tu decisión amigo, espero no encontrarme contigo en el infierno.
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