Sabrina y su esposo, se asoman hacia la entrada viendo que había tres imponentes hombres que Kurt reconoció de inmediato, es por esa razón que él con un paso apresurado se encaminó hacia la puerta de su casa mientras su esposa lo seguía porque ella no reconocía a las personas que estaban ahí.
—¡Señor Wolfgang, que sorpresa tenerlo aquí! —exclama Kurt de forma muy aduladora —¡Meridia hazte a un lado, déjalos pasar!
La elfa de inmediato se hace a un lado, viendo como esos tres hombres entraban en la mansión, entre tanto Axel no le quitaba la mirada de encima a Meridia, la cual esperó hasta que todos entraran para cerrar la puerta.
«Estoy noventa por ciento seguro que fue ella» piensa Axel, en el momento que ese hombre Kurt lo presenta junto a su padre diciendo:
—Sabrina, él es Vincent Wolfgang el dueño del banco nacional WolfBank y otras bancas privadas, y además son los dueños del periódico Alfa Times —dice Kurt mientras el hombre se acerca a la mujer, para besarle su anillo rubí, y ella después hace lo mismo.
Es necesario agregar, que esa forma de saludo era muy común entre alfas de alto estatus, ya que ellos se consideraban familia principalmente por ser alfas, y además por pertenecer a la elite de la sociedad.
—También te presento a su hijo Axel Wolfgang, futuro congresista de la nación —presenta Kurt con mucha educación al instante que Sabrina abre sus ojos a mas no poder sintiéndose muy sorprendida, acercándose también para besarle el anillo.
«Oh, son alfas muy importantes…» piensa Meridia, viendo la escena desde un rincón.
Axel también le besa el anillo a Sabrina con una sonrisa, mientras ella los invita hacia la sala para que tomen asiento.
—Cuéntenme, ¿a qué se debe esta sorpresiva visita?, si me hubiesen avisado que veían, me hubiese preparado mejor. Miren la hora que es, ¿Por qué no se quedan a cenar? —pregunta y propone Kurt viendo que en el reloj marcaban las cinco de la tarde.
La joven elfa que iba detrás de ellos, cuando escuchó eso frunció sus labios, porque eso significaba que debía quedarse hasta tarde para atender a esos alfas distinguidos, sin importar que faltaba media hora para su salida.
«Hoy también llegaré tarde… le avisaré a mamá» piensa la joven esperando el momento para enviarle un mensaje de texto a su madre.
El padre de Axel, Vincent Wolfgang nunca había sido una figura pública, él prefería moverse en el anonimato al igual que su hijo, sin embargo su hijo Axel de vez en cuando aparecía en los tabloides por su comportamiento de fiestero, no obstante su padre siempre se encargaba de borrar ese tipo de mala publicidad logrando que la familia Wolfgang continuara con un perfil bajo, debido a que ellos al ser tan poderosos no les agradaba estar bajo el escrutinio público, pero eso muy pronto cambiara debido a que Axel tenía pensado comenzar su carrera política, por lo cual su primer paso era entrar al congreso de la nación, y luego cuando estuviera ahí dentro, podría seguir escalando hasta llegar a la presidencia. Ese era plan, es por esa razón que ellos ahora se encontraban en la vivienda de Kurt Varuluv, una de las diez familias de lobos alfas más pudientes del país.
—¡Meridia! Ven aquí por favor—exclama Sabrina con decencia, al instante que la chica rápidamente se acerca a ellos con la vista baja.
—¿Dígame, señora? —pregunta ella, viendo de reojos a Axel, y cuando se dio cuenta que el hombre lo miraba fijamente, sintió algo de temor y por eso volvió a bajar la mirada.
«Es increíble, no tiene un rasguño…» piensa la elfa, recordando que él sufrió una herida en la cabeza, pero luego de una semana, el alfa no tenía ni siquiera un raspón, y además se pudo dar cuenta que caminaba perfecto.
«¿Cómo pude confundir a esa elfa con un ángel?, todavía recuerdo mis palabras… que vergüenza» piensa Axel con soberbia viéndola de pies a cabeza.
—Trae algo de beber a nuestros invitados ¿Qué desean? —pregunta Sabrina viendo atentamente a los tres hombres, principalmente a los dos alfas, ya que el tercero, era el sirviente de Axel.
—Yo quiero un vaso de whisky—responde Axel de inmediato.
—Trae tres vasos de whisky, jovencita —ordena Vincent sin ver a Meridia, la cual asiente con la cabeza yendo en dirección hacia la cocina.
Cuando Meridia se va, Sabrina se pudo dar cuenta que su esposo Kurt y el hijo de Vincent, no le quitaban la vista de encima a Meridia, es por eso que ella frunció sus labios pensando que esa elfa era una trepadora, aprovechando su cara de inocente para llamar la atención de su esposo y además de ese apuesto joven que estaba ahí presente. Es por esa razón, que ella se levantó por un instante diciendo:
—Discúlpenme un segundo, ahora regreso —dice Sabrina con una sonrisa, yendo rumbo a la cocina.
En el instante que llegó, sujetó con fuerza a Meridia por su brazo llevándola a un rincón para empujarla contra la pared, diciéndole mientras le jalaba una de sus orejas:
—¡Deja de estar seduciendo a mi esposo y a nuestro invitado! ¿no te da vergüenza? ¡Acomódate! se te ve tus asquerosos hombros con esa camisa vieja que tienes.
Meridia se asusta sintiendo mucho dolor, porque su jefa Sabrina le estaba jalando con fuerza su oreja, pero a pesar de eso ella no emite ni un solo quejido diciendo:
—Yo no he hecho nada, señora Sabrina… mi camiseta, usted me la rompió hace dos días por eso a veces se rueda y se ven mis hombros —susurra Meridia viendo con temor como Sabrina abrió sus ojos alzando su mano para pretender pegarle, pero se detuvo diciendo:
—¿Me estás diciendo mentirosa y que por mi culpa estas vestida así? ¡Qué haces el dinero que te p**o! ¡Te doy una fortuna y te vistes como una pordiosera!
La mayor parte del dinero que la elfa ganaba como sirvienta de esa violenta mujer, lo ahorraba y la otra parte la usaba para comprar comida y medicina para su madre, es por esa razón que ella se dejaba en último lugar, y prefería usar la ropa que le pertenecía a su madre, y algunas prendas que compraba en tiendas de segunda mano. Por ese motivo ella no vestía a la moda y la mayoría de su vestimenta era vieja, incluso algunas estaban rotas, principalmente algunas de sus camisetas y camisas cuando Sabrina la jaloneaba con violencia, o cuando tenía encuentros desafortunados con alfas que la acosaban en la calle.
—Vestiré mejor, señora Sabrina, lo prometo… mañana vendré más presentable —promete Meridia temblando del miedo, viendo de reojos a la señora que se aleja de ella suspirando un poco.
—Mas te vale, estúpida… ahora trae los vasos de whisky y quédate aquí preparando la cena. No te irás hasta que todos se vayan. Has bastante comida, los hombres alfas comen el doble que nosotras las mujeres, y me estoy refiriendo a mi… no tú, pequeña zorra asquerosa —susurra Sabrina, no sin antes empujarla cuando la deja en paz.
En el momento que Sabrina la deja a solas, Meridia siente que su corazón se va a salir de su boca, porque cada vez que esa alfa la agredía se asustada demasiado al punto que su corazón latía con mucha fuerza, es por eso que ella se llevó la mano a su pecho, pensando que su buena salud algún día se acabaría, cuando en cualquier momento terminara sufriendo del corazón por tantos sustos y preocupaciones que soportaba prácticamente todos los días.
Así pues, ella con rapidez colocó en una bandeja cinco vasos de whisky: tres para los invitados, y dos de la señora y el señor Varuluv, y además trajo también la botella por si deseaban repetirse. Con la mayor rapidez que pudo, se acercó a todos entregándoles los vasos en sus manos, y cuando llegó para entregarle el vaso a Axel, sin querer comenzó a temblar del nerviosismo, porque le aterraba ver como ese hombre no dejaba de mirarla, quizás la reconocía, pero ¿Qué importaba? Nada iba cambiar si sabía quién era ella, lo único que estaba logrando ese hombre al verla de esa forma, era meterla en problemas con su jefa.
«Ya dejé de mirarme, por favor, por favor… la señora Sabrina me castigará» ruega Meridia en pensamientos, mientras le entrega en sus manos el vaso de whisky, manchándole un poco su ropa, porque cuando ella sintió que su mano rozó con la mano del alfa, comenzó a temblar el doble.
Un par de gotas cayeron en el pantalón de Axel, y ella cuando vio eso abrió sus ojos como platos diciendo:
—¡¡Lo lamento mucho señor!! —exclama Meridia comenzando a sudar por el miedo que sentía, porque vio de reojos como su jefa la estaba mirando con una expresión llena de odio.
Sin embargo, Axel sonrió a medias diciendo:
—No es nada, tranquila… por cierto Kurt, desde hace rato me ando preguntando ¿Por qué su sirvienta elfa viste como una mendiga? ¿es una esclava?, eso significa que es una elfa con poderes curativos… que interesante —comenta Axel mientras su padre comienza a reírse a carcajadas, y Meridia empieza a sentirse mareada, porque el miedo que sentía en ese instante la aturdió un poco.
Kurt y Sabrina comenzaron a reírse de forma nerviosa, al instante que Sabrina responde diciendo:
—¡No, ella es una elfa ordinaria sin ninguna habilidad!, es lo más cercano a como lo eran los humanos corrientes, solo que más orejona y bruta —dice Sabrina mientras bebe un sorbo de su vaso de whisky, viendo de reojos como Meridia se iba a paso apresurado a la cocina.
En ese mundo donde los alfas eran los amos y señores de prácticamente todo, ellos sin ningún tipo de consecuencias esclavizaban a los pocos elfos con habilidades que todavía existían, ya que debido al mestizaje la magia en los elfos eventualmente comenzaba a extinguirse, dejando solo unos cuantos elfos con habilidades curativas y otros con magia de la naturaleza, es decir ellos podían hacer crecer un árbol frondoso si así lo deseaban.
Ese tipo de elfos únicos los alfas los tomaban como suyos explotando sus habilidades al máximo hasta que ya no les eran utilices, como el caso de la madre de Meridia, que ella había sido esclava de unos alfas de anillo rubí durante toda su vida y, cuando enfermó por haber excedido el uso de sus poderes hace diez años atrás, la dejaron en libertad sin un centavo. Es por ese motivo que Meridia trabajaba desde los once años para ayudar a su madre, la cual con cada año que pasaba, se volvía más frágil.
Por otro lado, cuando Axel escuchó que la elfa que lo ayudó no tenía habilidades curativas, le pareció más interesante todavía, porque a pesar de ser una elfa corriente, tuvo el conocimiento necesario para ayudarlo gracias a sus ungüentos élficos y primeros auxilios. Es por eso que él se apresuró a pensar:
«No creo que sea bruta… al menos sabia primeros auxilios» piensa Axel escuchando como su padre y el otro hombre comenzaron a hablar de otro tema más importante.
De esa forma, el tiempo continuó transcurriendo, en donde Meridia comenzó a reparar un estofado de carne de una cantidad considerable, sintiendo que ella estaba cocinando para una multitud. Cocinar eso le tomó dos horas, y cuando finalmente terminó se sentó sintiéndose exhausta, sacando el celular de su bolsillo para escribirle a su madre que llegaría tarde otra vez, y que no la esperara despierta, pero luego cuando ve que tenía varios mensajes de ella, abre sus ojos por la sorpresa, ya que su madre le había escrito en varias ocasiones, y ella por estar tan ocupada no logró sentir cuando el celular vibraba en los bolsillos de su falda larga. Entre todos los mensajes que su mamá le envió, el que más le preocupó fue el que decía que hoy había amanecido con un dolor terrible en los huesos, y que por eso había permanecido todo el día en cama, además le había pedido a una vecina que la ayudara porque comenzó a tener fiebre.
En el instante que ella leyó eso comenzó a sentirse preocupada, deseando salir de ahí para ir a atenderla, pero sabía que no podía por el momento, es por eso que la joven elfa frunció sus labios teniendo que escribirle con todo el dolor en su corazón a su madre, que no sabía a qué hora llegaría hoy porque sus jefes tenían visita. No pasó mucho tiempo cuando recibió la respuesta de la enferma mujer diciendo que no se preocupara, pero eso era lo menos que Meridia haría en ese momento.
«Necesito buscarle una enfermera a mamá que la atienda mientras yo no estoy» piensa la chica rubia, al instante que su jefa Sabrina entra, y cuando la ve sentada, exclama diciendo:
—¡Que haces sentada estúpida holgazana! ¡Comienza a servir la cena, te has tardado una eternidad cocinando! —exclama y Meridia al instante se levanta tan rápido como puede, poniéndose en marcha para comenzar a servir.
De esa forma, ella lleva los platos a la mesa con rapidez, y el resto de los implementos de la cena, usando la mejor vajilla de la casa, hasta que con sumo cuidado trae la pesada cacerola con el estofado de carne, y Axel de reojos puede ver como ella le cuesta traerla, pero por supuesto no hace el más mínimo esfuerzo por ayudarla, porque él en el fondo le asqueaban los elfos, siendo ese un rechazo infundado por su padre que era el hombre más clasista y anti elfos que existía. Luego, cuando ella se acercó a comenzar a servirles, el padre de Axel, miraba con desagrado a Meridia, y, cuando ella se puso a su lado frunció el ceño diciendo:
—No te acerques demasiado, elfa… apestas. Siempre me ha dado asco el olor de los elfos, es como dulce y empalagoso, me provoca náuseas. Además, estás sudada… —dice el hombre mayor viendo con odio a Meridia, la cual de inmediato se aleja de él disculpándose.
—Comprendo que la mano de obra élfica es barata, pero… deberían contratar lobos omegas o betas como sirvientes, los elfos son lentos y débiles… miren a esta mujer, tardó horas para preparar un simple estofado de carne, una loba beta hubiese durado la mitad del tiempo —comenta Vincent, mientras que Kurt decide responderle diciendo:
—Vincent… deja a nuestra sirvienta tranquila, ella es buena en lo que hace, además cocina delicioso, dale una probada a tu comida, seguro te encantará. Y con respecto a su olor ¿No te gusta el dulce? —dice riéndose mientras Sabrina al escucharlo empuña una de sus manos, y Meridia en el fondo vuelve a sentirse aterrada, porque sabía que muy pronto le irá muy mal.
«No me defienda señor, Kurt. Solo empeora las cosas…» piensa la chica rubia mientras se mordía el labio inferior, y Axel mientras comía, continuaba viendo a Meridia, notando como estaba encogida de hombros alejada en un rincón.
—¡Sabe delicioso! ¿Cuál es tu nombre, elfa? —pregunta Axel, cuando prueba lo que comía.
Meridia se estremece del temor, viendo de reojos a su jefa, para luego tragar saliva diciendo:
—Me-Meridia Larios, señor—responde ella en susurros, mientras Axel entre una risa respondió diciendo:
—¿Para qué me dices tu apellido, acaso es de renombre? ¿Entre los elfos hay familias prestigiosas de servidumbre? —bromea, escuchando como su padre y el resto comenzaron a reírse de ella, mientras la joven elfa volvía a bajar la vista hacia sus pies.
—Discúlpeme, señor.
—¡Meridia! ¿no tienes nada mejor que hacer? —dice en esta ocasión Sabrina, y de inmediato, ella se va de ese lugar a toda prisa.
Dos horas más tarde, la elfa estaba más impaciente que nunca, sentada en la cocina mientras movía su pierna con nerviosismo, entre tanto se mordía una uña porque el ultimo autobús ya había pasado. Eran las diez de la noche y eso significaba que llegaría a media noche a su casa si tenía suerte, además había comenzado a llover. Para ese momento ya había lavado los platos, y solo esperaba que esos alfas se fueran para ella poderse ir, ya que la rubia sabía que su jefa jamás le iba a permitir quedarse a dormir en su casa. Hasta que finalmente escucha las palabras mágicas que eran: «Ya debemos irnos».
cuando la joven oyó eso se levantó de donde estaba, para abrirles la puerta a los invitados, entre tanto en la puerta el padre de Axel y los anfitriones de la velada, comenzaron a hablar un poco más acerca del futuro del joven alfa como congresista, es por eso que Axel de forma aburrida, se volteó para ver a la chica que estaba detrás de ellos esperando. Ella en ese momento se había peinado mejor, haciéndose una trenza de lado con su largo cabello rubio, se había colocado otros zapatos y una chaqueta, al parecer estaba a punto de irse también.
—¿Ya tu turno se acabó? —le susurra Axel solo por mera diversión a Meridia, la cual vuelve a estremecerse del temor, asintiendo con la cabeza con cierta timidez.
—Está lloviendo… ¿tienes quién te lleve, o por lo menos tienes un paraguas? —pregunta él, al instante que Meridia alza su mirada para verlo, es ahí cuando él se puede dar cuenta de los enormes ojos azul verdosos que tenía esa elfa, la cual con lentitud niega con la cabeza.
Cuando Axel ve esa respuesta silenciosa, se agacha un poco para quedar a su altura susurrándole:
—Entonces no te vayas a resfriar, porque tienes mucho que caminar bajo este torrencial, Me-Meridia Larios… —responde con una sonrisa burlona, observando como la elfa frunció su labios, la cual se podía dar cuenta fácilmente, como ese alfa se estaba burlando de ella.