Observando al hermoso humano que se encontraba recostado en la cama, suplicando por él, Maxwell no comprendía cómo es que había terminado en esa situación.
Se suponía que él solo había ido a correr y estirar un poco las patas de su animal, en su mente nunca estuvo el quedarse más tiempo del estimado ni mucho menos desviarse de la usual ruta.
Como su compañía no era exactamente bienvenida para los otros hombres lobos, Maxwell siempre que recurría a Wise cover para correr y estirar un poco sus patas, se aseguraba de utilizar aquella ruta que él mismo había trazado, en la cual se asegura de no encontrarse con otras personas de su misma naturaleza, ya fuera alfa, beta u omega, no interesaba, todos eran iguales.
Pero, por alguna extraña razón, ese día el lobo de Maxwell simplemente había sentido que debían de cambiar su ruta, y sin aviso alguno, salió del camino y corrió por su cuenta como si buscara algo. Su nariz más de una vez apuntó a lo alto del cielo, olfateando, y como si percibiera algo del cual Max aún no lograba hacerlo, soltaba aullidos a la luna llena antes de volver a cambiar de dirección.
El extraño comportamiento de su lobo casi hizo que Maxwell quisiera recuperar el control de su cuerpo, pero por alguna extraña razón, fue como si su instinto fue quien le superó llevándole hasta aquella cabaña.
Y a pesar de la extraña forma a la cual llegó, tan pronto como contempló esa horrible escena donde ese dulce y hermoso ser humano estaba a punto de ser devorado y violado por aquellos dos hombres lobos, él solo se movió.
Fue como si los instintos más básicos de su lobo y que creía que estaban profundamente dormidos, saltaran al frente, impulsándolo a moverse. Fue así como, de un segundo a otro, saltó sobre los arbustos y fue directamente hacia aquellas dos personas, atacando de forma implacable.
La voz de su animal insistentemente estaba en su mente, expresando abiertamente su deseo por lastimar, golpear y hasta matar a aquellos dos hombres lobos.
En algún punto, el cambio sucedió de forma natural, dejando atrás su peludo cuerpo. De pronto, no eran patas las que habían saltado sobre aquellos dos hombres lobos para apartarlo del hermoso chico aterrado, sino que eran sus propias manos humanas las que se estaban aferrando a los dos hombres, golpeando sin medir su fuerza por una cantidad de tiempo interminable que solo se vio perturbada, por un pequeño sollozo angustiado que le atravesó y sacudió completamente.
Fue entonces que recordó al hermoso humano del cual ambos hombres lobos habían estado a punto de violar. Sabiendo que no era exactamente una buena imagen, Maxwell dejó de golpear aquellos dos idiotas, provocando que los dos tomaran inmediatamente la oportunidad y corrieran como los cobardes que eran.
Fue toda aquella extraña situación, que le llevó hasta el lugar en donde se encontraba ahora Maxwell.
Por un lado, le alegraba el haber llegado a tiempo, pero por otro... ¿Qué se suponía que debía de hacer por un humano que obviamente se encontraba lastimado y... Excitado?
Y j***r, el dulce aroma almizclado lleno de excitación que emitía ese cuerpo, estaba afectando de una forma increíble a Maxwell, hasta el punto en que tenía a su propio lobo gimoteando en su mente, rogando por una pequeña probadita.
Algo que por supuesto que Max sabía que no era correcto. Aquel hermoso chico estuvo a punto de ser violado de no ser por su interrupción fortuita, lo menos que el humano debería de estar sintiendo en ese momento, era excitación, más aún con las visibles heridas en su cuerpo.
Algo estaba mal.
El dulce ruidito que emitió el humano atrajo la atención de Maxwell. Observando ese bonito rostro sonrojado, trago. Su propio deseo comenzó a golpear en el hombre lobo, en especial cuando ese dulce cuerpo se empujó alzando sus caderas, restregando su erección con descaro en su mano.
—P-por favor... D-duele —sollozó.
Al contemplar como verdaderas lágrimas se deslizaban por la comisura de sus ojos, algo golpeó profundo y duro en Maxwell.
"Ayudar" Demando su lobo, angustiándose por el dulce chico.
Inclinándose cerca, Maxwell presionó sus labios por las esquinas de ambos ojos, capturando ambas lágrimas.
—Está bien, bonito —murmuró Max.
Y su tono fue tan bajo, suave y dulce, que sorprendió hasta al mismo hombre lobo con ello.
En el momento en que Max movió su mano directamente sobre la erección de Rhory, el humano exclamó en felicidad y a pesar de la vergüenza que sentía por su comportamiento tan obsceno, tan mortificado como se encontraba, ruidosos gemidos caían por sus labios sin descanso.
Como si tuviera vida propia, las caderas de Rhory se movieron, empujándose contra esa perfecta mano, tan grande y cálida que ahuecaba perfectamente su doloroso m*****o, permitiéndole empujarse con descaro en ella.
Y sin saberlo, el joven modelo realmente le estaba mostrando una hermosa imagen a Maxwell dentro de su necesidad. Completamente cautivado, el lobo alfa contemplaba al hermoso chico gemir dulcemente para él, con su bonito rostro sonrojado, sus pequeños labios entreabiertos y con esos extraordinarios ojos brillantes, observándole entre esos parpados enmarcados con largas pestañas oscuras.
El momento en que finalmente el humano llegó a su anhelado orgasmo, Maxwell lo supo mucho antes de que sucediera. La expresión de Rhory lo delató al abrir su boca con el absoluto placer siendo reflejado en esos hermosos ojos.
La cálida semilla del chico manchó la mano del hombre lobo, y por un momento, Rhory sintió algo de alivio invadir su cuerpo. Desplomándose completamente en aquella cama, observó al extraño hombre por sus ojos entreabiertos.
—¿Quién... Tu? —balbuceó.
Los ojos de Rhory se abrieron enormemente al contemplar como el atractivo hombre alzaba su mano sucia con su semen para limpiarla con su lengua.
—N-no, es ¡sucio! —exclamó con sorpresa.
Maxwell gimió ante el almizclado sabor en su boca, el cual, a su vez se sintió como una dulce fruta. Observando al humano, sonrió al contemplar su expresión llena de sorpresa.
—No es sucio, es dulce —corrigió.
Claro que su sonrisa se borró en el mismo instante en que Rhory se quejó y su cuerpo se retorció nuevamente.
—¿Qué sucede, dulce chico? ¿Qué está mal? —preguntó preocupado.
Rhory gimoteó y giró su cuerpo de costado. Rodeando su vientre con sus brazos, sollozó.
—D-duele —se quejó.
—¿Qué es lo que duele? ¿Tu pie? ¿Tus manos? ¿Qué es, bonito? —exclamó arrodillándose al costado de la cama.
—Mi cuerpo... C-caliente... Duele —gimoteó Rhory.
La mirada de Maxwell inmediatamente viajó a la entrepierna desnuda del chico y se encontró con su pene volviendo a tener ese aspecto endurecido, con su roja cabeza liberando gotas de pre-semen como si no se hubiera venido recién.
El intoxicante aroma del humano lleno de excitación comenzó a emanar de su cuerpo y Max gimió bajito.
—Hermoso —llamó el hombre lobo.
Alzando una mano la colocó en un costado del rostro de Rhory, instándole a observarle con esos dulces ojos.
—¿Ellos te drogaron? —cuestionó directamente.
Rhory se quejó y su cuerpo se estremeció sintiendo una oleada de necesidad pura invadirle.
—N-no lo sé —se quejó—. E-eso cr-eo —contestó.
Maxwell soltó una maldición con ello.
—Necesito llevarte a un hospital —anunció—. A juzgar por cómo está reaccionando tu cuerpo, creo que debió de haberse tratado de un afrodisiaco fuerte, lo cual es una fortuna, pero... No creo que ese dolor pase pronto —expresó preocupado.
Abriendo sus ojos, Rhory reveló ese inusual tono y observó al hombre lobo. Alzando una mano, la estiró hacia Maxwell.
—A-ayúdame —pidió.
—Lo haré, te llevaré al hospital —prometió.
"No" Gruñó su lobo en su mente, completamente disgustado con su plan.
Mostrándole un plan mucho mejor, el animal proyecto en la mente de Maxwell imágenes en las que salía devorando todo ese cuerpecito humano, follándolo hasta que el calor finalmente se apagara, como... Se supone que calmara el ciclo de calor de un lobo omega.
"Es un humano, no puedo hacer eso" Le indicó a su lobo, a pesar de que... Realmente, se vio muy tentado con la idea.
Pero no era justo hacer aquello, no considerando en la situación en la que se encontraba el humano.
Rhory gimoteó y se retorció en la cama. Sin poder esperar más que el hombre lobo hiciera algún movimiento, el humano llevó una temblorosa mano a su m*****o y comenzó a masturbarse, pero no era lo mismo. Ni siquiera se sentía tan satisfactorio como cuando esa gran mano cálida le rodeó ayudándole a llegar a su orgasmo.
—Po-por favor... A-ayúdame —suplicó observando al extraño—. T-tócame.
—No sabes lo que estás pidiendo, hermoso —expresó Maxwell.
—Tócame~... —rogó Rhory, observándole con desesperación—. Me d-due-ungh...
Observando el cuerpo del dulce humano retorciéndose con una expresión llena de dolor en su rostro, el lobo alfa ni siquiera lo pensó. Levantándose, contempló el absoluto horror aparecer nuevamente en esas perfectas facciones bonitas y sus brazos se alzaron en su dirección.
—N-no me dejes —gimoteó Rhory, angustiado de ser abandonado.
—Está bien, dulce chico, no lo haré —prometió.
Inclinándose sobre el pequeño cuerpo, Maxwell lo movió colocándolo atravesado en medio de la cama. Enderezándose, le ayudó al humano a deshacerse completamente de sus pantalones, ropa interior y zapatillas.
Tomando de sus piernas, tiró de su cuerpo más al borde de la cama, luego las separó revelando todo y flexionó para seguido apoyar la planta del pie en el colchón.
Arrodillándose frente a él, Maxwell realmente gimió profundamente al contemplar ese bonito pene alzado y esa entradita contrayéndose y soltándose, como si estuviera buscando desesperadamente algo con que ser abierta y llenada. La erótica imagen hizo que el m*****o de Max palpitara en deseo, ansioso porque fuera su polla la elegida por penetrar ese pequeño lugar.
Otros dulces gemidos desesperados llenaron la habitación y esos ojos de tan inusual tono entre gris y azul, donde un tono predominaba más que en el otro, le observaron rogando por ayuda.
Cautivado por la necesidad pura que veía en el chico, el lobo alfa se inclinó entre esas piernas y abrió su boca para capturar ese endurecido eje.
Rhory chilló, se retorció y apretó sus piernas alrededor del hombre lobo. Sus manos bajaron y sus dedos se aferraron a su cabello, enredándose en este mientras sus caderas se movían con desesperación desorganizada.
Y Maxwell le dejó, permitió que el dulce chico se moviera tan torpemente desesperado en busca de su orgasmo, ayudándole con su garganta y lengua para que encontrara su liberación.
Pero sin importar cuánto chupara, nada parecía ser suficiente para el hermoso humano en ese momento.
Sintiendo la presión por calmar aquellos dulces gemidos desesperados llenos de súplica, el lobo alfa dejó ir la polla de su boca y rápidamente bajó para lamer esa pequeña entrada.
El cuerpo de Rhory se retorció en la cama, su espalda se arqueó separándose del colchón y sus manos se movieron nerviosamente sin saber dónde colocarlas, a qué aferrarse.
La lengua de Maxwell penetró en ese pequeño lugar y Rhory exclamó alegremente. Su pene se agitó liberando nuevamente su semilla, ensuciando parte de su camiseta y muslos.
Pero aun así, esa constante necesidad siguió ardiendo dentro de él. Era un extraño deseo por ser llenado y abierto, por tener algo dentro de su cuerpo que golpeara un punto en específico.
Frustrado por su cuerpo, Rhory sollozó y alzó sus manos para cubrir su rostro, sin saber qué hacer para que este dejara de sentirse tan extraño. Incluso sus pensamientos se estaban volviendo cada vez más confusos y distantes.
El lobo de Maxwell percibió inmediatamente el cambio de esos sollozos y se detuvo. Enderezándose, Max observó al chico y su corazón se apretó al escuchar el triste llanto del humano.
—No, bonito, no llores así —pidió con angustia, sintiendo cada pequeño lamento que soltaba.
Levantándose, se sentó rápidamente en la cama y tomó el cuerpo del humano para sentarlo en su regazo.
—¿Qué sucede? ¿Qué está mal? ¿Te lastimé? —cuestionó preocupado.
Rhory negó y giró ocultando su rostro en la curvatura del cuello de Max. Y aquel movimiento se sintió tan perfecto, que los brazos del lobo alfa envolvieron ese pequeño cuerpo.
—D-duele m-mucho... —lloró Rhory—. Qu-quiero algo dentro de mí... Necesito... Tocar dentro... —gimió.
Tragando, Maxwell le observó.
—Quieres... ¿Quieres que te ayude con eso? —preguntó y lamió sus labios—. Puedo darte mi cuerpo hasta que el dolor pase —ofreció.
Rhory se estremeció y gimió apretándose contra él. El deseo y el horror invadieron su cuerpo, pero aun así... Su cabeza terminó moviéndose de forma positiva.
—Por favor —rogó—. D-dame tu cuerpo.
Maxwell gimió ante tal dulce ruego y su lobo gimoteó felizmente.
—Está bien, dulce corazón. Amaré tu cuerpo las veces necesarias hasta que no duela más —prometió.
—Sí, p-por favor —gimoteó Rhory.