Observando el hermoso rostro de su pareja, Maxwell no podía creer que realmente tuvo la suerte de haber encontrado a su elegido. Ciertamente, sabía que cada hombre lobo, alfa, beta u omega, tenía la oportunidad de conocer a aquella persona especial y perfecta para ellos con el cual pasaría el resto de su vida, pero no esperaba que eso le sucediera a él, mucho menos en aquella situación.
Si no fuera porque su lobo decidió repentinamente salirse de la ruta usual, nunca se habría encontrado con el hermoso humano, aquellos hombres lobos habrían logrado su propósito y su dulce chico habría experimentado una situación traumática.
El solo pensar en lo que esos imbéciles intentaron hacerle a su pareja, enfurecía tanto al animal dentro de Maxwell como a este mismo. El deseo de ir a cazar aquellos bastardos y darles una lección por dañar, perseguir e intentar violar a su elegido se removía en su interior. Su lobo que siempre mostró desinterés por todo, siendo exageradamente pasivo, en ese instante exigía la sangre de esos dos hombres.
En sí, la única razón por la cual Max aún no se había movido para cazar a esos bastardos, tal cual como hicieron con su dulce chico, era porque no sabía si este le podría necesitar otra vez.
Luego de haberle mordido, reclamándole como su pareja y estableciendo un hermoso enlace empático con él, el lobo alfa pudo percibir, tal vez no en toda su gloria, pero sí sintió parte de la desesperación que sentía el dulce humano debido a aquel afrodisiaco, el cual le producía una constante excitación que solo parecía calmarse a momentos cuando Max golpeaba con dureza dentro de su exquisito cuerpo y su nudo le llenaba atrapando sus cuerpos, presionando directamente en su próstata.
Otras tres veces Maxwell le había hecho el amor a su chico, siendo tan rudo o dulce como este necesitaba, y el hombre lobo amó cada una de ellas, dándole su nudo en cada oportunidad que tuvo.
Eso era algo que seguía sorprendiendo al hombre lobo tanto como la reacción y fuerte presencia de su animal en su mente. Siendo un alfa recesivo, existían varias cosas de las cuales Maxwell carecía, una de ellas su falta de deseo por dominar y desinterés por cualquier actitud de "alfa", al igual que su nudo.
Hasta ese día, Max nunca sintió el deseo ni la necesidad de darle su nudo a nadie, y aunque quisiera, a diferencia de otros lobos alfas, Maxwell simplemente no tenía opción en ello. O al menos eso es lo que había creído, hasta que su elegido apareció ante él.
Y como si eso no fuera suficiente, incluso su lobo reaccionó al hermoso humano, hasta el punto de querer tomar el control y reclamarlo como suyo. Sí, el hombre lobo sabía que esa no fue exactamente la mejor forma de hacerlo. A diferencia de él, Rhory era un simple humano, lo cual complicaba un poco las cosas, ya que no estaba consciente sobre las parejas destinadas y todo ello.
Lo cual, Maxwell no lo veía precisamente como algo malo, ya que significaba que el dulce chico no le vería raro por no ser un alfa como los demás, ni le trataría diferente. Pero a su vez, tendría que tener mucho más cuidado a la hora de explicarle a su pareja lo que hizo y lo que significaba en su mundo.
También, que tenía mucho que compensar a su chico por haberse saltado las citas, el conocerse y el cortejo para conquistarlo. Y una vez esos parpados se abrieran revelando ese hermoso tono distinguido en ambos ojos, Maxwell se tomaría el tiempo de conocer al dulce humano, siendo la primera pregunta que haría su nombre.
Era inaudito que no tuviera el conocimiento de algo tan básico, pero considerando la situación, era en cierta forma razonable. ¿En qué momento se suponía que se iba a tomar el tiempo para presentarse cuando su elegido nadaba entre la desesperación y el dolor por el orgasmo?
Exactamente, no hubo oportunidad.
Observando ese hermoso rostro descansando felizmente, entre sus brazos, Maxwell se tomó su tiempo para admirar más a detalle todo. Desde ese desordenado cabello con diferentes matices de rubio, esas perfectas cejas perfiladas de un castaño, o esas largas pestañas.
El arco de su nariz era recto y perfecto, siendo esta del tamaño adecuado para ese bonito rostro pequeño. Sus labios delgados poseían un tono rosa natural que brillaban en suavidad.
Su piel no era completamente pálida, pero a su vez, tampoco bronceada. Era como si esta hubiera tenido un dulce beso del sol. Y si miraba muy de cerca, Max era incluso capaz de distinguir unas pequeñas manchitas salpicadas cerca de su nariz.
Y como si ese fuera el momento correcto, aquellas pestañas revolotearon suavemente y esos bonitos labios se entreabrieron un poco para evocar un pequeño bostezo que causó ternura en el lobo alfa.
Alzando una mano, Rhory restregó uno de sus ojos y luchó por un momento antes de finalmente lograr entreabrirlo. Tan pronto como reveló ese tono azul grisáceo, Maxwell sonrió.
—Hey, ¿cómo te encuentras, dulce corazón? —indagó el lobo alfa.
Su tono fue bajo y totalmente dulce. Alzando su mano derecha, Max corrió uno de esos rubios mechones para colocarlo detrás de su oreja, despejando ese bonito rostro.
Dicho gesto, pareció gustarle al humano tanto como su dulce tono amable, según la pequeña sonrisa encantada que se extendió en el rostro de Rhory.
—No fuiste un sueño... Bonito —murmuró.
Alzando su mano izquierda, Rhory tocó la mandíbula de Maxwell. Girando su rostro, el hombre lobo besó el interior de su palma.
—No, hermoso chico, no lo soy —aseguró—. ¿Cómo te encuentras? ¿Y tu cuerpo? ¿Sigues necesitando de mi ayuda?
Esos hermosos ojos parpadearon en confusión. Luego, como si finalmente lograra comprender las palabras de Maxwell, sus mejillas explotaron en un dulce sonrojo y cerró sus ojos completamente avergonzado.
—Y-yo... —balbuceó.
Sintiendo la preocupación de su pareja a través de su enlace empático, Maxwell le rodeó con sus brazos y le acercó aún más a su cuerpo. Sin rechistar, el humano se apoyó contra él, ocultando su rostro en la curvatura de su cuello.
—Todo está bien, hermoso. Nada de lo que ocurrió fue tu culpa, no debes de sentirte avergonzado por nada —indicó Max al percibir la vergüenza en Rhory.
Y a pesar de que el hombre lobo sintió un fuerte impulso por enviarle sentimientos tranquilos a su elegido a través de su enlace empático, sabía que esto solo terminaría confundiendo más a pareja, por lo que se contuvo a sí mismo.
—Te obligué a tener relaciones conmigo —se quejó el dulce humano.
Y dios, Max sintió un golpe de ternura por su dulce chico que le sacó una pequeña risa. Dicho sonido, no pareció alegrar tanto al humano, a juzgar como su cuerpo se tensó entre los brazos de Maxwell.
—Lo siento, no me estoy riendo de ti —aclaró—. Solo encontré dulce de tu parte pensar que me obligaste a tener sexo —explicó—. No sé si lo recuerdes bien, hermoso, pero yo fui el que ofreció su cuerpo para ayudarte. Así que no pienses cosas erróneas, porque no me obligaste a nada, lo hice porque quise ayudar al hermoso chico que sufría frente a mí.
—N-no soy hermoso —murmuró Rhory, avergonzado.
—Necesitas verte en un espejo, bonito. Eres el ser más hermoso que he visto en mi jodida vida —declaró el lobo alfa—. Anoche no podía quitarte la mirada de encima. Ni mi boca. O mis manos. O mi pol-...
Alzando sus manos repentinamente, Rhory las colocó sobre la boca del hombre lobo.
—Por favor, no sigas... Comprendí lo que querías decir —expresó observando hacia arriba con un tierno sonrojo en sus mejillas.
Sonriendo, Max besó aquellas manos sobre su boca. Lastimosamente, a la vez que ese bonito rubor empeoraba en los mofletes del humano, para Maxwell no pasó desapercibido la pequeña mueca de dolor que surgió en esos dulces labios.
Entonces, como un idiota, el hombre lobo recordó haber encontrado herido a su elegido, y se odió a sí mismo porque no se le ocurrió tomarse el tiempo para revisar aquellas heridas.
—Mierda, soy un completo imbécil —exclamó repentinamente.
Las cejas de su hermoso humano se juntaron y esos bonitos ojos parpadearon llenos de confusión.
—¿Hice algo mal?
Al observar esa expresión preocupada, el hombre lobo negó y se acercó besando su frente.
—No, corazón, no se trata de ti —respondió—. Soy un imbécil porque no he revisado aún tus heridas —explicó.
—¿Heridas? —repitió el humano.
Y como si el decirlo le recordara que había sido herido, Rhory bajó la mirada a su pie izquierdo y sus labios se torcieron ante los rasmillones profundos que encontró en este, más la ligera hinchazón en su tobillo producto de su caída.
—Eso no se ve para nada bien —anunció Max tras observar lo mismo que él.
Levantándose de la cama, el hombre lobo expuso su desnudo cuerpo sin pudor alguno y rápidamente buscó cosas con las cuales tratar la herida de su elegido. Para su fortuna, el guardabosques había equipado recientemente una caja de primeros auxilios en cada una de las cabañas repartidas en el bosque, luego de que una de las parejas humanas resultara lastimada.
Volviendo a la habitación, encontró a su dulce chico sentado en la cama con las mantas cubriendo su regazo, exponiendo únicamente su pie lastimado. Había una expresión de completo dolor en ese bonito rostro y sus labios se estiraban entre un puchero y una mueca al moverlo, pero aun así, tan pronto como sintió a Maxwell en la misma habitación, fingió que todo estaba bien.
—Gracias por traerlo, yo me encargo —expresó.
—Ni hablar —rechazó.
Tomando asiento en la orilla de la cama frente a él, Max tomó con cuidado el pie lastimado y lo dejó descansar en su muslo.
—Puedo hacerlo por mí mismo —insistió su elegido.
—Eso no significa que te dejaré hacerlo cuando es bastante obvio que te duele —indicó firme—. No soy esa clase de bastardo que simplemente observa.
"Sí, si lo eres" Dijo una pequeña vocecita en su mente.
Y aunque aquella voz tenía razón, Maxwell solo era un idiota con otros hombres lobos porque estos eran idiotas con él.
—Puedes...
Ante la dulce voz de su elegido, Max le observó y se encontró con su rostro profundamente sonrojado.
—¿Qué sucede, corazón?
—Podrías... Ya sabes... T-taparte, por favor —pidió evitando su mirada.
Bajando la mirada, Max sonrió al encontrar como el pie de su dulce humano se encontraba al lado de su entrepierna totalmente descubierta.
"Dulce" Pronunció su lobo en su mente y Maxwell estuvo completamente de acuerdo.
Dejando con cuidado el pie de su pareja en la cama otra vez, el hombre lobo se levantó y cogió otra manta que colocó alrededor de su cintura ante la ausencia de su ropa.
—¿Mejor? —preguntó.
Aquella increíble mirada de su dulce chico viajó por su torso desnudo, pero asintió sin pedirle que se cubriera más su cuerpo.
Volviendo a tomar asiento en la misma posición, Maxwell tomó con cuidado el pie de su pareja y le revisó cuidadosamente, moviéndolo y deteniéndose tan pronto como su hermoso chico reprimía un sonidito de dolor.
—De acuerdo, tienes muchos cortes pequeños que deberé de limpiar y desinfectar pero lo que me preocupa un poco más es esta hinchazón en tu tobillo, podrías tener un esguince —expresó preocupado.
—No es un esguince. Sé cómo se siente tener uno, no duele así —explicó ante la mirada del hombre lobo.
—Aun así, es algo a tener cuidado —indicó con tono preocupado.
Abriendo la caja de primeros auxilios, Max sacó todo lo necesario para tratar las heridas. Tan pronto como contempló que no había absolutamente ningún medicamento para el dolor, chasqueó su lengua con disgusto.
—Lo siento, hermoso, creo que tendrás que aguantar el dolor hasta que lleguemos a la ciudad y pueda revisarte un médico —se lamentó Maxwell.
—Está bien, puedo aguantar.
Y esa respuesta no le gustó para nada al hombre lobo, ya que su pareja no tenía por qué estar sufriendo cuando él estaba ahí para cuidarle. Comenzando a tratar las heridas, en todo momento sintió su curiosa mirada.
—Puedes preguntarme lo que quieras, corazón —alentó sin dejar de su trabajo.
Su dulce elegido se removió y observó a todos lados antes de finalmente volver a observarle.
—Uhm... ¿T-u nombre? —preguntó finalmente, con un bonito rubor.
—Max —anunció, sonriente—. ¿Y el tuyo, hermoso chico?
—Rhory.
—Rhory —repitió Maxwell, probando el nombre de su pareja—. Me gusta. Es corto, pero bonito, como tú.
Rhory intentó reprimir su bonita sonrisa y bajó la mirada a su regazo donde sus manos descansaban. Observando como una de estas también se encontraba lastimada, Maxwell la tomó suavemente y comenzó a limpiar los cortes.
—Entonces, Rhory, ¿cómo es que terminaste en este lugar y en esa situación? —indagó—. Wise cover no está abierto a todo el mundo y no recuerdo que el guardabosque dijera que había más personas aquí —expresó.
La expresión de su dulce chico decayó con su pregunta, y Maxwell se arrepintió de haber preguntado.
—Está bien. No debe de ser algo bonito de recordar.
—Debería de contarte, me ayudaste —murmuró.
Max besó el interior de su muñeca expuesta y sonrió al escuchar la suave inhalación de su chico.
—Solo tómate tu tiempo y dime cuando estés listo.