Me detengo a apreciar mi reflejo en el espejo. Paso mis dedos por mis hinchados labios, mientras me dedico a evaluar cada parte de mi rostro. Podía considerarme una mujer bastante guapa e inteligente, una que, a pesar de que acababa de levantarse, se veía hermosa. Mis chispeantes ojos azules hacían un gran trabajo con mi largo cabello rubio, ese que cae a cada lado de mi rostro de una forma bastante agradable. Recorro mi cuerpo con mis manos a la vez de que no paro de mirarme; no tenía unos enormes pechos, pero, al menos, lo poco que tenía se veía bien, una fina cintura seguida unas caderas anchas. Tuerzo una sonrisa y niego con la cabeza… joder, ¿acaso el puto francés tenía razón? ¿Qué tan desagradable como persona podía ser? ¿Acaso toda esa belleza no me servía de nada al creerme el