—¿Qué? —gruñe Cyan al mirarme con el ceño fruncido. —¿En serio, Cyan? ¿En serio tienes que invitarlo a sentarse con nosotros? —le reclamo en un susurro para que el francés no sea capaz de escucharnos mientras se acerca a nosotros con su cita. —No importa, a mí no me molesta —masculle Vlad, sacando su nobleza a como siempre lo hace. Prácticamente me hundo en mi asiento, ignorando la forma en que el pelinegro jala de una silla para que su acompañante se siente al lado de mi hermano, para luego tomar la silla a su lado. Él sonríe, mientras saluda a Vlad y a Cyan, a la vez de que presenta a la chica como Sophia. En cuanto las presentaciones terminan, es cuando su mirada se encuentra con la mía, una arrogante sonrisa se forma en sus labios a la vez de que hace un asentimiento hacia mí. —Es